Políticas

6/2/2002|740

Duhalde superó a Cavallo

“El conjunto del establishment local solicitó ayer al Ministerio de Economía la pesificación 1 a 1 de todas las deudas, incluidas aquellas mayores a 100.000 dólares”, informó Clarín el sábado 2 de febrero, que precisó: “El reclamo lo efectuaron en forma conjunta la Asociación de Bancos Argentinos (ABA), el Grupo Productivo, que integran la Unión Industrial (UIA), la Cámara Argentina de la Construcción (CAC) y Confederaciones Rurales Argentinas (CRA)”. El domingo, como buen mandadero, Jorge Remes Lenicov anunció la “buena nueva” siguiendo los dictados de esta nueva alianza del capital financiero y los grandes grupos económicos.


¿Qué pasó para que los banqueros acepten que los grupos económicos endeudados en dólares con los bancos, como Techint, Loma Negra, Macri, Pérez Companc, paguen esas deudas a 1 peso por dólar cuando la moneda norteamericana supera los 2 pesos y va a seguir subiendo porque se dispuso la flotación del peso?


La respuesta es sencilla. Los ahorristas y el Gobierno se harán cargo de la diferencia. Los primeros porque se les devolverá sus depósitos en dólares en “cómodas” cuotas mensuales después del 2003 a 1,40 pesos por dólar y no al precio del dólar al momento que puedan disponer de los pesos. Y el Estado cargará con la diferencia entre el 1,40 al que se devuelven los depósitos y el peso que pagarán las deudas. Por lo primero, se calcula que los ahorristas perderán de entrada unos 25.000 millones de dólares y, por lo segundo, el Estado tendrá que emitir “un bono por cerca de 18.000 millones de dólares” (Clarín, 2/2). Ese bono, que recibirán los bancos, es más deuda pública que pagaremos los trabajadores con más impuestos e inflación, o sea con menores salarios.


Así, de inicio, los bancos y los grandes grupos económicos le confiscan a los ahorristas y trabajadores unos 43.000 millones de dólares, cifra que irá creciendo cuanto más suba el dólar. Por eso, el complemento de esta confiscación es la disparada del dólar, una exigencia que fue impulsada por el Fondo Monetario.


Lo que aceleró este acuerdo “mafioso” entre los banqueros y el Grupo Productivo (sic) fue el fallo de la Corte Suprema. El fallo, que declaró inconstitucional la no devolución de un depósito en dólares, aceleró los acuerdos en marcha entre banqueros y empresarios.


Cuando Duhalde devaluó el peso, el Gobierno y el Congreso acordaron que sólo las deudas menores a 100.000 dólares se pesificaban 1 a 1, mientras las mayores a los 100.000 dólares se liquidaban al dólar libre, pero los bancos debían reducir la tasa de interés. Por eso, el Banco Central fijó para estas deudas el pago al dólar libre pero con una reducción de la tasa de interés del 33%. Al día siguiente, por esta resolución, Roque Maccarone fue tumbado de la presidencia del Banco Central y se fijó que esas deudas se pagaban a 1,40 pesos.


De inmediato, capitaneados por el ministro de la Producción, Ignacio de Mendiguren, los grupos económicos plantearon que no pagarían las deudas en dólares a 1,40 pesos y sin ningún desparpajo plantearon que “la experiencia internacional, en especial de Méjico y Brasil, muestra que, frente a bruscas devaluaciones, el sector público debió asumir costos iniciales…”. En otras palabras, que el Estado asumió parte de las deudas privadas.


Se barajó entonces la posibilidad de pesificar las deudas 1,20. Pero enseguida los banqueros acordaron con los grupos económicos porque prefieren cobrarle al Estado que a grupos económicos en bancarrota. “Los banqueros consideran que si una porción de los créditos se pesifica a 1,20 es muy factible que la mayoría de los deudores no pueda pagar en el futuro. Así preferirían perder en el ajuste con una pesificación 1 a 1, pero garantizando que los deudores puedan seguir pagando” (Clarín, 2/2).


Pero los banqueros acordaron no “porque preferirían perder *algo absurdo* en el ajuste con una pesificación 1 a 1”, sino porque la diferencia la pone el Estado.


En otras palabras, Duhalde y Remes Lenicov anunciaron un plan de rescate de la banca y los grupos económicos sobre la base de la confiscación de los ahorristas y de los salarios.


A partir de ahora, tanto los banqueros como los pulpos capitalistas tienen un interés especial en que el dólar y la inflación se disparen. Porque cuanto más aumente el dólar y los precios, mayor es el rescate de los grupos endeudados y mayor es la caída del salario. Por eso, mientras los precios y el dólar son “libres”, los salarios no se pueden indexar ni por lo que suba la inflación ni por la suba el dólar.


De este modo, Duhalde está consumando la parte final de la gran estafa de la convertibilidad. Pero no por eso, Duhalde, los banqueros y los grupos económicos lograrán superar la bancarrota capitalista. ¡El propio gobierno estima que en este año, la economía caerá el 5%, por encima de todo lo que cayó desde 1998 en adelante, aunque el cálculo real se acerca a un desplome del 10%!


El proceso productivo capitalista está quebrado por la cesación de pagos, la bancarrota del sistema financiero y la confiscación de los ahorristas. Antes que un rescate, lo que el gran capital necesita es mandar a la quiebra a una buena parte de los bancos y de los grupos económicos. Por eso, el imperialismo reclama una reestructuración del sistema bancario bajo la batuta del Tesoro norteamericano que sirva para mandar a la lona a los bancos públicos y a los privados argentinos y españoles. El viceministro Jorge Todesca admitió que “los bancos oficiales deberían encarar una reestructuración y mejor que sea voluntaria, antes (sic) de que venga impuesta a la fuerza desde afuera. El funcionario adelantó que ya se les dio aviso a las entidades oficiales. Y deslizó que se podrían unificar bajo un holding de bancos oficiales y a partir de allí concentrar líneas de fondeo, operatorias, política comercial y hasta una división territorial más planificada” ( Clarín, 5/2).


El ajuste de cuentas que la banca norteamericana quiere hacer con los bancos españoles incluye el negocio de las AFJP, ART y compañías de seguro donde la presencia estatal y española es muy importante.


Por eso, el FMI y el Tesoro norteamericano exigieron que Duhalde vete artículos claves de la ley de quiebra con la que los grupos económicos endeudados y quebrados pretenden protegerse de la ofensiva banquera. Aún rescatados, el choque es inevitable y una parte de la banca y de las grandes empresas sufrirán el embate de la crisis.


Por su parte, la crisis argentina ya está profundizando la crisis del resto de América Latina, que también quiere hacerle frente con la devaluación. En Brasil, “surgen cada día nuevas adhesiones a la idea de que la tasa de cambio podría o debería ser estimulada a subir a 3 ó 3,50 reales por dólar”, reveló el banco inglés Lloyds TSB. “La idea de una devaluación del real del 45% fue lanzada por el economista y ex ministro de los gobiernos de Fernando Henrique Cardozo y José Sarney, Luis Carlos Bresser Pereira. Y es observada con interés por casi todo el arco de candidatos que pueden suceder a Cardoso, desde el socialdemócrata José Serra hasta el Partido de los Trabajadores” (La Nación, 4/2).


Se ha abierto una nueva fase de esta crisis que cobrará mayor intensidad a medida que se intensifica su contagio. Pero ese contagio también tiene otra faceta porque la gran rebelión obrera, piquetera y popular argentina ha pasado a ser una referencia de método y de programa para las masas de todo el mundo.