Políticas

31/8/2017|1472

Cristina Kirchner y Pepsico


Una delegación de trabajadoras de Pepsico se reunió con Cristina Fernández en la sede del Instituto Patria, para solicitarle “su apoyo para nuestra lucha”, según difundieron en un comunicado. De acuerdo con la gacetilla, al término de la reunión CFK se habría comprometido a interceder para “que los bloques del FpV apoyen la ley de expropiación de los trabajadores”.


 


Por su parte, las usinas de la ex presidenta dejaron trascender que, en el encuentro, se abordaron los “diferentes planes de ajuste económico aplicados en la Argentina en distintos momentos de la historia”, además del “ajuste del presente y las situación de los trabajadores que sufren por los despidos generalizados, las tarifas impagables y las crecientes dificultades para alimentar a sus familias”.


 


La hipocresía de Cristina Fernández deja mucha tela para cortar. Basta recordar sus furiosos ataques a la ocupación obrera de Gestamp, cuando acusó a sus trabajadores de querer “tomar el Palacio de Invierno y creen que cuanto peor mejor”, o las represiones comandadas por Sergio Berni en la Panamericana contra los trabajadores de Lear, cuando era presidenta. En aquellas ocasiones, CFK cerró filas con la burocracia de Ricardo Pignanelli (Smata), del mismo modo que el gobierno de Macri respaldó a Rodolfo Daer en el conflicto de Pepsico.


 


Pero la impudicia de la ex presidenta no refiere sólo al pasado, toda vez que los bloques ante los cuales se ofrece interceder apoyaron -unos más, otros menos- el centenar de leyes que viabilizaron el “ajuste del presente”.


 


El “apoyo” de CFK a una eventual expropiación de Pepsico es una impostura. Bajo su presidencia, perpetuó la situación precaria de las llamadas “fábricas recuperadas”, operó el rescate de los empresarios vaciadores y trabajó -a través de sus funcionarios y de la burocracia- para quebrar la organización obrera. El gobierno “nacional y popular” restó a los trabajadores de las recuperadas todo apoyo en materia de aporte de capital, garantía salarial y derechos de convenio. El kirchnerismo sancionó una ley de quiebras que refrendó este abandono por parte del Estado y circunscribió su situación a un conflicto “entre privados”. Las empresas recuperadas que no sucumbieron a la crisis y competencia capitalistas sobrevivieron como tercerizadas del capital, bajo penosas condiciones de autoexplotación de sus obreros.


 


Si la burguesía toleró hasta cierto punto las “gestiones obreras” como válvula transitoria al quebranto general de 2000/2001 -incluso como una chance de revalorización de ese capital quebrado- sin por ello resignar sus derechos de propiedad ante la Justicia, el veto de Macri, en diciembre de 2016, a la expropiación del Bauen fue una señal inconfundible de “fin de ciclo”. Los bloques del FpV no movieron un dedo para oponerse. Ahora, el jefe del bloque de senadores del FpV, Miguel Pichetto, acompaña al gobierno en la postulación de Argentina para el ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el organismo imperialista que fija los estándares de “buenas prácticas” para el comercio mundial. ¿Acaso va a apoyar la expropiación de Pepsico?


 


En este punto es lícito interrogarse si para un colectivo obrero que se reivindica clasista y enfrenta una lucha en condiciones tan duras, un apoyo tramposo como el de CFK representa una ganancia o, por el contrario, introduce una confusión fenomenal. La pregunta tiene una respuesta: luego de la reunión los obreros y obreras de Pepsico no han ganado nada en su favor. El supuesto apoyo de Cristina Fernández no pasa de la mera pose, porque ella lo hace a sabiendas de que el proyecto no va a prosperar. En cambio, quien sí ganó fue la ex presidenta, que ante los ojos de la población que respalda la lucha de Pepsico, recibe por parte de sus trabajadores un certificado de ‘amistad’, siendo que durante meses de lucha ella nunca se acercó ni a la fábrica ocupada ni a la carpa montada frente al Congreso. Aunque desconocemos cómo se gestó la reunión, es evidente que los términos de la misma fueron dictados por la ex presidenta. El lugar elegido fue el Instituto Patria, su bunker electoral, y sólo con “obreras”, evitando así que se asocie a Cristina Fernández con una organización gremial opositora a los aliados históricos de la ex presidenta en el campo sindical, la burocracia que abrió paso a éste y a todos los despidos.


 


CFK se las arregló para promover, no un encuentro con la organización gremial interna de fábrica, sino con ‘trabajadoras’ a secas. Es la línea de campaña electoral de la ex presidenta, donde se muestra solidaria, no con los obreros en lucha y sus organizaciones, sino con personas aisladas que sufren las consecuencias del ajuste. En esos términos, la reunión no fue un episodio de la lucha de Pepsico, sino de la campaña electoral de Unidad Ciudadana.


Los compañeros y compañeras de Pepsico argumentaron que la reunión fue para pedir el apoyo al proyecto de expropiación del predio y de las instalaciones y máquinas. Sin embargo, Cristina Kirchner no ocupa banca alguna, ni en la Cámara de Diputados ni de Senadores. El pedido, entonces, podría haberse canalizado vía Héctor Recalde, el jefe de la bancada del FpV. Dicho esto, debe agregarse que el comunicado difundido por los trabajadores no establece ninguna delimitación con Cristina Fernández y su fuerza política, ni informa que en la reunión se haya desarrollado una polémica política. Esta omisión agrega a la confusión política que generó la reunión, pues borra la barrera entre quiénes son los amigos del pueblo y quiénes sus enemigos. Esta delimitación elemental es el punto de partida para cualquier desarrollo de una clase obrera con conciencia de clase. Lo contrario conduce a la desmoralización y en el extremo a la cooptación política.


 


Esta orientación ya se había manifestado en el debate suscitado previo a la movilización del 22 de agosto de la CGT, cuando los compañeros del PTS propusieron armar una columna común con la CTA. La propuesta ratificó el seguidismo del PTS al kirchnerismo. En los hechos, significa borrar una estrategia política independiente de la clase obrera, que en las condiciones concretas de la movilización debía plasmarse en la formación de una columna independiente de los sectores combativos y clasistas. La CTA no sólo rechazó la propuesta sino que sacó un comunicado con parte de la dirección de la CGT donde omite el reclamo del paro general.


 


La reunión con CFK continúa esta línea política y constituye un golpe a la campaña del Frente de Izquierda, apenas 60 días antes de las elecciones generales de octubre. La agenda de reuniones, promovida por el PTS, continuará nada menos que con Sergio Massa, el candidato de la baja de la edad de imputabilidad y la militarización de las villas. Massa se arrastró con Macri en Davos y votó a pie juntillas el pacto con los fondos buitre. Corriendo detrás de estos “apoyos”, el PTS está golpeando la campaña de diferenciación que el FIT y las fuerzas combativas de la clase obrera que se referencian en él debemos encarar hacia octubre. La lectura del PTS acerca de que hubo “dos tercios de los votos contra el ajuste” conduce a esta política criminal.


 


Solamente un curso de lucha independiente y sin compromisos con los agentes políticos y sindicales del ajuste abrirá una salida para Pepsico y para todas las luchas obreras y populares.