ACUERDO CON EL FMI

Default o pago: dos caras de la misma moneda

El ministro Martín Guzmán y la titular del FMI, Kristalina Georgieva

El razonamiento del gobierno nacional para imponer el acuerdo con el Fondo Monetario es típicamente extorsivo. La extorsión consiste en plantear que las consecuencias para el país del default con el Fondo serían tan tremendamente negativas que cualquier tipo de acuerdo que ayude a evitar el deafult es deseable.

Hay que tener en cuenta que el primer beneficiado con esta extorsión es el propio Fondo Monetario. Porque negociando sin plan B y asumiendo el default como la peor opción posible, el gobierno no tiene margen para resistir los reclamos del Fondo y termina capitulando inevitablemente. Así, archivó los reclamos de eliminar las sobretasas, de conseguir un plazo de 20 años de pago, comprometió metas de ajuste cada vez más duras y ahora está cediendo en el reclamo de un tarifazo en regla.

La extorsión que plantea el gobierno, en beneficio del Fondo, es por otra parte, bastante mentirosa. Porque en la medida que el pacto que se está firmando aumenta las tasas de interés y el endeudamiento en pesos, y no reduce el peso de la impagable deuda en dólares, el default que se esquiva hoy estará a la vuelta de la esquina en poco tiempo.

Oponer el default al pago, en nuestro país, es una ficción, simplemente porque uno conduce al otro. El default recurrente de la Argentina es la manifestación de la imposibilidad de fondo de resolver el peso del endeudamiento. Pone de manifiesto la inconsistencia entre la emisión de capital ficticio bajo la forma de deuda, que sirve para rescatar intereses capitalistas, socializando las pérdidas del capital bancario o incluso industrial, y su contraparte, la riqueza social creada y que el Estado recauda, fundamentalmente, a costa de la clase obrera. Riqueza que retrocede de crisis en crisis.

Cada una de las grandes bancarrotas nacionales, default incluidos, fue el escenario de golpes crecientes contra las masas. Es que el default no implica un desconocimiento de la deuda ni una reorientación política rompiendo con el Fondo Monetario para abrir un curso alternativo, sino un fracaso en conseguir los recursos para garantizar los pagos, que abre nuevos golpes contra el pueblo para obtenerlos. El default de Alfonsín fue la antesala del plan Brady y las privatizaciones. El de Rodríguez Saá, de la devaluación y la “pesificación asimétrica”, rescatando a la banca a costa de los ahorristas. El “reperfilamiento” de vencimientos de Macri y luego de Fernández fue la contracara de un enorme ajuste mediante la inflación y devaluación.

Pero, además, hay que tener en cuenta cómo se llegó a esta situación. En todos los terrenos, la negociación con el Fondo Monetario refleja la incapacidad de todo el régimen político de la burguesía nacional y el imperialismo de dar una salida a los problemas de fondo del país. Por ejemplo, la discusión sobre tarifas. Se discute si la remuneración de las viejas privatizadas de la energía o el transporte deben recibir su remuneración por la vía de subsidios o tarifas, sin que al gobierno se le ocurra abrirles las cuentas, después de que en 2021 recibieran la montaña de 11.000 millones de dólares. O qué hacer con la deuda, que el mismo gobierno reconoce que fue tomada mediante métodos ilegales y destinada a la fuga de capitales, pero acepta pagar sin investigación. Una deuda que resulta un verdadero mecanismo de confiscación social en favor de capital financiero, armado a partir de estafas recurrentes contra el país.

La extorsión que nos plantean tiene que ver, una vez más, con el rescate de los intereses parasitarios que han hundido al país las últimas décadas. De este laberinto se sale por arriba, lo cual implica rechazar los términos derrotistas planteados por la falsa alternativa entre default y acuerdo. La salida es levantar un programa que rompa, justamente, con estos intereses, esto es, en el programa que levanta el Frente de Izquierda: el no pago de la deuda, la nacionalización de la banca y el comercio exterior, para volcar el conjunto del ahorro nacional a un plan económico que ponga el centro en resolver las necesidades populares.