Desocupación, trabajo y explotación capitalista
Seguir
La tasa de desocupación del 11,4%, que la semana pasada difundió el Indec, está “dibujada”. No incluye a los que cobran “planes sociales” a cambio de “contraprestaciones”. Tampoco incluye a quienes hacen alguna changa y trabajan apenas algunas horas semanales. Es la desocupación encubierta, que alcanza a casi el 12% de la población en condiciones de trabajar. Resultado: de los 15 millones y medio en condiciones de trabajar, 4 millones de trabajadores, uno de cada cuatro, están en situación de desempleo.
Esta cifra tampoco incluye una enorme cantidad de empleo marginal, vinculado a trabajos por completo inestables y/o precarios, como pueden ser diversas formas de venta callejera, “servicios personales” como el trabajo a domicilio, modalidades de trabajo rural, etc. La estadística oficial los considera como “ocupados plenos”.
Algo más todavía: la franja de la población sin empleo que no buscó trabajo en la semana previa a la encuesta respectiva no es considerada como “desocupada” sino como “inactiva”, como los niños y los ancianos. Este pelotón lo integran quienes han sido desmoralizados por la búsqueda crónica e infructuosa de trabajo o por las ofertas miserables en materia de condiciones laborales y de salario.
Es difícil contabilizar el número de desempleados “ocultos”, así como el de los desocupados que no buscan trabajo en el momento del registro de datos, pero diversos estudios permiten suponer que podría estimarse, en un cálculo conservador, en algo más del 10%. Así, el desempleo, en sus diversas manifestaciones, llegaría al 35% de la población activa, lo que representa un total de aproximadamente 5 millones y medio de trabajadores.
Trabajo en negro
Kirchner reivindicó que el desempleo haya bajado con respecto al momento culminante de la bancarrota de 2001/2002. Esta baja se debe al aumento espectacular del trabajo en negro, después de tres años consecutivos de crecimiento de los negocios capitalistas a “tasas chinas” y gracias a una explotación igualmente “china”.
El trabajo en negro, que afecta al 50% de los trabajadores ocupados, no es lo opuesto a la desocupación. Todos sabemos que es sinónimo de una completa precariedad en el empleo. El trabajador que no está en blanco no tiene la menor garantía de estabilidad, puede ser despedido en cualquier momento sin indemnización. El gobierno de Duhalde, primero, y ahora el de Kirchner, llevaron el “negrerismo” a magnitudes inigualadas en el pasado. En el propio aparato estatal campean el trabajo precario y flexible “por contrato” y hasta la ignominiosa “contraprestación” por... 150 pesos (y, a veces, algunas chirolas más).
El mejor ejemplo de todo esto es el de la construcción, donde el despliegue del trabajo precarizado es inescrupuloso. Es un fenómeno que carece de perspectiva porque está asociado a movimientos especulativos del capital, que son parte de un ciclo internacional que ya entró en estado de agotamiento. Por otra parte, el ritmo de incremento de los empleos ha venido cayendo sistemáticamente: crecieron por más de un 3% en 2005, un tercio del crecimiento de la actividad económica. En 2003, en cambio, el aumento de la ocupación era similar al de la actividad económica.
Sobretrabajo
Una cifra semejante a la del desempleo total es la del número de personas en situación de “sobretrabajo”: quienes trabajan más de 46 horas semanales alcanzan el 38% de la población activa. Esto significa que en la Argentina “productiva” casi la mitad de la población no trabaja como corresponde y la otra mitad lo hace más de lo que debería, siempre por salarios miserables. Los “datos sociales” del progresismo kirchnerista son todavía peores que los del menemismo “neoliberal”.
Es necesario plantear el reparto de las horas de trabajo sin disminución del salario y con un mínimo equivalente a la canasta familiar.