Políticas
7/5/2020
Debates sobre el curso de El Capital: ¿de dónde sale el capital que se invierte?
Cuál es el rol de la burguesía en la producción.
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En algunas comisiones del curso de El Capital surgió el problema de qué es lo que “aporta” el capitalista al proceso de producción.
En los planteamientos de la economía liberal la producción aparece como resultado de una serie de “factores”: el empresario aporta el capital; el trabajador el trabajo; y luego, la tierra, que es “aportada” para la producción por un tercer actor, el terrateniente. De esta manera, cada uno de los “factores” tiene una “remuneración”. Así, se considera que la ganancia es una “remuneración” al capital y la renta es una “remuneración” a la tierra, de la misma manera que el salario sería una “remuneración” al trabajo. En esto consiste, esencialmente, la teoría de los factores de producción
¿Es correcto este planteamiento del problema?
La teoría de los “factores de la producción” omite un hecho fundamental: el capital que aportan los capitalistas no fue fabricado por ellos mismos, sino que es el resultado de un proceso de producción previo. O sea, que el dinero que compra medios de producción y materias primas -además de fuerza de trabajo- para producir y vender la mercancía a un valor acrecentado, surgió asimismo de un proceso de producción previo y dará lugar, a su vez, a un nuevo proceso productivo.
La producción acrecentada por el trabajo humano (o sea incorporando la plusvalía) se convierte, al final de cada ciclo, en capital. La transformación de la plusvalía en capital es el elemento fundamental de la reproducción ampliada; o sea, de la acumulación de capital, porque permite movilizar una masa de medios de producción y fuerza de trabajo siempre acrecentada. De esta forma, el capital que se invierte no es más que el resultado del trabajo vivo aportado por los trabajadores en procesos de producción previos, que se cristaliza en forma de mercancías y luego de dinero, con una ganancia que se incorpora al capital original.
El mito del ahorro
El verdadero objetivo de la producción capitalista es la acumulación de capital. La satisfacción de las necesidades sociales se transforma en un medio para la acumulación de capital. De esta acumulación, los capitalistas restan una porción (de las ganancias) que destinan a su propio consumo individual. Esta porción de la ganancia, (el rédito) se descuenta de la acumulación de capital, porque es una masa de plusvalía que no se incorpora al nuevo proceso productivo. El rédito se consume en bienes, muchas veces bienes de lujo, que componen la canasta de consumo de la clase capitalista.
Las formulaciones apologéticas del capitalismo, sin embargo, presentan esta situación de forma invertida, porque se toma el supuesto “ahorro” de los capitalistas como base de la inversión. Especialmente los primeros economistas representaban así a la inversión como la contracara de una tendencia a la “frugalidad” o la “moderación”. De ninguna manera esto es así: el tren de vida de la clase capitalista lo demuestra. Pero lo más importante es tener en cuenta que la acumulación de capital tiene una dinámica propia que no tiene que ver con un mayor o menor “ahorro” en gastos personales de la clase capitalista, sino que los capitalistas acumulan capital como un objetivo en sí mismo.
La acumulación originaria
Ahora, si cada ciclo capitalista surgió de un ciclo productivo anterior, ¿de dónde surgió la acumulación primitiva del capital? Esta pregunta tiene que ver con el ascenso de la burguesía como clase social, al mismo tiempo que con la creación de otra nueva clase social, el proletariado, que solamente tiene su fuerza de trabajo para vender en el mercado. El proceso de la acumulación originaria fue la precondición para el desarrollo del capitalismo.
Combinó una serie de factores históricos muy precisos. Por un lado, un proceso de diferenciación interna y de crisis del campesinado en Inglaterra, que culminó en los “cercamientos” y la creación de una masa de la población privada del acceso a la tierra para producir sus propios bienes de uso. Por otro lado, el surgimiento de una industrialización que, en sus comienzos, fue una industria rural “a domicilio” empleando el trabajo de los campesinos semiproletarios en la producción textil por encargo.
Por otro lado, esto se combinó con el desarrollo de la producción colonial, la explotación de la plata americana, y el desarrollo a nivel mundial de las conquistas coloniales y el comercio mundial. El comercio internacional –y en primer lugar el comercio y la producción esclavista- junto a la producción colonial alimentaron la acumulación de masas de riqueza en los países europeos, que luego se volcaron a la producción capitalista.
La llamada “acumulación originaria” -en realidad, el proceso de desarrollo del capitalismo en los marcos de la Europa moderna- fue un brutal proceso de expropiación y sometimiento del campesinado, por un lado, y de la población colonial y los esclavos, por el otro, que ayudó a crear las fortunas que alimentaron el desarrollo del capitalismo.
La burguesía y la producción
El desarrollo capitalista fue prescindiendo cada vez más de la burguesía como factor activo de la producción. En realidad, la burguesía fue tendiendo cada vez más a un funcionamiento rentístico, mientras delega en los gerentes y “CEOs” la administración efectiva de las empresas capitalistas. Los gerentes, a pesar de ser formalmente asalariados, forman parte de la burguesía, en tanto las funciones que realizan son fundamentalmente las funciones de sometimiento de la fuerza de trabajo y de dirección de la inversión (la administración de los “recursos humanos”). Otra cosa es la dirección técnica del trabajo, que en sus orígenes la burguesía industrial naciente solía llevar adelante. Esta suele recaer muchas veces en capas calificadas de técnicos, que ocupan los escaños de dirección técnica de los procesos productivos e industriales. Aunque las funciones propiamente capitalistas de la dirección de la producción muchas veces se mezclan con funciones técnicas, es importante diferenciarlas, puesto que las funciones técnicas de dirección de la producción son inseparables del proceso productivo mismo, en condiciones de una elevada división del trabajo. Los apologistas utilizan adrede esta confusión para colocar a la burguesía como si fuera imprescindible para cualquier tipo de producción, llegado a un nivel de desarrollo técnico determinado.
Lejos de las fantasías de los apologistas, la burguesía es, en forma creciente, un parásito social.