Políticas

31/1/2002|739

Duhalde es titere de los yanquis

A Duhalde no lo conmueven ni los piquetes, ni las cacerolas; sólo lo conmueven el Tesoro norteamericano, el FMI y Bush.


Al enorme cacerolazo del pasado viernes, ha decidido responderle con la definitiva confiscación de la mayor parte de los ahorros depositados en los bancos. La “pesificación” generalizada se ejecuta para favorecer la licuación de las deudas de los grandes pulpos nacionales e internacionales que han saqueado el país.


Pero la “pesificación” no afecta a la deuda externa, que se seguirá pagando en dólares. Ignorando la cesación de pagos, Duhalde acaba de ordenar el desembolso de 1.300 millones de dólares a los bancos acreedores.


Duhalde ha decidido ignorar también el reclamo de los desocupados que protagonizaron el piquetazo del lunes 28. Ha ratificado que los planes Trabajar se entregarán a cuentagotas y serán controlados por su mujer y sus punteros.


La expectativa que Moyano, De Gennaro o D´Elía cifran en Duhalde es completamente infundada. Lo apoyan, no porque vaya a satisfacer las reivindicaciones populares, sino porque ha satisfecho el reclamo de devaluar el peso que hace tiempo venían haciendo los grandes industriales.


Para Moyano, De Gennaro y D´Elía, sólo los grandes industriales pueden “crear empleo”, a pesar de que vienen destruyéndolo desde hace más de una década. Por eso apoyan la devaluación y los salarios de 200 pesos. El camino del trabajo pasa, para ellos, por el previo agravamiento de la miseria popular.


Duhalde ha decidido ahora echarle combustible al fuego. Exigido por Bush y el FMI, va a anunciar la “pesificación” confiscatoria (sin por eso eliminar el “corralito”) y a preparar la “flotación del peso”, o sea, una mayor devaluación. Cuanto mayor sea ésta, mayor será el perjuicio para el pueblo y mayor será el beneficio para los explotadores.


A la luz de esto, es claro que a partir del cacerolazo del próximo viernes 1°, hay que poner toda la carne al asador. El programa de Bush y Techint, y del FMI y Macri no debe pasar. Que la crisis la paguen los que la armaron. No al pago de la deuda externa usuraria. Nacionalización de la banca, sin indemnización, bajo control obrero.


Pero la “pesificación”, incluso si llegara a pasar, no marcará una salida a la catástrofe nacional. No recompone el comercio, no reactiva la economía, no resuelve el saqueo que representa la deuda externa, no disminuye sino que acentúa el déficit fiscal, no atenúa el hambre, no crea trabajo. Sí le llena el bolsillo a los especuladores y le suma mayor carestía a la recesión.


Un préstamo internacional sólo servirá para convertir a Duhalde en un completo títere del FMI, como no lo fue siquiera De la Rúa. De ningún modo servirá para reactivar, porque su propósito es servir de garantía a los acreedores internacionales.


Hay una crisis completa del sistema capitalista y del régimen político que le sirve. En este marco, los Duhalde de cualquier signo sólo pueden elegir el camino que nos lleve a una miseria aún mayor.


La consigna de la lucha que se avecina es que “se vayan todos” y que “no quede ni uno solo”.


Es multiplicar las Asambleas Populares y fusionarlas con los piqueteros en lucha.


Es reforzar la autoridad de las Asambleas Populares y de las Asambleas piqueteras. Es convertirlas en un poder del pueblo explotado.


Que una Asamblea Popular Constituyente, convocada por el pueblo movilizado, tome a su cargo la reorganización social y política del país sobre nuevas bases.