Políticas

22/4/1999|623

Duhalde – Cavallo: El Frente Devaluacionista

¿Qué dirá toda la legión de burócratas sindicales y de sobrevivientes de la izquierda peronista ahora que es oficial el frente Duhalde-Cavallo para las elecciones de octubre? ¿Seguirán macaneando con la ‘justicia social’ o con la‘identidad peronista’? Por supuesto que sí; la capitulación de un burócrata o de un arribista ante las patronales no conoce límites. Sin embargo, se les va a hacer más cuesta arriba la posibilidad de vender el apoyo a Duhalde entre los activistas sindicales. Por eso es necesario explotar a fondo esta contradicción para separar a las organizaciones obreras de los partidos y candidatos patronales y para superar a la burocracia y conquistar una nueva organización para el movimiento obrero.


Viene de lejos


Según La Nación (16/4), el frente Duhalde-Cavallo “ya está cerrado”, aunque “por ahora el acuerdo electoral no será admitido públicamente”. Pero el pacto va tan en serio que Menem salió a denunciarlo en forma expresa.


Pero este acuerdo es ya de larga data. A comienzos de 1997 lo anunció y lo defendió nada menos que Juan Alemann. Más tarde tomó una forma concreta cuando el equipo de Cavallo, desplazado del gobierno, fue enganchado al Banco Provincia, que maneja Duhalde, e incluso al arreglo del quebrado banco de la Curia platense, el de Crédito Provincial.


Lo que desde el principio unió a Duhalde y a Cavallo fue un planteo de reactivación económica que diera cuenta de la enorme crisis en que habían entrado sectores importantes de la patronal, precisamente como consecuencia del derrumbe del ‘plan Cavallo’. Mientras Roque Fernández aplicó una política de inmovilismo que se limitaba al cumplimiento del pago de la deuda externa, el dúo Duhalde-Cavallo impulsaba una política de déficit fiscal para subsidiar a las patronales en crisis. El derrumbe de Brasil precipitó la necesidad de poner en marcha este tipo de alternativas, porque descolocó definitivamente a la burguesía argentina respecto del mercado mundial. La cesación de pagos de la Comercial del Plata de Soldati y del monopolio de Piedra del Aguila; la quiebra de los bancos Mendoza y República; la movilización agraria capitaneada por la Sociedad Rural; la completa impasse de la industria automotriz; han creado una división en la burguesía. Incluso el FMI se ha visto obligado a admitir que la Argentina contabilice un déficit fiscal de 4.600 millones de dólares, que en realidad no bajará de los seis mil millones.


El frente devaluacionista


Hasta hace poco, el frente favorable a una devaluación del peso estaba integrado por las Confederaciones Rurales, la Federación Agraria y un sector de la Unión Industrial. La semana pasada se subió a este frente el propio Cavallo, cuando en un encuentro de economistas dijo que lo que importaba era la convertibilidad y no la paridad uno a uno con el dólar (El Cronista, 15/4, tituló la información: “Cavallo coqueteó con la devaluación”).


Cavallo ligó la devaluación a la necesidad de defender el Mercosur, lo que significa proceder a una integración monetaria con Brasil que ya devaluó un 40%. La devaluación de Cavallo retoma una vieja recomendación del Banco Mundial para que Brasil y la Argentina procedieran a una devaluación concertada.


El aliancista López Murphy le dio un empujoncito a la devaluación cuando dijo que había que bajar los salarios para recuperar competitividad. Como el propio Cavallo calculó esa pérdida de competitividad en un 20%, la rebaja del aliancista debería ser de ese orden. Sin embargo, ni el FMI admitió la posibilidad de cortarle el 20%, o sea 10.000 millones de dólares, a un presupuesto que dedica el doble de esa cifra a pagar los intereses de la deuda interna y externa, y que necesita otro monto similar para devolver el capital prestado que vence cada año.


Con relación a los salarios, las patronales ya han procedido a reducirlos incluso en más que el 20%, de modo que si aún así no pueden exportar, el problema obedece a la saturación del mercado mundial y a la ineficiencia estructural de la burguesía argentina, no a los salarios.


Cesación de pagos


Germán Sopeña, de La Nación (17/4), dijo por primera vez algo inteligente cuando apuntó que “si un grupo del tamaño de Sociedad Comercial del Plata… tiene serios problemas, ¿qué significa esa turbulencia como reflejo de un problema más general de la economía argentina?” Bajo el menemismo, el pulpo pasó de un patrimonio de 70 a 1.500 millones de pesos, a fuerza de endeudarse para comprar a precios de remate las empresas del Estado.


Aunque el grupo no pagó un vencimiento por 25 millones de dólares, El Cronista (19/4) dice que se “teme que Soldati se embarque en una renegociación total de su deuda”. Esto significa que el grupo se considera inviable, al menos a corto plazo; su deuda total es de casi mil millones de dólares.


