Políticas

3/5/1991|329

Se deschava la conspiración menemista

Derrumbe carapintada

El juicio a los sublevados del 3 de diciembre ha puesto en evidencia el total y definitivo derrumbe político del otrora temible “ejército nacional” carapintada.

La defensa de Seineldín argumentó que el coronel no hizo nada “porque estaba preso”. El teniente coronel Pérez Cometto, quien ocupó el Regimiento de Patricios, argumentó que “no tuve oportunidad de irme… porque no tenía claridad mental… por haber ingerido la noche anterior somníferos y vino”. El defensor del mayor Fernández pretextó que el rebelde no era su defendido sino “otro Fernández”. Otro “prócer” carapintada, el teniente coronel León —quien estaba encargado de las “negociaciones políticas” con el gobierno y en virtud de las cuales se entrevistó con el jefe de la SIDE en la mañana del 3 de diciembre— negó toda vinculación con el levantamiento y se declaró, apenas, “un comedido”. Sólo uno de los acusados, y el de menor grado militar, aceptó su participación en los sucesos. Todos quieren salvar el propio pellejo, una actitud que no tiene nada de “heroica”, pero que revela su completa e irreversible bancarrota política.

Durante años, los carapintadas repitieron que el ejército era la quintaesencia del “honor nacional” y que, por lo tanto, se encontraba por encima de las clases. Pretendían que las fuerzas armadas eran la columna vertebral de la nación. Los carapintadas —enemigos jurados del marxismo— nunca llegaron a comprender algo que Marx explicaba hace ya 150 años: que la fuerza armada no puede ir históricamente más allá de la sociedad que lo sostiene y a la cual defiende. La ilusión militarista de que el ejército está por encima de las clases encubre su función de guardia pretoriana de la clase social dominante. Bajo los gobiernos de Perón y de Onganía han sido incapaces de superar las limitaciones de la “civil” burguesía nacional.

El vuelo carapintada duró mientras actuaron como fuerza de choque de la burguesía argentina y el imperialismo para obtener la amnistía de los genocidas y la militarización del Estado. Los que se creyeron la “vanguardia armada del honor nacional” eran apenas el instrumento de sus enemigos, el generalato “liberal” y “administrativo”, la “partidocracia” y el Pentágono. Ya en ocasión del levantamiento de Martelli, en Prensa Obrera señalábamos que cada “victoria” de tos carapintadas tos acercaba a su desintegración.

Una vez que estos objetivos fueron conseguidos, el “Juguete rabioso” fue desechado. Hasta sus “camaradas de armas” Bussi, Menéndez, FAMUS, La Prensa y hasta loa también carapintadas Aldo Rico, Venturino y Barreiro tos abandonaron, algo que también Prensa Obrera previó con anticipación.

El levantamiento de diciembre no era el portavoz de ningún reclamo de la burguesía, por eso fue reprimido y sus mentores están hoy en el banquillo de los acusados.

Una maniobra reaccionaria y encubridora

Los democratizantes de todos los pelajes saludan el juicio a los carapintadas como el indicio de que en Argentina se está fortaleciendo el “orden constitucional”. El gobierno menemista impulsa el juicio como una vía para “depurar” las fuerzas armadas de todos los elementos que, como tos carapintadas, “no están a tono con los tiempos” y para “redimensionar y reestructurar” al ejército en tos moldes del Pentágono. No hay que olvidar que tos seineldinistas condenaron la invasión yanqui a Panamá y la participación argentina en la carnicería del Golfo Pérsico.

La orientación del fiscal Moreno Ocampo, apunta a encubrir la responsabilidad del presidente, sus ministros, sus funcionarios y el conjunto del régimen político en sus conspiraciones con Seineldín en su época de oro.

Sin ser desmentido por el gobierno, en el juicio se ha revelado que tos nombramientos de Ítalo Luder y de Humberto Romero como ministro y secretario de Defensa fueron pactados con Seineldín. “El teniente coronel Solari —que se identificó como integrante de la Comisión de Defensa durante la campaña electoral de Menem—señaló que ‘cuando Menem fue electo, y en el lapso que medió hasta su asunción, mantuvo reuniones en la Dirección de Apoyo con el general Cáceres, Seineldín, Skalany y yo” (Ámbito Financiero. 25/4). El general Skalany lo confirmó. “Menem le dijo a Cáceres —contó Solari— ‘General, hace mucho tiempo que usted ha sido propuesto para la Jefatura del Ejército, poro arregle primero con Mohamed” (ídem).

Entre los asiduos visitantes a Seineldín se cuentan el ex secretario de Justicia, César Arias, Amalita Fortabat, el ex asesor de Menem Carlos Spadone. El ahora “comedido” teniente coronel León, “operador político” de Seineldín, se entrevistaba habitualmente con el jefe de la curia, monseñor Quarracino y también con el antidivorcista Ogñeñovich. Tenía “contactos” con el jefe de la SIDE, Hugo Anzorreguy, y con los ministros y secretarios Mera Figueroa, Kohan, Bárbaro, Corzo, Barrionuevo, Beliz y Cardozo. Hasta el publicitado juez Piotti estaba en la agenda de los “contactos” de León.

“Desde el presidente Menem hasta el más genuflexo de su entorno animaron a estos hombres”, lagrimeó uno de los defensores (Página 12, 17/4), algo que no absuelve a los carapintadas pero que desnuda al oficialismo como conspirador y encubridor de los golpistas. Como decíamos en diciembre, es necesario sentar en el banquillo de los acusados a todos los funcionarios oficiales para que revelen las trenzas y actividades conspirativas contra el pueblo y las libertades democráticas que tramaron con los carapintadas.