CORREO DE LECTORES | Canción en harapos (o las consecuencias del marxismo de café)

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A propósito de una crítica de Sartelli
En el último número de El Aromo, Eduardo Sartelli responde al artículo publicado en Prensa Obrera referente al debate sobre la cuestión agraria, en el cual participara Pablo Rieznik. Las líneas de Sartelli delatan, una vez más, las limitaciones que el izquierdismo, el faccionalismo y el sectarismo imponen al análisis científico de la realidad que procuramos transformar.
Tras hacer gala del monolitismo de RyR, Sartelli cuestiona el carácter popular de la movilización que acompañó el reclamo del ‘campo'. Solamente un marxista de café, que no asoma sus narices a la vereda sino en ocasiones realmente excepcionales, puede desconocer la importante adhesión que el ‘campo' concitó en la clase media pauperizada (tal vez canalizando otro tipo de disconformidades con el kirchnerismo) y en amplios sectores populares (obreros, barrios humildes, etcétera). Por otra parte, al razonar de esta forma, Sartelli limita la movilización suscitada a favor del bloque sojero a quienes participaron de los cortes de ruta o a quienes se hicieron presentes en alguno de los actos masivos, excluyendo a aquellos que, sin participar en forma directa de las medidas, defendían las posiciones del bloque sojero, elemento que implica desconocer una parte importante de la realidad que RyR se desvela en analizar.
Pasado dicho punto, Sartelli impugna la explicación del PO de la crisis de régimen, caracterización que termina aceptando tras deshojar la margarita y jugar al intrigante intelectual. Concluye que ‘la lucha entre capitalistas no explica la crisis de régimen', simplificando la caracterización en forma llamativa. Quien sigue Prensa Obrera tendrá presente que el PO analizó en detalle la crisis de régimen, incluso con anterioridad al conflicto con el campo: el cambio de caballo en medio del río que expresaba cambiar a Néstor Kirchner por la actual mandataria, la crisis de la burocracia sindical y la recurrencia al método de la patota, la lucha de camarillas, el gobierno de doble comando, la situación frente al Congreso, las limitaciones de las bases sobre las cuales se construyó el kirchnerismo, las contradicciones del devaluacionismo, etcétera. La lucha entre capitalistas es un síntoma evidente de la crisis de régimen -al romperse el frente patronal-, pero no explica por sí sola la caracterización.
Sartelli no parece leer con la atención del caso los materiales de las organizaciones políticas de izquierda, si no no incurriría en el ridículo de escribir que el PC (aliado a Kirchner en el conflicto) acompañó la posición del bloque sojero del MST y el PCR.
Para analizar la posición del PO frente a la Federación Agraria, recurre al método de la chicana sin explicar cuál hubiese sido la política (con perdón de la palabra) de RyR hacia dicho sector en el marco del conflicto. Y en eso radica el problema: Sartelli, desde el pedestal del maestro Ciruela en materia agraria, y corriendo por izquierda a todo el mundo, omite lo esencial; esto es, las tareas políticas pendientes para el proletariado en los países semicoloniales en la etapa de agonía del capital y en medio de una crisis capitalista mundial.
Sartelli, con un esquema propio de los hegelianos de izquierda, plantea el socialismo directo, sin realizar un análisis integral del lugar del agro argentino en la historia del desarrollo capitalista contemporáneo mundial. Repite la consigna de Estados Socialistas para América latina, pero termina enredado en el socialismo en un solo país. La confusión política de quién se pierde en los laberintos del huevo y la gallina en materia intelectual (¿existe o no existe el capitalismo en la Argentina?), concluye en una actitud pendenciera que no se plantea ninguna política. Desde la tribuna, acusa al PO de negar la necesidad de la ciencia, como si las caracterizaciones políticas publicadas fueran producto de la magia negra o la predicción metafísica. Elige, como blanco de dicho misil, a Pablo Rieznik, que ha publicado varios artículos al respecto (publicados en En Defensa del Marxismo, no en Crítica o Veintitrés) y un libro específico que analiza el problema.
El marxismo de café sólo puede llevar a discusiones estériles.