Políticas

7/10/1993|403

Después del 3

La victoria menemista del domingo pasado no suprime en absoluto la realidad de tres millones de jubilados que sólo ganan 150 pesos por mes; de cinco millones de trabajadores con sueldos inferiores a los 500 pesos; de dos millones y medio de desocupados; de escuelas y hospitales que se caen; de las víctimas del vino adulterado, del gas tóxico, de la meningitis y del cólera.


Tampoco suprime la certeza de nuevos ataques contra el pueblo, como la “reforma laboral”, que acaba con los derechos sociales; la arancelización de la educación; la mayor represión policial; nuevos impuestos y tarifas.


La victoria menemista no ha suprimido las perspectivas de nuevas y grandes luchas; al contrario, las ha acentuado.


Si el domingo pasado las víctimas del actual gobierno superexplotador votaron, en algunos distritos mayoritariamente, por su victimario, este hecho delata la naturaleza de la oposición política actual. Storani, Solanas, Chacho Alvarez y Polino no se cansaron de reivindicarse como los más consecuentes defensores de la “estabilidad”, ocultando, claro, que esta “estabilidad” supone aquellas jubilaciones, aquellos salarios, aquellos desocupados y aquellas víctimas. No percibieron que como hijos putativos, uno del alfonsinismo, otros del menemismo, tenían menos títulos ante el electorado que los hijos legítimos como Pierri, Erman González o el sanjuanino Escobar. Otro hijo putativo del menemismo, Aldo Rico, no consiguió avanzar como prometía, a pesar de su descarada demagogia.


Encerrado en la alternativa de dos polos igualmente capitalistas, el electorado trabajador prefirió extender al gobierno el plazo para resolver sus problemas. Dio un indicio de esta posición al votar por Duhalde, que se desmarcó todo el tiempo de Menem, y no por Cavallo en Córdoba o Reutemann en Rosario. Las realidades de estas dos grandes ciudades difieren poco del Gran Buenos Aires, y sin embargo en las primeras triunfó la oposición. Al final, el electorado trabajador repudió los discursos “éticos” y “jurídicos” que, pretendiendo capitalizar la corruptela existente en el gobierno, en realidad escondían la complicidad con éste en los ataques a las condiciones de vida y conquistas sociales del pueblo. Con la moral y el derecho no se come. Entre el código civil y los dineros que repartió Duhalde, sustraídos al Fondo de Reparación Histórico del conurbano, los electores se quedaron con estos últimos.


La izquierda que se presentó al margen del Frente Grande, hizo de conjunto una mala elección, principalmente porque el proceso de desintegración del PC y del viejo Mas aún no ha concluido. Pero el Partido Obrero, a través del FIT y de una campaña política enérgica, hizo una buena elección. Superamos por lejos nuestros registros electorales pasados, no solamente en Buenos Aires, sino también en Santa Cruz, Neuquén y San Luis. El FIT no tuvo una mayor presencia electoral, porque recién se formó a fines de agosto, razón por la cual una gran parte del electorado llegó a ignorar su existencia.


Las elecciones no suprimieron la crisis del régimen político, solamente le dieron a la burguesía un nuevo plazo para enfrentarla. No se ha hecho aún el escrutinio definitivo y sin embargo Cavallo enfrenta su mayor crisis política, como consecuencia del fracaso de su tentativa de copamiento de la Corte Suprema. La UCR, por su lado, luego de su charlatanerismo contra la corrupción se apresta a firmar un pacto con el gobierno corrupto para reformar la Constitución. Recibiría a cambio de ello la posibilidad de alterar la composición de la Corte, otro senador por provincia y hasta un ministerio coordinador. Exactamente el plan del embajador Cheek. La variante del plebiscito habría sido por el momento desechada, porque el gobierno teme perderlo. No se puede descartar que las negociaciones para un pacto PJ-UCR terminen provocando la división del radicalismo.


A partir de las perspectivas de una crisis política que deberá acentuarse y de un calvario popular que no se atenuará sino que se agravará, la consigna que emerge es unidad para luchar; unidad para recuperar las organizaciones obreras para la lucha; unidad para movilizarnos por la defensa de las libertades democráticas y las conquistas sociales contra los proyectos oficiales y contra la propuesta de reforma constitucional. La consigna es unir en todos lados a los luchadores.


El Frente de Izquierda y los Trabajadores ha trazado un rumbo, que el Partido Obrero va a defender para poder profundizarlo. Las elecciones permiten efectuar un recuento momentáneo de fuerzas, pero no alteran los datos de fondo. El Partido Obrero pretende aprovechar el crecimiento que registró en las elecciones para impulsar la alternativa social y revolucionaria.