Políticas

4/1/2002|736

Duhalde: Un gobierno golpista de la Unión Industrial y el Tesoro Norteamericano

La tentativa “nacionalista-populista” de Rodríguez Saá duró menos de lo que canta un gallo, apenas se reveló que era completamente mentirosa e hipócrita. No fue necesaria ninguna acción del imperialismo para que el puntano se desdijera a toda velocidad del “no pago de la deuda externa” y de la “extradición de los militares”, ni qué decir que en todo el vértigo se “olvidó” de cumplir con la promesa de subir el salario mínimo a 500 pesos. Ratificó el canje de deuda de Cavallo, que garantizó a los bancos el compromiso de 50.000 millones de dólares del tramo local y hasta le pagó una cuota de 75 millones al FMI. Es decir que ni siquiera cumplió con el “default”. En ningún momento insinuó siquiera que tocaría el canje de deuda de las provincias con los bancos, que les ha garantizado a estos el pago integral de sus préstamos. Al ratificar la convertibilidad, el “corralito” y la paridad cambiaria, Rodríguez Saá cumplía de este modo con las exigencias que le plantearon Felipe González, su compatriota Piqué, canciller de Aznar, y Alfonso Cortina, el presidente de Repsol y patrón de todos ellos.


Lo único que provocó inquietud en los medios financieros fue el anuncio de que se emitirían “argentinos” por 15.000 millones de pesos. Los bancos rechazaron cualquier posibilidad de que sus deudores pudieran pagarles con moneda depreciada e insistieron en mantener la circulación de Lecop, porque estos son títulos públicos que el Estado está obligado a pagar a su vencimiento con los respectivos intereses.


Rodríguez Saá no removió, por supuesto, a la Corte Suprema, pero tampoco lo hizo con las autoridades del Banco Central, que siguen siendo las nombradas por Cavallo y que siguen también su política. Este solo hecho alcanza para desmentir que el gobierno depuesto habría sido antiimperialista o antioligárquico. Se ha denunciado incluso que este Banco Central cavallista habría dejado que los banqueros retiraran del país los encajes que deben guardar en proporción a los depósitos. Se trata de más de 20.000 millones de dólares, si se computa un 30-40% de exigencia de reservas sobre unos 60-70 mil millones de dólares.


La experiencia fracasada de Rodríguez Saá, descalificó escandalosamente a los Moyano, Daer, D’Elía, la CTA y la CCC, que cuando no lo apoyaron abiertamente lo hicieron en forma vergonzante, apostando a la llamada “salida popular”. Moyano le puso un secretario de Estado al puntano, el prestigioso abogado laboralista, Recalde. En este marco, que incluye a las Madres, la tendencia de una parte de la izquierda a reivindicar la demagogia política de Rodríguez Saá como conquistas propias de las masas (nos referimos al MST), planteó una peligrosa tendencia a la capitulación en circunstancias revolucionarias, en una repetición de lo que ocurrió con la sublevación ecuatoriana de principios del ’99, cuando la misma tendencia llevó a la derrota a la revolución y al movimiento indigenista.


Un gobierno que no cumplía ninguna promesa y que permitía la fuga de capitales en un país que ha secuestrado los ahorros de sus ciudadanos, no podía durar mucho tiempo. El golpe de gracia se lo dio la decisión de la Corte de respaldar el “corralito”, porque puso al desnudo la podredumbre de todo el régimen político. El “cacerolazo” de la noche del 28 se hizo con la consigna de “que se vayan todos”. Los que desprecian a la clase media porteña porque sale a la calle cuando se trata de la defensa de sus ahorros, se olvidan que para ello esta clase media reclama la disolución de la Corte y el derrocamiento del conjunto del régimen político explotador, es decir, que se coloca en el terreno de la lucha por una reorganización completa del régimen social. Pero la noche del 28 mostró otra cara de la movilización porteña: la participación de los estudiantes, la llegada de gente del Gran Buenos Aires, la aparición de las primeras Asambleas Populares en la ciudad, una renovada conciencia de que la cuestión reside en quién se aloja en la Casa Rosada.


