¿Debe la izquierda proponer una asamblea constituyente?

La izquierda en Plaza de Mayo

Tanto el MST como el PTS han planteado en los últimos días como consigna una asamblea constituyente. Argumentan que la crisis política y económica del país se viene discutiendo en un cenáculo a puertas cerradas, en reuniones conspirativas al interior del gobierno, y que la salida a esta crisis debe ser materia de un debate abierto del conjunto del pueblo, lo cual requiere una constituyente. El PTS, particularmente, plantea que la asunción de Massa como jefe de Gabinete implica un “cambio de gobierno” donde asume el poder una figura que no fue votada. Aunque más aún valía para Guzmán, que no fue ni siquiera postulado en las listas.

El MST desarrolla el planteo de la mano de la consigna de “que se vayan todos”. El PTS, por el contrario, mantiene una ambigüedad en su planteo. Dado que si Massa es impugnado por no haber sido elegido, esa impugnación ¿no valdría para Alberto Fernández que lo designó y sí fue votado? Massa es una pata de la coalición gobernante y fue impulsado por el conjunto de la misma como ministro de Economía. Sus credenciales “institucionales” están fuera de discusión. La Cámara de Diputados inclusive avaló su reemplazo en el Congreso por una representante de su mismo espacio político. El Frente de Todos es integralmente responsable de las medidas que tome Massa.

El planteo del PTS viene luego de haber postulado candidatos a una elección presidencial con un año y varios meses de antelación. Esta postulación fue un aporte del PTS a la idea de que la resolución de esta crisis pasaba por las elecciones planteadas (por calendario) para dentro de más de un año, cuando lo que está planteado hoy en día es enfrentar el ajuste que condena a millones de trabajadores a la miseria. En una voltereta, ahora plantea la constituyente sin aclarar quién la convocaría.

El planteo de la constituyente pretende responder a un hecho cierto: el agotamiento histórico de un régimen democrático que ha fracasado en resolver cualquiera de los grandes problemas de la población, porque es un régimen de sometimiento al gran capital y al imperialismo. Y se apoya en el agotamiento del gobierno del Frente de Todos, que se juega con Massa sus últimos cartuchos. Pero ¿es la constituyente el mejor planteo para abordar la situación?

El planteo no se corresponde al momento político. Porque para que una constituyente pueda tener un rol progresivo tiene que ir atada a una movilización popular que coloque en agenda el conjunto de los reclamos de la clase trabajadora y que se enfrente abiertamente al poder político. No es la situación actual. La tarea central de la etapa es, justamente, desarrollar y ampliar la lucha contra el ajuste. El desafío que nos plantea Massa es si va a imponer su plan de estabilización o vamos poder derrotarlo en las calles defendiendo todos los reclamos populares. Las masivas movilizaciones piqueteras, la lucha del Sutna o las luchas docentes que se están desarrollando son todavía luchas aisladas. La burguesía explota ese aislamiento precisamente para una enorme campaña en contra, particularmente de la lucha piquetera. En ausencia de una movilización de fondo de la clase trabajadora, en una constituyente tendrían una expresión mayoritaria las corrientes que hoy dominan la escena política, siendo por lo tanto un nuevo escenario de acuerdos reaccionarios.

Este problema se refleja en la ambigüedad en el planteo del MST y el PTS respecto de quién convocaría la constituyente. Ninguno de los partidos dice con claridad que se tiene que ir Fernández para que una constituyente concentre plenos poderes, que fue el planteamiento, por ejemplo, que levantó la izquierda en la rebelión popular en Chile, contra Piñera.

Pero si no se va el gobierno, la constituyente no puede ser soberana. Una constituyente que convive con el poder del Estado es un parche al servicio de rescatar el régimen político vigente. El alcance revolucionario de las asambleas constituyentes fue el producto de que fueron la expresión de movimientos revolucionarios que plantearon el desmantelamiento del aparato estatal. En la Revolución Francesa, esto se verificó con la toma de la Bastilla y el armamento popular. En cambio, una constituyente para cerrar una crisis política es un mecanismo de rescate al régimen.

En Chile, por ejemplo, la enorme rebelión popular contra Piñera fue aplacada por un operativo político con dos pilares, por un lado, la posición de la CUT y el PC de defender la continuidad del gobierno; por el otro, la convocatoria constituyente fuertemente condicionada, que parió una constitución (que deberá refrendarse ahora) que no resuelve ninguno de los grandes problemas planteados por la movilización popular.

De manera tal que incluso en una etapa de rebelión popular, la constituyente puede tener un carácter de desvío de las energías revolucionarias hacia un terreno de debate estéril y de desgaste, donde los resortes del poder los sigue teniendo la burguesía. El socialismo lucha por un gobierno de los trabajadores (la expresión popular de la dictadura del proletariado) y solamente apoya una constituyente cuando abre un mejor terreno para luchar por ese objetivo.

Volviendo a la Argentina, no estamos en esta situación, y solamente una intervención del conjunto de la clase obrera puede abrir un cauce para una salida alternativa. La constituyente no contribuye a plantear esta salida. Su carácter progresivo dependería de quién tuviera la mayoría, una situación que no se modifica por el hecho de que la izquierda la plantee en conexión con un programa.

El centro de los desafíos de la etapa actual no está colocado en esta fórmula, sino en que la clase obrera intervenga en la crisis, con un programa de salida en función de sus propios intereses, un programa de reorganización que solamente puede ser abordado por un gobierno de los trabajadores. Y en sacar las conclusiones políticas del fracaso del peronismo y el conjunto de las fuerzas del régimen para resolver los problemas populares, apuntando a conformar un nuevo movimiento popular bajo banderas socialistas.