Políticas

29/9/2006|965

Desaparecido

Para Kirchner, Jorge Julio López no sería un desaparecido.

Es decir que no habría sido secuestrado.

O sea que no operan en Argentina fuerzas para-policiales.

Que la ‘bonaerense’ no existe.

Que la Side no encubrió el atentado de la Amia.

Que el ‘gatillo fácil’ es un cuento sin fundamentos.

Que no hubo grupos de tareas en diciembre de 2001.

Si Kirchner piensa que J.J. López no es un desaparecido, quiere decir que cree que podrá llegar a un compromiso con quienes lo secuestraron.

Los secuestradores no quieren voltear a Kirchner, porque saben que cuenta con el apoyo de los capitalistas que, como dicen los funcionarios del gobierno, están haciendo enormes ganancias.

Quieren una mayor impunidad para los servicios de seguridad y la protección de sus miembros.

La política de derechos humanos, de la que se jacta el gobierno, ha encontrado sus propios límites, o sea el aparato represivo del propio Estado.

Sin la disolución de los aparatos de represión, por naturaleza conspirativos, no hay forma de acabar con la impunidad.

Kirchner enfrenta una crisis política enorme, de la cual quiere salir por la tangente —con una negociación.

No llama a una movilización, como tampoco lo quiso hacer Alfonsín en 1987.

Los borocotós del oficialismo y los piquetruchos, en lugar de unir fuerzas en la movilización, están usando la desaparición para acentuar sus disputas de camarilla.

Solá y Arslanián, de un lado, Aníbal Fernández del otro.

Carlotto vs. Bonafini.

Frente a un peligro real, ponen en primer lugar sus apetitos.

Movilicemos fuerzas.

Aparición con vida.

Ningún compromiso con las ‘fuerzas de tareas’:

Castigo a los culpables.