Políticas

22/3/1991|325

No es solo “pobreza”

Del cólera a la cólera

No es completa la afirmación de los sanitaristas que han caracterizado al cólera como "patología de la pobreza”. Hay mucho más que esto. El germen de esta enfermedad se propaga allí donde los desagües cloacales entran en contacto con el agua potable, lo cual denuncia un colapso completo de tos servicios públicos a cargo del Estado. Por otro lado, si las defensas contra la infección sólo resultan insuficientes "en los desnutridos, los aquejados de enfermedades consuntivas y en estados preclínicos sumamente frecuentes en las villas de emergencia” (Clarín, 22/2/91), ello revela un verdadero retroceso social de parte de sectores enormes de las masas. En resumen, más allá de la “pobreza” — que hasta ahora había sido invulnerable, al menos al cólera, la aparición de esta epidemia traduce todo el cuadro de descomposición del Estado burgués y del régimen capitalista de producción. La emergencia del cólera al lado de tos enormes progresos científicos, en especial en el campo de la salud, muestra el grado agudo que ha alcanzado la polarización social bajo el capitalismo.

La fulminante diseminación del cólera en Perú y su inminente extensión a otros países cercanos, delata un cuadro de completa degradación que es social y política. En Lima, "el 70% de sus ocho millones de habitantes sobreviven en barrios marginales, en condiciones infrahumanas” (Río Negro, 13/2). En esa ciudad, "el 40% del agua potable está contaminada por materia fecal, según mostró un estudio dispuesto por la alcaldía” (id.). Para fines de marzo, se espera que 300.000 habitantes —uno de cada 70 peruanos— esté afectado por el mal, que podría tornarse endémico (permanente).

Un funcionario peruano responsabilizó por la epidemia a "todos los gobiernos de los últimos treinta años” (Clarín, 20/2), una visión que es parcial, toda vez que no se puede llegar a semejante crisis sino es como consecuencia de una amplia descomposición del régimen social imperante. Los gobiernos no han hecho más que reflejar tos límites insalvables de la clase capitalista que representan. Las manifestaciones de deterioro de la vida urbana no se limitan al “tercer mundo”, son evidentes en Nueva York, Londres, Tokio, así como en muchas ciudades importantes donde tos gobiernos municipales están en quiebra.

La rapacidad de tos explotadores se ha acentuado con la peste encima. En las zonas limeñas “sin agua potable, la distribución del agua no está en manos del gobierno sino de particulares” (Clarín, 24/2). De manera que en la barriada de Huaycan, “acaba de inaugurarse una planta de abastecimiento de agua potable que será vendida en la región (a razón de) un dólar el tacho de 50 litros”. Pero, en Lima, el salario de un empleado público equivale a 60 dólares...

Al renunciar recientemente a su cargo, el ministro de salud peruano señaló que “el resto del gabinete se ha mostrado especialmente preocupado de quitarle responsabilidad al consumo de pescado... cuestión de que no mermen las exportaciones" (Página 12, 19/3). En efecto: para salvar el "prestigio” de las exportaciones peruanas — cuya contrapartida de dólares irá a pagar la deuda externa, Fujimori no ha vacilado en “propagandizar” la ingesta de pescados y vegetales crudos, lo que — bajo las condiciones sanitarias que soporta el pueblo peruano— ha agravado la epidemia actual.

Una única plaga

Los epidemiólogos consideran virtualmente inevitable la extensión de la peste a Bolivia, Brasil y Argentina. En el conurbano bonaerense, "todos los elementos están dados para un crecimiento explosivo”, pues existe la posibilidad de “que a través de los millones de pozos ciegos del gran Buenos Aires, el germen logre contaminar la napas superficiales. Si ello sucede, estalló la epidemia” (Clarín, 22/2).

Los “consejos" televisivos apenas consiguen disimular la realidad del hacinamiento, de la ausencia de redes cloacales y de agua potable y el desastre sanitario que afecta al 60% de las barriadas en los centros urbanos del país. Apenas en Jujuy —donde, por razones geográficas, se ha montado un “operativo especial de prevención”— tos trabajadores de la Sanidad han denunciado que deberán enfrentar la plaga con un hospital desmantelado.

En los últimos tiempos, la lucha contra la miseria física y moral tuvo formas diversas y en gran parte independientes unas de otras. Los médicos y enfermeras luchaban contra la liquidación de la salud pública y por su profesión; los barrios por la tierra, la vivienda y la provisión de servicios esenciales; tos diversos movimientos populares por la defensa del niño, del discapacitado, de la tercera edad; la clase obrera en su conjunto, contra la miseria salarial y los despidos. La aparición del cólera tiene un efecto de síntesis, de unificación. Por un lado, neutraliza el valor de cada una de aquellas reivindicaciones separadas de las otras. Por el otro lado, plantea la defensa de la vida contra condiciones sociales que llevan a la muerte.

Se plantea así una lucha de alcances políticos vastos, lo cual quiere decir revolucionarios, que obliga a todas las grandes organizaciones obreras y a la acción de todos los oprimidos. La lucha contra la miseria y contra la enfermedad y la muerte exigen un plan de obras públicas, de vivienda, y de saneamiento urbano gigantesco, y la elevación inmediata del valor en proteínas de la alimentación de las masas. Semejante exigencia coloca sobre el tapete el no pago de la deuda, la expropiación de los monopolios, el control obrero, es decir el gobierno de los trabajadores.

Los usureros imperialistas y sus “pares” nacionales son incapaces de asegurar a una amplia masa de oprimidos el derecho a la supervivencia. Para estas masas, la expropiación de los explotadores se ha tornado una cuestión de vida o muerte.