Políticas

13/3/2019

Dos aviones caídos y 346 muertos, en el altar del negocio capitalista

Las consecuencias de las políticas ´low cost´.

La caída, en menos de seis meses, de dos aviones modelo 737 Max 8, los más modernos de la fabricante norteamericana Boeing para vuelos de corta y media distancia, apenas minutos después de haber tomado altura y que provocaron la muerte de un total de 346 pasajeros y tripulantes, ha causado una conmoción pocas veces vista en la historia de la aviación comercial.


En una muestra de la gravedad de la situación, en las últimas 72 horas más de 30 aerolíneas de distintos países decidieron dejar en tierra a los aviones de este tipo que tienen en sus flotas y la Unión Europea, China, India, Australia y varios países asiáticos, entre otros, prohibieron directamente su circulación sobre su territorio.


La dimensión del desastre obligó al propio Trump a pedir un informe a los directivos de Boeing y en el Congreso norteamericano tanto demócratas como republicanos plantearon la necesidad de formar una comisión investigadora del Legislativo para determinar las razones de las caídas y verificar la seguridad de los 737 Max 8.


Desde la década de 1970, cuando los DC-10 de McDonnell Douglas tuvieron sucesivos accidentes fatales, ningún modelo nuevo había estado involucrado en dos accidentes mortales en un período tan breve de tiempo, dijeron a la prensa analistas de la actividad.


Boeing modelo 737 Max 8, similar al que se estrelló en Etiopía.


“Reducción de costos” y seguridad


Los737 Max 8, son uno de los preferidos por las empresas aéreas para vuelos de corto y medio alcance, especialmente (aunque no exclusivamente) por las denominadas low cost, dado su “menor costo de explotación”, según las compañías usuarias.


Boeing afirmó, al presentar el B737 Max 8 hace menos de dos años, que los costos operativos de este avión son los más bajos del segmento de aeronaves de pasillo único, con una reducción del 8% por asiento frente a sus competidores, “debido a la disminución de las necesidades de mantenimiento”.


Pero los primeros análisis de los dos desastres parecen indicar que una “función de seguridad” automática – denominada MCAS –, que queda fuera del manejo de los pilotos y que ha sido incorporada con este nuevo modelo, es la que ha tenido que ver con los dos accidentes mortales.


Además, según destacaron especialistas del sector y asociaciones de pilotos, cuando el 737 MAX 8 fue lanzado en 2017, “Boeing no informó cabalmente a los pilotos cómo funcionaba el MCAS ni incluyó esa novedad en sus entrenamientos y varias federaciones de pilotos criticaron severamente a la empresa por esa razón” (El Nuevo Diario, Puerto Rico, 11/3).


“La situación es más grave de lo que parece porque los pilotos no tenemos la información (sobre el MACS) por parte del fabricante”, dijo Pablo Biró, secretario general de APLA, el sindicato que agrupa a los pilotos de nuestro país, quienes fueron los que decidieron no volar los cinco 737 Max 8 de Aerolíneas Argentinas, y obligaron a la empresa a dejar los aviones en tierra.


Crisis


La crisis que se ha creado con los dos desastres aéreos tiene una repercusión enorme en un negocio también enorme. Boeing – que nació como empresa productora de aeronaves para la Fuerza Aérea norteamericana y tiene entre sus “lauros” haber sido la fabricante del Enola Gay, el avión que arrojó la bomba atómica en Hiroshima, y de los B 52 que regaron de napalm a Vietnam – es una de las dos más grandes fabricantes de aviones del mundo, junto a la europea Airbus.


Tiene un total de 153.000 empleados y facturó 101.000 millones de dólares en 2018, con beneficios que superaron los 10.000 millones de dólares. Cada uno de los 737 Max 8 estrellados tiene un valor de fábrica que ronda los 120 millones de dólares y, según informó su fabricante, tenía pedidos unos 5.100 aviones de este tipo, lo que supone un total de 612.000 millones de dólares.


Boeing es también una de las más grandes empresas de los Estados Unidos, clave en la industria militar y mimada del gobierno de Trump. Desde que este asumió, en el 2016, las acciones de Boeing han triplicado su valor.


Pero luego del segundo accidente, ocurrido en Etiopía, esos valores se derrumbaron en la bolsa de Nueva York. Entre los dos días, sufrieron una caída de casi el 12%, lo que supone una pérdida de alrededor de 27.000 millones de dólares en su capitalización.


La autoridad aeronáutica norteamericana – la Federal AviationAdministration (FAA) – le ordenó ayer a Boeing “realizar mejoras urgentes en el sistema de control y maniobra” de su avión más vendido y le dio “plazo para ello hasta el próximo mes de abril”, dijo el organismo en un comunicado. Esto supone que la FAA conocía perfectamente las fallas en el mecanismo de seguridad automática, que serían las responsables de ambos accidentes y que solo interviene ahora – muy limitadamente –, cuando los hechos toman carácter de crisis general.


Tan limitada es la intervención como enorme es el negocio que hay detrás. La FAA no obligó a ninguna aérea norteamericana a mantener preventivamente en tierra a este tipo de aviones, pese a que tienen decenas de ellos en sus flotas muchas de las grandes de ese país como American Airlines y Southwest. Tampoco los detuvieron otras grandes usuarias como Air Canada: el negocio ante todo.


Boeing anunció que va a incorporar modificaciones en los sistemas de software operativo de los 737 Max 8, en un reconocimiento de que conocía las razones de la falla del primer avión caído y nada hizo para prevenir el segundo: aquí también, el negocio ante todo, aunque cueste la vida de centenares de personas.


Producto de la crisis económica global y su reflejo en la actividad de los viajes, las aéreas tradicionales – en el mismo camino que las low cost – buscaron reducir drásticamente los costos y comenzaron a encargar aviones más económicos en su operatoria, además de avanzar en el ajuste y la explotación de los trabajadores.


Los ajustes se trasladaron a los fabricantes. Ante esa demanda de las aerolíneas, tanto Airbus como Boeing se rehusaron a diseñar modelos completamente nuevos alegando que el grado de eficiencia alcanzado no justificaría la inversión. 


“Al final, Airbus tomó la delantera con una adaptación mínima de su A320. Boeing también optó por reconfigurar su modelo 737 para convertirlo en un 737 MAX 8” y en la “modernización” incluyó el mecanismo que ahora es sospechado como responsable de los dos desastres (agencia EFE).


El carácter criminal del sistema capitalista queda a la luz en este tipo de desastres. En función de bajar costos y acrecentar ganancias en el marco de la crisis generada por ellos, los capitalistas no dudan en reducir los controles que hacen a las condiciones de seguridad, suman elementos deficientes sin realizar las pruebas que lo podrían detectar, aumentan los ritmos y horas de trabajo aún en tareas que requieren estar en las mejores condiciones físicas para realizarlas.


Los grandes adelantos técnicos y científicos, en manos de la burguesía, sirven a los negocios. La vida humana no cuenta. Es necesario que gobiernen los trabajadores.