Políticas

16/9/2021|1630

Editorial

De la derrota electoral histórica a la fractura

El avance del Frente de Izquierda.

Cuesta ya empezar por el balance electoral cuando la crisis se ha devorado la frágil unidad del gobierno, pero debemos hacerlo. El derrumbe electoral del peronismo es histórico porque se trata del porcentaje más bajo desde aquel febrero de 1946 en que Perón pasó por primera vez por las urnas.

Perdieron el país y 14 provincias, entre ellas la Santa Cruz de Alicia Kirchner, el Chaco de Jorge Capitanich, todos los grandes distritos y entre ellos la provincia de Buenos Aires, donde Axel Kicillof y la propia Cristina Kirchner fueron protagonistas de la campaña. Perdieron todas las alas del peronismo: el kirchnerismo, los intendentes albertistas, gobernadores pejotistas tradicionales y el massismo (perdió Arcioni en Chubut y perdieron Tigre). Perdieron donde fueron unidos como en la provincia de Buenos Aires y donde disputaron internas feroces como en Santa Fe. Y perdieron votos donde ganaron, por eso la caída de 4 millones de electores.

De tal suerte que ganó una derecha macrista envuelta en internas múltiples que sumada, igualmente, sacó el mismo 41% de 2019. Desde luego, se le puede agregar el 7% de la escisión liberal, pero todavía Juntos tendrá que “juntar” internas de hasta cinco listas como en Santa Fe, con una marcada crisis interna entre el macrismo y el larretismo, y una interna con la UCR, a su vez dividida entre los gobernadores y Lousteau.

Es imposible entender semejante cuadro electoral sin incluir que votó apenas el 67% del padrón, diez puntos menos que en primarias anteriores, y sin tomar en cuenta la gran elección de la izquierda con un 7,4% en todo el país, constituida como tercera fuerza política nacional con el Frente de Izquierda Unidad como gran ganador.

Los límites insalvables del golpe palaciego de Cristina

Por estas horas, las siete de la mañana del jueves 16 de setiembre, la fractura poselectoral del gobierno escaló a la renuncia de media docena de ministros y altos funcionarios por orden de Cristina. Se trata en realidad de un golpe interno del kirchnerismo para vaciar el gobierno y reformular el gabinete. Massa, asociado inicialmente a la movida, sin embargo se ha mantenido buscando arbitrar en la crisis sin renunciar a su grupo (menor) de funcionarios. Ferraresi y Zabaleta, representantes de los intendentes, además del albertista Katopodis, se mantienen en la indefinición.

El kirchnerismo, golpeado directamente por su propia derrota directa en la provincia de Buenos Aires y en Santa Cruz, agravó la crisis de todo el gobierno, buscando cargar las responsabilidades en el funcionariado del Presidente, esencialmente Santiago Cafiero, Guzmán y Kulfas. Así las cosas, importa desechar el presunto giro nacionalista del kirchnerismo en este momento agudo de la crisis: si el proyecto inicial era un acuerdo con Massa para que asuma la jefatura de Gabinete, algo no descartado, incluso para después de noviembre, se trata al revés de poner a la cabeza de los ministros al hombre más ligado a Washington de la coalición. Por lo pronto, CFK ha dejado trascender que Guzmán no figura en el listado de los que plantea desplazar . El kirchnerismo no quiere interferir y poner palos en la rueda en las negociones con el FMI en momentos en que se está cocinado a todo trapo un acuerdo. Recodemos que fue la vicepresidente la que le dio el guiño decisivo para que se utilizara los DEG (Derechos Especiales de Giro) que ha entregado el Fondo para pagar los vencimientos con ese organismo.

Este límite insalvable del kirchnerismo cuya esencia es que no está dispuesto a romper con el FMI, que es agente de las mineras y de las petroleras, que no cuestionó ninguno de los pilares de los ’90 ni antes ni ahora, se apreció rápidamente cuando Cristina habló a Guzmán para asegurarle que no pretenden su caída. El recule kirchnerista recuerda los arreglos de Kicillof con el Club de París o su reciente canje provincial, totalmente en los términos del capital financiero: cuando las papas queman, el kirchnerismo define con el capital financiero, que ningún trabajador se equivoque.