El primer golpe en la crisis revolucionaria


El fracaso de Rodríguez Saá dio lugar a un golpe de Estado de los gobernadores peronistas. El pretexto fue que Rodríguez Saá habría pretendido desconocer la convocatoria electoral para el 3 de marzo. El resultado final fue la designación de Duhalde, precisamente con el mandato, no de ratificar sino de anular (!) la convocatoria electoral y perpetuarlo hasta diciembre del 2003.


El proceso golpista se dividió en dos etapas. En la primera, los gobernadores pro-yanquis, De la Sota y Reutemann hacen fracasar la reunión convocada por Rodríguez Saá en Chapadmalal, provocando su renuncia. En la segunda, Ruckauf le saca la iniciativa a aquellos dos, luego de haber fogoneado con ellos la crítica a Rodríguez Saá por sus supuestas ambiciones continuistas. Ruckauf abandona la posición de ir a elecciones para imponer a Duhalde hasta el final del período de De la Rúa. Advirtiendo que se trata de un golpe, Puerta se niega a sustituir al dimitente y él mismo renuncia a la presidencia del Senado.


El golpe de Estado del domingo 30, reemplazó a un gobierno del conjunto de los “barones” del peronismo, por un gobierno de una parte de estos “barones” que se han aliado a la UCR y el Frepaso. Ni el de Rodríguez Saá ni el de Duhalde son gobiernos de base parlamentaria; en ambos casos, la asamblea legislativa actuó como oficina de registro de decisiones que se tomaron al margen de ella. La incapacidad para elegir a un gobierno responsable del Congreso, es más acentuada en el caso de Duhalde que en el de Rodríguez Saá, porque la designación de Duhalde fue desafiada apenas por el 15% de los asambleístas, en tanto la de Rodríguez Saá lo había sido por más del 40%. Con esta aceptación de una decisión impuesta por un contubernio de cúpulas, la Asamblea Legislativa se ha agotado como recurso político futuro en la presente crisis, y será arrastrada a la disolución en conjunto con el fracaso del gobierno de Duhalde.


Con Duhalde, la Alianza vuelve al gobierno


Duhalde ha armado un acuerdo con la Alianza y con el cavallismo y pretende gobernar en una coalición con ellos. Pero la única razón que tienen radicales y frepasistas para aceptar este acuerdo, es que les evita ir a elecciones en marzo, o sea simplemente sobrevivir. Se han convertido, mucho más de lo que fueron los menemistas o los “sushis” de De la Rúa, en una casta de vividores del erario público. Los que agobiaron al intelecto nacional con la especie de que “la democracia cura, alimenta y educa”, han recurrido a los procedimientos más oscuros para zafar del veredicto de las urnas. La coalición de Duhalde con estos perdidos de la mano de dios, no amplía, por lo tanto, sino que restringe, el crédito popular del nuevo gobierno. Debuta como una mafia, nada menos que en medio de insurrecciones populares. Hace gala de una extraordinaria debilidad política y no tiene la audacia que procuró ostentar Rodríguez Saá. Se ha llegado al extremo de que nada menos que Ruckauf ha huido de su propia provincia *no otra cosa significa que, aspirando a la Presidencia, aceptara el Ministerio de Relaciones Exteriores. Ha dejado un vacío de poder en la provincia de Buenos Aires. Su lugar lo ocupa un político sin poder, Felipe Solá, que para colmo es rival de Ruckauf y hasta representa intereses agrarios que están en oposición a la política que anuncia el nuevo gobierno.


Una oposición sin brújula


En la asamblea legislativa, una parte del Polo Social votó por Duhalde y el ARI dio el extraño espectáculo de anunciar la abstención y girar luego al voto negativo, no por razones de principios sino para expresar su ofensa ante el ataque que Roggero propinó a los opositores en el discurso final. El Frepaso se partió en dos. Abundaron las denuncias contra la gestión anterior de Duhalde y contra el saqueo económico de la última década y el último cuarto de siglo, pero estuvo ausente la denuncia del golpe que habían perpetrado los gobernadores peronistas y la denuncia consiguiente de que la división entre ellos, unida a la incapacidad para hacer frente al derrumbe económico, presagia nuevos golpes y nuevos atropellos. El propio Duhalde ya advirtió que si fracasa en su intento llamaría a elecciones, lo que en esas circunstancias significaría la quiebra del peronismo y el derrumbe de la asamblea legislativa.


