Defendamos Brukman y todas las fábricas recuperadas
Amenaza de cierre
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Brukman, uno de los principales emblemas de las fábricas recuperadas, está en peligro de cerrar sus puertas. La fábrica se encuentra en una situación económica muy comprometida, con los compañeros cobrando sueldos menores a un ingreso de indigencia. Esta situación fue el terreno para que prospere una política de desmoralización y de derrota que, ahora, ha tenido un punto culminante. Luis Caro, el abogado que actúa de apoderado de la firma, llevó la propuesta de cesar las actividades, buscar algún interesado en comprar el inmueble, pagarle al gobierno de la Ciudad el dinero que puso en el juicio de quiebra por la expropiación del inmueble y repartir el sobrante entre los trabajadores. Esta propuesta fue aprobada mayoritariamente en una reciente asamblea. Sólo un reducido grupo de compañeros se opuso.
Brukman ha sido blanco de un sabotaje permanente por parte del Estado. Los compañeros de la cooperativa fueron abandonados a su suerte, y debieron enfrentar la competencia de un mercado dominado por grandes empresas textiles. Quedaron confinados a producir trabajos para terceros. En todos estos años, no lograron superar esa condición y debieron contentarse con actuar como tercerizadas de algunos intermediarios o de grandes fabricantes de ropa para hombre, sometido a precios y condiciones de pago leoninas.
Subsidios eliminados
El auxilio económico estatal se limitó a algún subsidio, una suerte de Repro, y desembolsos ultralimitados y esporádicos en relación con las necesidades para el mantenimiento de la maquinaria. Pero en los últimos años, el Estado suprimió también este auxilio. Los compañeros venían solicitando la duplicación de un subsidio que ascendía a 600 pesos. La respuesta del Ministerio de Trabajo fue cortar todo tipo de ayuda. La cooperativa obtuvo un convenio con Aerolíneas para fabricar uniformes. Los funcionarios de La Cámpora, al frente de la compañía, hicieron gala con Brukman de los mismos métodos patronales que esgrimen al interior de la empresa. Pero el Estado también le soltó la mano en esta esfera y no renovó el convenio. Esto acentuó la crisis de Brukman, en medio de la recesión general.
Brukman es unas de las pocas fábricas donde se completó el trámite de expropiación. El gobierno de la Ciudad pagó 9.000.000 por el edificio y donó las maquinas a los trabajadores. Según la ley de expropiación, luego de tres años de gracia, los obreros deben pagar esa suma en 20 años, en cuotas semestrales. Pero, en la actualidad, esa deuda constituye una hipoteca insostenible.
La política de Caro -que la conducción de la cooperativa respalda- fue un obstáculo permanente para encarar una lucha a fondo y revertir este proceso. Brukman permaneció estos años al margen los grandes movimientos de lucha de la clase obrera. La orientación que se pretendió consagrar -incluso a contramano de la rica experiencia que le tocó recorrer durante sus primeros años de existencia- fue la ficción autogestionaria -es decir, la ilusión de que eran dueños y que la salida dependía de su propia capacidad de gestión.
¿Negocio inmobiliario?
Este escenario ha sido el caldo de cultivo para abrirle paso a la propuesta mencionada, con el anzuelo de que cada trabajador podrá llevarse una suma importante por ello. Es muy probable que detrás de esta salida exista un fuerte negocio inmobiliario, que no podría prosperar sin la complicidad de los dos gobiernos. La tajada del león de esta transacción irá a parar a otras manos, y no precisamente a los trabajadores.
El caso de Brukman enciende la alarma para el conjunto de las empresas recuperadas, y vuelve a plantear la necesidad de un programa y de una lucha de conjunto por la expropiación sin pago de las empresas y su transferencia gratuita a los trabajadores, la creación de un fondo compensador que garantice el salario de convenio a todos, la condición de proveedores privilegiados del Estado y la obligación estatal de asistir con el crédito a los emprendimientos de los trabajadores para capital de trabajo, así como para su reequipamiento y modernización. Es necesario que impulsemos un plan de lucha en común.