Crisis militar y militarización
Contra la izquierda carapintada
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Los "izquierdistas" vulgares están convencidos de que no puede haber un proceso de militarización del Estado, (que, sin embargo, nunca fue interrumpido), en razón de que “las fuerzas armadas están en crisis”. Semejante razonamiento ha llevado, por ejemplo al Mas, a negarse a plantear la lucha contra el Cosena, algo natural en un partido que apoyó la masacre de La Tablada, la cual fue la más alta expresión de la militarización del Estado. Estos marxistas de salón no se han percatado siquiera de que es precisamente la crisis creciente de las fuerzas armadas, su desbande incluso, con la potencial amenaza que esto plantea a la estabilidad de conjunto del proceso democratizante y del Estado, el factor de presión más importante que impulsa al gobierno y a los partidos patronales a llevar adelante una política de concesiones y hasta de satisfacción de los reclamos militaristas. Si la enormidad de la crisis política del Estado argentino ha puesto a la camarilla militar sin otra alternativa política que el apoyo al proceso democrático, la enorme crisis militar ha agravado la dependencia del conjunto del Estado respecto a la camarilla militar y a las fuerzas armadas. La insubsanable cobardía de la burguesía democrática ha determinado que con cada fase nueva de la crisis militar se haya entrado también en una nueva etapa de capitulación ante la camarilla militar.
Es seguro, sin embargo, que el otorgamiento de nuevos poderes de provocación a un organismo militar enfermo solamente servirá para agudizar la crisis política y por sobre todo para hacerla más convulsiva. El fracaso que experimentarán todas las medidas en curso para poner fin a la crisis militar, servirá para poner de relieve la naturaleza política de la crisis de las fuerzas armadas, es decir que demostrará que esa crisis es una expresión de la impotencia de la burguesía y del imperialismo para enfrentar la crisis histórica de su dominación de clase. El resultado será una mayor politización de las fuerzas arma das, un mayor cuadro de deliberación y una mayor diferenciación interna. Esto hará madurar las condiciones para que un sector, por pequeño que sea, de los uniformados pueda ser ganado para la clase obrera, pero por sobre lodo para neutralizar al brazo represivo del Estado contra la revolución que deberá dirigir la clase obrera.
La política podrida que reclama que no se luche contra la militarización y contra las provocaciones que ella entraña, y que reclama que no se vincule la descomposición del proceso democrático con esta militarización; esta política podrida sirve para desarmar a la clase obrera ante el avance de la represión en éste y en otros terrenos, y sirve por sobre todo para sembrar ilusiones en el proceso democrático, cuyo futuro estaría garantizado por la virtual ausencia de alternativas derechistas. Toda la historia de la democracia burguesa es, sin embargo, una historia de perfeccionamiento de la burocracia y de la represión. La lucha contra la militarización del Estado debe ser esencialmente una tarea de desenmascaramiento de la democracia y de sus partidos, incluidos los de izquierda, para que la clase obrera se transforme en una alternativa de poder.