Fue lamentable la caracterización de la crisis, que todos, incluso la izquierda, la atribuyó a algún “modelo”, para unos el “neoliberal”, para otros el del “Estado mafioso”, para los terceros el de “la concentración de la riqueza”, mientras eligen o convalidan un gobierno que acentuará esta concentración, que ya debuta con los peores rasgos de la conspiración mafiosa, y que por supuesto no enfrentará a los banqueros que impulsan el “modelo neo-liberal”. Al punto que el gobierno de Duhalde, por su composición y por su política, representa una alianza del “grupo Productivo” con el Tesoro norteamericano, que coinciden en la devaluación del peso. Estuvo completamente ausente, lo que no debería sorprender, la caracterización de que la crisis es la expresión de las contradicciones insalvables del capitalismo, que en la Argentina han llegado a un punto de estallido, al predominio de la tendencia a su propia disolución, como parte de la mayor crisis capitalista mundial desde los años 30. El 31 de diciembre pasado, hace sólo 96 horas, un editorial del Financial Times,titulado “Peligroso tango en Tokio”, aseguraba que “un chiste amargo está dando vuelta en los círculos financieros. ¿Cuál es la diferencia entre la Argentina y Japón? Cinco años”. ¡Qué tal!


Es cierto que Luis Zamora denunció que la asamblea legislativa era una impostura porque no representaba al pueblo que se expresó en las calles. Pero como Zamora quiere hacer tortillas sin romper huevos, no pudo decir nada más. Un recién convertido a la democracia directa, luego de un pasaje defectuoso por el trotskismo, dijo algo sobre cómo se debería gobernar (el pueblo haciendo política y los políticos gestionando), pero nada sobre el paso previo *cómo tomar el poder, y esto para colmo, en medio de repetidos levantamientos populares.


La reivindicación de una Asamblea Constituyente fue tomada por varios bloques opositores que nunca habían hablado de ella y hasta por algunos que se expresaron en su contra hasta hace muy poco (por ejemplo el Partido Comunista en un reciente acto de IU en Parque Rivadavia). Pero desde el ARI, que en la Legislatura porteña acaba de votar a favor de los superpoderes para Ibarra (!), hasta IU y Zamora, que no la presentaron como una tarea del pueblo levantado que deberá barrer con la propia Asamblea Legislativa, el planteo sólo reveló el desconcierto reinante * y no solamente en el oficialismo.


A devaluar, a devaluar


Lo único que parece cierto de parte de Duhalde, es que oficializaría la devaluación del peso a 1,40. Concretaría así el reclamo de una fracción la UIA, que pondría a De Mendiguren en el gabinete (aunque con la oposición de Techint), pero también el reclamo del FMI y del Tesoro yanqui, los que ya han dicho “devalúen primero y discutimos después”. Toda la prensa reconoce ahora lo que hemos venido diciendo durante casi todo el 2001 * que los yanquis impulsaban la bancarrota oficial argentina, para embromar a los bancos estatales y a la banca y a las privatizadas españolas. Una desvalorización del capital accionario de estos grupos, permitiría a los yanquis lanzar ofertas hostiles de compra para apoderarse de su control.


A cargo de la devaluación, Duhalde pone a Remes Lenicov, quien junto a Frigeri, perpetraron el mayor desfalco nacional, al consumir cinco mil millones de dólares del Fondo de Reparación Histórica del conurbano, aumentar por tres el déficit fiscal y la deuda pública, y mandar a fondo perdido los préstamos que beneficiaron a los Macri, Soldati, Gualtieri, por parte del Banco Provincia.


Pero la devaluación oficial del peso, va a provocar aquello mismo que todos los “gurúes” aseguraron que no se iría a producir: el “contagio” de la crisis argentina al mercado mundial. El “corralito” no solamente había logrado impedir hasta ahora el derrumbe de los bancos locales sino, por las mismas razones, la transmisión internacional de la crisis.