Tras ese recule K, sobrevinieron los apoyos de ocho gobernadores, aunque los más poderosos no ligados al kirchnerismo como Schiaretti y Perotti se han mantenido sin definición. La reunión de dos horas de Alberto Fernández con el más aislado de los intendentes bonaerenses, Mario Ishii, lo debilita más que sumarle apoyo. De manera que en este juego de apoyos a los bandos queda mucho por definir.

El Trío San Cayetano salió presto a movilizar en apoyo al Presidente, demostrando que los puestitos de sus dirigentes están antes que el interés del sector más golpeado por el fracaso de la política oficial. Lo mismo que el apoyo del moyanismo y el de la CGT de Daer que además prepara una movilización para el 18 de octubre con las consignas de UIA: “desarrollo, crecimiento, trabajo y producción”. De hecho, además del anuncio de la nueva “ley Chevron”, el gobierno convocó a la UIA a la Rosada. Es decir que disputan quién llevará adelante la agenda capitalista después de “escuchar el mensaje de las urnas”.

En estas horas de crisis política, la enorme movilización de la Unidad Piquetera, prevista de antemano por las reivindicaciones más urgentes, es la única voz independiente de los trabajadores que se ha puesto en las calles, del mismo que el 18 de agosto colocaron en la agenda nacional la cuestión del trabajo y del hambre.

En dos meses, elecciones

Se abre una crisis política de proporciones, abarcativa de todo un régimen político, con centro en el gobierno pero que comprenderá a gobierno y oposición, responsables de la catástrofe social y económica en la que están las grandes mayorías nacionales. La oposición de derecha se ha dividido ante la crisis, carece de iniciativa, Carrió denunció el golpe kirchnerista, los gobernadores van apoyando “la institucionalidad”, buscando hacer la plancha frente al debate del rumbo del país.

Porque la agenda de la burguesía, deshilachadamente formulada por la derecha, va de lleno contra las aspiraciones de las masas que votaron en 2019 al gobierno para sacarlas del hundimiento en la pobreza. El período que se abre, antes y después de noviembre, es de carácter convulsivo, llamado al estallido de contradicciones impostergables con un gobierno absolutamente debilitado como resultado del fracaso social, económico y también sanitario, porque es evidente que no se registró “el voto vacuna”, tan mentado.

La agenda capitalista requeriría un acuerdo nacional con Juntos por el Cambio, pero en el cuadro político planteado parece muy improbable un acuerdo de este tipo. Todo parece indicar que Alberto Fernández será condenado por la burguesía a la tarea sucia del ajuste, para llevarla adelante con las herramientas propias del peronismo.

El “bonapartismo en tiempos de default” herido de gravedad

En el debut del gobierno de la coalición peronista que tejió Cristina, caracterizamos al gobierno como un “intento bonapartista en tiempos de default”. La caracterización estuvo destinada a marcar la pretensión del gobierno emergente de la bancarrota macrista, de arbitrar entre las clases para conducir la salida del noveno default ante el capital financiero y el FMI.

Pues bien, estas Paso y la crisis en desarrollo han puesto de manifiesto en extremo las contradicciones explosivas de ese arbitraje, hoy gravemente herido. El Presidente de la intervención a Vicentin que no fue, de la estatización de la hidrovía que no ocurrió, de las vacunas que producimos nosotros pero se exportaron todas, de la vuelta del asado y la heladera llena que brillaron por su ausencia, del aumento a los jubilados con la plata de las Leliqs que derivaron en la duplicación de aquellos bonos y la quita de la movilidad jubilatoria por inflación, del gobernador progresista estrella que mandó a Berni a pasar con las tanquetas quemando chaperíos en Guernica, ha chocado con los límites insalvables de la experiencia “nacional y popular”.

Guzmán ha sido el ministro que trajeron de Columbia para una negociación “a lo Stiglitz” de la deuda que nos devolvería sanos al mercado de crédito tras el canje, algo que tampoco ocurrió, pero no se lo cuestiona por ser la pieza fundamental del pacto con el Fondo. Los “mercados”, que saludaron el resultado electoral con una suba, amenazan con una corrida si se pusiera en juego el rumbo económico y reclaman a su vez la reforma laboral y mayor ajuste fiscal.

