Políticas

5/6/2003|803

Crisis, reactivación y política

“En enero la economía creció el 1,7%, en febrero el 0,9%, en marzo el crecimiento fue nulo y en abril la producción industrial tuvo un leve retroceso. Además, y al margen de la falta de financiamiento, la recesión internacional y el impacto de la neumonía atípica están afectando la expansión de las exportaciones argentinas” (Clarín, 25/5).


“Según reflejaron los datos del Indec de marzo y abril, el proceso de expansión comenzó a mostrar sus limitaciones estructurales” (Página/12, 20/5).


Ambas citas confirman lo analizado en Prensa Obrera (30/4) sobre los límites y contradicciones de la “reactivación” de Duhalde y Lavagna.


Estos límites responden a lo siguiente. A partir de mediados del año pasado, grandes sectores del campo y de la industria comenzaron a aumentar la producción por las mejores perspectivas de exportación abiertas por la devaluación del peso y el freno casi absoluto de las importaciones debido al dólar más caro. Ese proceso de reactivación le permitió al gobierno de Duhalde atraer el apoyo de sectores de la burguesía agraria e industrial y de la pequeña burguesía comercial y montar el proceso electoral ya no sobre un terreno de derrumbe sino de una lenta recuperación económica.


Por otra parte, el retroceso del valor del dólar ÿde casi 4 a 3 pesosÿ le restó presión a la inflación y también a las exigencias de aumento de tarifas de los servicios públicos privatizados. Sobre esa base, la burocracia y las patronales acordaron el aumento salarial “no remunerativo” de los 100 pesos, luego llevado a 150 y ahora a 200 pesos, lo que puso un piso a la incesante caída de los salarios que se había iniciado en 1998.


Sin embargo, “antes que en nuevas inversiones, los incrementos de producción se basaron en la reutilización de capacidad instalada. Alcanzada la frontera de posibilidades de producción, la demanda interna, planchada o en retroceso por salarios alejados de su poder adquisitivo pre-devaluación, se traduce en desincentivo para la producción”; es la explicación de Página/12 al freno de los últimos meses.


A esto habría que agregar la contradicción que surgió por el retroceso del valor del dólar, ya que acotó el proceso de sustitución de importaciones y comenzó a desalentar algunas exportaciones. En abril, en cantidad, las exportaciones aumentaron el 1% y las importaciones el 80%. También hubo una caída del turismo. Otro factor de freno es la recesión brasileña. La presente reactivación choca además con la continua caída del crédito por la quiebra del sector bancario. No hay crédito nuevo y los bancos tampoco renuevan los créditos que vencen porque utilizan esos fondos para colocarlos en letras del Banco Central que les rinden más o para cubrir posiciones “en rojo”.


“Sólo crecemos porque nos caímos al décimo subsuelo y la economía se está desacelerando. El salario subió un poco en el sector formal, y aún no hay crédito para el consumo, pese a alguna recuperación en tarjetas de crédito”, dijo Miguel Broda, quien hasta hace pocas semanas vaticinaba una fuerte reactivación (El Cronista, 30/5).


Es por eso que Kirchner quiere poner en marcha un plan de obras públicas para mantener la actividad económica y alinear a la burguesía industrial y a la “patria contratista” detrás de él. La estabilidad de Kirchner depende de mantener los negocios de los sectores capitalistas beneficiados con la devaluación. Pero para eso necesita ÿalgo que ya adelantó Lavagnaÿ, prorrogar el acuerdo con el FMI, que refinancie los próximos vencimientos, sin la necesidad de aumentar el superávit fiscal para el pago de la deuda ni poner en marcha las llamadas “reformas estructurales” (como el ajuste y privatización de la banca pública o la disminución de fondos a las provincias para el pago de la deuda ÿcoparticipación federalÿ). De lo contrario, la reactivación dejaría de tener el “lubricante” del Presupuesto público.


La política de superávit fiscal creciente para garantizar el pago de la deuda, como la que está aplicando Lula, ya está provocando en Brasil el choque con un amplio sector de la gran burguesía brasileña y un creciente “desencanto” de la clase media.


En Argentina, justamente en las últimas semanas se profundizaron los choques en torno a estas cuestiones. Lavagna creó, en discrepancia con Prat-Gay, una Unidad de Reestructuración del sistema financiero con preeminencia del Ministerio de Economía sobre el Banco Central. Al mismo tiempo, alargó de 70 a 120 meses el plazo para que los bancos con mayores redescuentos del Banco Central ÿNación, Provincia de Buenos Aires y Galiciaÿ puedan cancelar esa deuda con títulos públicos.


La continuidad de la frágil reactivación está en parte condicionanda al desenlace de esos choques. No es casual la puja sobre las áreas de influencia entre Economía e Infraestructura, donde Kirchner puso a un hombre de su riñón que quiere tener en sus manos la obra pública y la renegociación de los contratos con las privatizadas.


La burocracia sindical colocó, además de a Ginés González García en Salud, a uno de sus hombres en el Ministerio de Trabajo, quien debutó descartando cualquier aumento salarial, anunciando que eliminará la doble indemnización y haciendo propia la reforma previsional privatizadora de Graciela Camaño.


La quiebra capitalista continúa abierta.