“Dónde hay un laburo, viejo Gómez”

El desarrollismo K y la crisis mundial

Mientras la Presidenta y sus ministros celebran el “calentamiento” de la economía, las estadísticas de empleo acaban de aportar un dato contundente: “a pesar de la fuerte recuperación económica, el empleo privado apenas superó la marca alcanzada en 2008” (Clarín, 2/1). Entre 2008 y 2010, el producto bruto creció en alrededor de un 5%; la fuerza laboral empleada por empresas privadas sólo un 1,5%. Pero en la industria, específicamente, la cantidad de obreros ocupados cayó casi un 2% y en la construcción, el 6%. (La estadística global se “salvó”, en consecuencia, por el aumento en los servicios, fundamentalmente el empleo público.) En conclusión: con menos trabajadores en las fábricas se produjo bastante más que en 2008. La flexibilidad laboral, las horas extras y las jornadas superiores a las ocho horas -en especial entre los trabajadores en negro- han pautado el proceso capitalista.

Emerge de aquí un dato fundamental: incluso en un marco de una actividad industrial creciente, el capital responde en Argentina con los mismos métodos que ha adoptado en las naciones industriales en crisis: una reducción de la fuerza de trabajo en relación con el capital aplicado y a la producción. Se cae a pedazos, de este modo, la tesis del oficialismo de que Argentina se distinguiría por evitar el ‘ajuste’ que caracteriza a Estados Unidos, Europa y Japón. La razón de esto es fácil de entender: aunque las estructuras económicas de los países son diferentes y también están envueltos en la crisis mundial de una manera distinta, el capital internacional enfrenta un derrumbe de conjunto, cuya salida debe pasar por el reforzamiento de la explotación de la fuerza de trabajo. En un cuadro de ‘guerra monetaria’ y de choques comerciales más intensos, la variable de ajuste más importante del capital es incrementar la tasa de explotación de la clase obrera. La economía K, por más que Boudou se ‘caliente’ el bocho, no escapa a estos condicionamientos.

Es, precisamente, la presión del ‘ajuste’ lo que lleva al gobierno a establecer ‘pactos sociales’ que mantengan la tercerización -e incluso la refuercen- y topes salariales. Toda la llamada política económica K es ‘funcional’ a las presiones de la crisis mundial. Cuando el ‘calentamiento’ económico se revierta, lo cual ocurrirá inevitablemente porque obedece a factores especulativos, esta presión del capital sobre la fuerza de trabajo se acrecentará considerablemente más.