Sin embargo, el gobierno perdió la elección, centralmente, por el ajuste que dominó la administración. El “paquete social” relativamente compatible con ese ajuste ya lo pusieron en práctica: reapertura de paritarias, bono a los jubilados, piso para Ganancias, las fallidas Ahora 12, el adelanto del aumento al salario mínimo. ¿Cabe esperar la reversión de semejante resultado con aspirinas complementarias del mismo tenor, pero de menor cuantía para no caer en una hiperinflación a la vuelta de la esquina?

La gran elección del Frente de Izquierda

Con un progreso en todo el país, fuimos la verdadera sorpresa de la elección. Porque hicimos la mejor Paso en la Ciudad de Buenos Aires (6,22%) y en provincia de Buenos Aires (5,22%) con la posibilidad de duplicar la representación parlamentaria actual si progresamos como en otras definitivas, concentrando el voto de izquierda y explotando la crisis política para destacar una salida de los trabajadores. Porque el batacazo jujeño (23,3%) puede aumentar esa representación, porque las fuertes elecciones en Neuquén y Santa Cruz (8%) y más todavía en Chubut (9,4%) muestran que donde la lucha de los trabajadores ha sido intensa somos identificados como una proyección política de esa lucha de clases.

Los planteamientos que exhibimos contra el ajuste del FMI, contra los bloques que nos gobernaron en las últimas décadas, por una salida de los trabajadores a la crisis le dieron contenido a la idea de ser tercera fuerza. La victoria de la lista 1A Unidad de la Izquierda en la abrumadora mayoría de las provincias pone en valor una vez más la cuestión estratégica del frente único de clase para enfrentar a los bloques capitalistas en todos los terrenos de la lucha de clases a partir de la herramienta de independencia política de los trabajadores que es el FIT Unidad. Crecemos en la base de los partidos patronales, especialmente del peronismo, levantando nuestras banderas y nuestro programa, y no abriendo el frente a la disolución con elementos centroizquierdistas de colaboración de clases.

Imposible no destacar los guarismos excepcionales en el segundo y tercer cordón del conurbano bonaerense, la gran concentración de la clase obrera argentina, donde está planteado incluso el ingreso a numerosos concejos deliberantes. Allí, como en todo el país, el Polo Obrero y el PO volcaron la más impresionante campaña militante que haya tenido la izquierda, algo que tuvo expresión en los más de 18 mil fiscales que logramos desplegar en todo el país.

Es un voto que refuerza los movimientos de lucha de ocupados y desocupados, el movimiento de la mujer, los movimientos ambientales y de lucha de la juventud. Es un voto que ofrece una salida de los trabajadores a las grandes movilizaciones del movimiento piquetero que pusieron en la calle y en la agenda sus reivindicaciones vitales.

La campaña que iniciamos hacia noviembre tiene que estar orientada a una intervención de los trabajadores en la crisis, tiene que prepararla dotándola de un programa de salida y de los métodos para reagrupar a los luchadores. La previsible contraofensiva del peronismo para recuperar terreno y venir por nuestros votos nace golpeada en la fractura del gobierno. Quienes pretenderán bloquear el giro a la izquierda de franjas de trabajadores cargarán con la mochila haber protagonizado una asonada interna para encumbrar a Massa.

Impulsaremos una gran campaña contra la reforma laboral y previsional, por la defensa de las indemnizaciones, por un aumento salarial y de las jubilaciones de emergencia, por el rechazo al acuerdo nacional con el FMI. Nos vamos a dirigir al electorado que no concurrió a la votación en repudio a este régimen y sus partidos para que nos vote, convirtiendo su bronca en una salida de los trabajadores a la crisis. En las organizaciones obreras tenemos que impulsar la ruptura con el gobierno, tanto en el movimiento obrero sindical como entre las organizaciones piqueteras.

A nuestros aliados les proponemos un gran Congreso del Frente de Izquierda Unidad para convocar a los miles de luchadores de todo el país que nos felicitan, entusiasmados, por el lugar conquistado. Aprovechemos este impulso extraordinario para organizar más y más trabajadoras y trabajadores, más y más jóvenes y luchadores, que a la postre abrirán definitivamente un curso a una Argentina de los trabajadores.