El problema ‘más general’ que refleja el grupo Soldati es la creciente deuda externa de los grandes grupos capitalistas, que en el último año, como consecuencia de las crisis rusa, asiática y brasileña, se renovaron y se siguen renovando a altísimas tasas de interés, en ciertos casos un 200 % por encima del promedio internacional, o sea al 15% anual. Esta deuda externa privada tiene vencimientos, en 1999, por ocho mil millones de dólares. Los responsables de pagarla, sin embargo, tienen cada vez más dificultades para vender, sea en el mercado externo o interno. Si siguen así, los capitales extranjeros se apropiarán de los últimos restos de la burguesía nativa. Con palabras de López Murphy (Ambito, 16/4): “Hemos incrementado peligrosamente el pago de los servicios de la deuda y hoy el nivel de endeudamiento es gigantesco. Ahora estamos pagando tasas extravagantes lo que me parece peligroso e insostenible en el mediano plazo”.


Devaluación más convertibilidad


Es decir que existe una crisis de financiamiento. Un comentarista de La Nación dice que “hay que esperar más casos como los de Comercial del Plata y Piedra del Aguila”; en consecuencia, agrega, los bancos “quedan notificados que deberán negar préstamos a las empresas privadas para reservarlos al Estado” (18/4). No solamente esto: según la Fundación Capital, “al sistema financiero ‘le resultará muy difícil’ mejorar los niveles de ‘morosidad, solvencia, rentabilidad y eficiencia’ en lo que resta del año” (Ambito, 19/4). La situación se ha convertido entonces en un calco de la de Brasil, cuando los bancos dejaron de renovar créditos a la espera de que tuviera lugar la devaluación.


Es claro a la luz de esto que el ‘boom’ de la Bolsa de los últimos días equivale a la euforia que precede a la catástrofe. Los inversores extranjeros compran acciones con cláusulas de reventa, que incorporan el mantenimiento del tipo de cambio; esto hace crecer la deuda externa a corto plazo y la presión sobre el peso. Es precisamente este tipo de operaciones la que es actualmente objeto de una comisión investigadora en el congreso brasileño.


La devaluación del peso en un régimen en que el circulante es respaldado al ciento por ciento por divisas extranjeras significa una revaluación de éstas en términos de moneda nacional, lo que permite usar a una parte de ellas para otra función que la de respaldar el peso. Si el peso se devaluara un 50%, por ejemplo, el circulante de 30.000 millones en dólares pasaría a ser de 15.000 millones, por lo que ya no se necesitarían 30.000 millones de dólares de reservas, sino la mitad; la otra mitad podría ser usada para subsidiar a capitalistas quebrados. En esto consiste el remedio de Duhalde y de Cavallo, que los trabajadores pagarán con inflación de precios.


Al MTA le gusta esto


Pero es precisamente la perspectiva de la devaluación lo que más entusiasma a la dirección sindical duhaldista; es decir que no apoya a Duhalde a pesar del acuerdo de éste con Cavallo sino precisamente por este acuerdo. La burocracia sindical sigue el libreto de los nacionalistas que la asesoran, para los que la devaluación significa la defensa del mercado interno, una forma de protección industrial y la vía para aumentar la ocupación de la mano de obra. La campaña de apoyo a Duhalde se hará con esta letra.


A los pulpos exportadores, la devaluación les ofrece alguna salida, es claro. Pero para el conjunto de la economía significa un incremento relativo de la deuda externa sobre la producción desvalorizada. Significará una colosal ganancia para los especuladores que ya han comenzado a tomar posición contra el peso. Sin embargo, los devaluacionistas no proponen ni dejar de pagar la deuda externa, ni nacionalizar el monto que quede liberado por el no pago, ni atacar a los especuladores o nacionalizar la banca. Duhalde es la cabeza de un trust bancario, el del grupo Banco Provincia; uno de los choques de Duhalde con Menem se explica por la exigencia de éste para que el BP se desprenda de las aseguradoras, grupos de salud y fondos de pensión que tiene bajo su control. Duhalde tampoco reclama acabar con la flexibilización laboral, es decir restablecer la jornada de ocho horas y la semana de 40; ni controlar los ritmos de producción; ni aumentar los salarios y las jubilaciones. Las recetas nacionalistas son una salida para los problemas de las grandes patronales, no para la mayoría del país.


Los trabajadores deben clarificar todo esto y empeñarse en una salida propia. De lo que estamos seguros, sin embargo, es que la crisis política que resultará de la presente impasse del régimen patronal creará nuevas condiciones para desenmascarar los planteos nacional-patronales y con ello reforzar la formación de una alternativa política de la clase obrera.