Pero para contener el estallido social de una devaluación, Duhalde mantendría todas las medidas tomadas desde Cavallo: la nominación en dólares de los depósitos, el “corralito”, el canje de la deuda externa en el tramo local (incluida la provincial), pero con el agregado de “pesificar” las deudas comerciales con los bancos. Como ya la mitad de esta deuda está en pesos, la “pesificación” luego de la devaluación, significaría la licuación de las deudas de los pulpos con los bancos. El diputado José Vitar denunció que apenas 80 empresas eran responsables por 28.000 millones de dólares y/o pesos de deuda con los bancos. Entre estos deudores está la “patria” local y las vinculadas con los bancos españoles *Telefónica, Repsol, Edesur, etc. El golpe de Duhalde consumaría de este modo una gigantesca transferencia patrimonial en perjuicio de la clase media y los trabajadores argentinos. Sería un rescate a grupos como Pescarmona, Acindar, Macri, Techint, Alpargatas, Gatic, Roggio * que ya han hecho transcender que se encontraban obligados a declarar su propio “default” frente a la banca internacional. 25 años después, Duhalde se viene con un “replay” del “rodrigazo”, sin percibir, parece, que si ya entonces incendió al país, su potencialidad de combustión se ha multiplicado por mucho.


Pero la devaluación va a ser acompañada con una paralela emisión de Lecop, es decir que no alcanza para recomponer una política monetaria, que es lo mismo que decir que la devaluación serviría nada más que para aumentar el estallido social. Es que aunque una devaluación del peso significa al mismo tiempo una revalorización de las reservas en dólares de los bancos y del Banco Central, y por lo tanto una posibilidad de tener una moneda con respaldo, esas reservas están prendadas al pago de la deuda externa y al financiamiento de la fuga de capitales, como lo demuestra el traslado al exterior de las reservas de los bancos privados. En lugar de sostener a sus filiales en el país, como se prometió hasta el cansancio, los bancos extranjeros se llevan la plata de la Argentina a las cajas fuertes de sus casas matrices.


Es claro que una salida popular a la crisis exige, ante tales circunstancias, la nacionalización de la banca sin indemnización y la incautación de los depósitos de los capitalistas que evaden impuestos y fugan capitales. Esto sería apenas un punto de partida. Porque si los miles de millones de dólares que fueron prestados a los grandes pulpos no se pudieran recuperar debido a la crisis industrial, la nacionalización de la gran industria sería indispensable para restablecer el movimiento de la economía. Haciendo gala de un interesado “analfabetismo económico”, Ambito Financiero (2/1) asegura que el “dinero bancario” prestado a las empresas deja a los bancos sin efectivo para devolver a sus depositantes, pero no dice que esto ocurre solamente cuando los que recibieron los préstamos han quebrado, porque cuando prosperan, tanto los bancos como las empresas pueden conseguir dinero efectivo a cambio de la garantía de sus propios activos.


En una palabra, no es que la plata no está, ni de que la Argentina ha sido devastada por un huracán: es el sistema social el que ha agotado sus propias posibilidades y sólo podría recuperarse, como hipótesis, a costa de sufrimientos insoportables para las masas. Antes de venir en socorro de la Argentina, el capital mundial, a través del FMI, exige una mayor confiscación económica por la vía de la devaluación.


El proceso popular


Que el pueblo de la ciudad de Buenos Aires saliera en masa a la medianoche para enfrentar a la Corte Suprema, revela una maduración política excepcional, que, como es bien sabido, ya existía potencialmente en las masas. Ni los atropellos de los jueces ni el gatillo fácil son un trueno en cielo sereno para los argentinos.


Pero a renglón seguido, la misma población porteña salió a la calle contra la designación de Duhalde, con muchos reclamando elecciones generales. Esta consigna, no importa si es “correcta” o “justa”, alcanza para mostrar cómo el desarrollo de la crisis acaba con las supuestas características o tendencias despolitizadas o antipolíticas de las masas. Ha comenzado la búsqueda de la salida POLITICA.


La dolorosa masacre de tres chicos en Floresta, puso de manifiesto que el pueblo no se irá a dormir sin primero buscar el ajuste de cuentas con el “gatillo fácil”. Los vecinos de Floresta han organizado para esto una Asamblea Popular, que ya existen en Almagro y en San Cristóbal *donde reúnen a vecinos, estudiantes, trabajadores y sin techo.


El regreso del duhaldismo significó reintroducir a las “barras” de los Pierri, Cavalieri y Barrionuevo, para complementar a la policía en la lucha contra la vanguardia del levantamiento popular. El choque que armaron en Congreso contra los partidos de izquierda, responde a un meditado plan de características fascistizantes. Pero a esas “barras”, los caudillos peronistas tendrán que sostenerlas con prebendas, una posibilidad que tiene recursos escasos. El duhaldismo, además, se esforzará por mantener una imagen, con Vanossi en Justicia, de cara a la “opinión” internacional. La izquierda debe mejorar su organización contra las bandas, especialmente reforzando su frente único, pero por sobre todo deberemos acabar de conquistar a la base social histórica del peronismo.


Entre el levantamiento popular del 20 de diciembre y el 2 de enero, las masas del interior y del Gran Buenos Aires no volvieron a hacerse escuchar. Esto ha dado la falsa impresión de que la clase media porteña ha quedado como protagonista residual de la rebelión popular. Pero lo trabajadores de la Ciudad ya comenzaron a movilizarse contra los superpoderes a Ibarra y también se han producido movilizaciones importantes de desocupados y piqueteros en Córdoba y Salta. Con el pasaje del fin de año y el agravamiento de la crisis, el movimiento popular vuelve a la calle en todo el país. No se pagan sueldos, siguen los despidos, faltan medicamentos, los precios están aumentando. Pero las direcciones oficiales ponen todo para salvar al gobierno, y no sólo la burocracia de la CGT. D’Elía y la CCC se niegan a convocar a la III Asamblea Piquetera; los paritarios de Foetra Buenos Aires acaban de firmar, a espaldas del gremio, una rebaja de salarios con Telefónica ¡en vísperas de una devaluación y en medio de la sublevación popular!; en Aerolíneas se perfila una nueva lucha, aunque nuevamente pareciera que los técnicos aeronáuticos lo harían solos.


La devaluación del peso y la continuación de las penurias populares, replantean la perspectiva de la huelga general, un planteo que debe pasar al centro de la lucha diaria. Los despidos y rebajas de salario, reponen en el centro la ocupación de las empresas. En Telefónica, por ejemplo, la devaluación y el “default” impiden que pueda asegurar a los trabajadores los salarios incluso reducidos. El 13% de descuento de salarios públicos, que serán pagados en Lecop, sigue en pie. La carestía, unida al desabastecimiento, exige que el reclamo de asistencia social por medio de manifestaciones masivas, vaya unido a la organización de Asambleas Populares que se encarguen de organizar la regularidad de la provisión y su distribución.


El proceso político ha consumido rápidamente a los partidos patronales y pequeño burgueses. “Basta de radicales y peronistas”, es una de las expresiones que se escucha cada vez con mayor frecuencia. El polo político de los partidos de izquierda, por el contrario, crece en la atención popular. Para concentrar este movimiento, proponemos la formación de un Comando Político de la Izquierda, juntamente con las organizaciones piqueteras y de lucha, que haga visualizar en las masas la emergencia de una Dirección de la rebelión popular en desarrollo. El programa de esta Dirección ya fue expresado en declaraciones comunes, como la del 22 de diciembre; se trata de impulsar el gobierno de los trabajadores u obrero y popular, reclamando una Asamblea Constituyente que, a partir de las rebeliones populares y los cacerolazos, sólo podrá ser convocada por las Asambleas Populares y la movilización, la lucha y la huelga general de los trabajadores. Por el repudio de la deuda externa, la nacionalización sin compensación de la banca y las AFJP, por el control obrero, por el reparto de las horas de trabajo y un salario mínimo equivalente al costo de la canasta familiar.


Los anuncios de devaluación, a la cual se opone, según las encuestas, el 87% de la opinión pública, pueden detonar una nueva rebelión, del modo como lo hicieron el anuncio del estado de sitio por De la Rúa, el fallo de la Corte, el asesinato de los tres chicos de Floresta y hasta la designación de Duhalde. Llamamos a los partidos de izquierda y a las organizaciones piqueteras a un frente único bajo la forma de una dirección política para la presente lucha.