Políticas

1/11/2018|1526

[Editorial] Cómo luchar contra la derecha

En Brasil y en la Argentina

Foto: Andrés, Ojo Obrero Fotografía

El triunfo de Jair Bolsonaro ha impactado en la situación política de América Latina, poniendo en cuestión todos los equilibrios económicos y políticos establecidos hasta el momento. Es lo que sucede también en nuestro país, que tiene a Brasil como su principal socio comercial y su casi excluyente mercado para las exportaciones industriales. Las declaraciones de Bolsonaro y de su futuro ministro de Economía, Paulo Guedes, contra el Mercosur abren un interrogante sobre la continuidad de los acuerdos comerciales establecidos, lo que afectaría severamente al aparato industrial afincado en el país, en especial los sectores vinculados con la industria automotriz. Se trata de decenas de miles de puestos de trabajo. Para los trabajadores, el programa antiobrero esgrimido en la campaña por Bolsonaro y su camarilla militar representa un peligro que traspasa las fronteras brasileñas. Si el nuevo presidente de Brasil logra imponer una nueva reforma laboral, que reemplace definitivamente los convenios colectivos por la contratación individual, la presión en Argentina sobre la clase obrera se reforzará. Los capitalistas intentarán valerse de la competencia entre los trabajadores para obligarlos a ceder sus derechos en ambos lados de la frontera. Otro tanto ocurrirá con la reforma jubilatoria, la primera gran pulseada que tendrá que atravesar Bolsonaro para convertirse en un gobierno fuerte. El resultado de esta disputa estratégica entre el gobierno y los capitalistas, de un lado, y los trabajadores, del otro, condicionará lo que ocurra en Argentina, donde el nuevo acuerdo firmado con el FMI plantea avanzar en una nueva reforma previsional, que eleve la edad para jubilarse y reduzca aún más los haberes. Para todas las clases sociales y fuerzas políticas se plantea la necesidad de asimilar los cambios y recalcular las estrategias. En particular para la clase obrera y las masas explotadas se abre el debate de cómo enfrentar el reforzamiento de la derecha militarista que amenaza a conquistas históricas de los trabajadores.


El relato nacional y popular


El triunfo de Bolsonaro tiene como contraparte la derrota del PT, a la postre el principal partido del ‘progresismo’ de América Latina. La derrota está lejos de reducirse a un episodio electoral, como lo prueba el hecho de su incapacidad para enfrentar, primero, el golpe contra Dilma Rousseff, y luego la prisión y proscripción de Lula, su líder histórico. De manera más general, la derrota bochornosa del PT se entrelaza con un retroceso general de los nacionales y populares en América Latina. En Ecuador, el presidente puesto por Rafael Correa, una especie de Daniel Scioli ecuatoriano, se transformó en tiempo récord en un agente del imperialismo y le ganó una consulta popular al ex presidente, cerrándole la posibilidad de una nueva candidatura. En Nicaragua, Daniel Ortega se esfuerza por aplicar el plan económico dictado por el FMI, echando mano a una represión inusitada con decenas de asesinatos. Venezuela, mientras tanto, se ha transformado en el principal eje de campaña de la derecha en el continente, mostrando hasta dónde ha llegado la descomposición económica y política del chavismo.


A pesar de esta tendencia a la disolución, en Argentina, el kirchnerismo quiere valerse del triunfo de Bolsonaro para chantajear a los trabajadores, planteando que la única garantía para sacarnos del medio a los Macri y los Bolsonaro es la unidad de todo el peronismo para 2019. El secretario general de La Cámpora, Andrés Larroque, acaba de declarar, por ejemplo, que el kirchnerismo está dispuesto a un acuerdo con Massa porque “el único límite es Macri”. En una línea similar, el dirigente de la CTEP y defensor del Papa, Juan Grabois, aprovechó el lanzamiento de su nueva fuerza política para aclarar que admite una alianza que incluya a Juan Manuel Urtubey. Abre la puerta a quienes le han votado a Macri todas las leyes en el Congreso y aplican su programa de ajuste en las provincias.


La reciente aprobación en Diputados del Presupuesto pactado con el FMI es la demostración más cabal de esta política. Todas las fuerzas vinculadas con el peronismo fueron vitales para evitar una movilización de masas al Congreso. El pejotismo que se reunió en Tucumán el 17 de octubre se dividió entre los que votaron abiertamente por el Presupuesto, los que se abstuvieron y los que votaron en contra ante la certeza de que sus votos ya no eran necesarios. En el Senado, dada la composición de fuerzas, la colaboración del pejotismo será aún más explícita. La burocracia sindical que fue a Tucumán, y que incluyó a Daer y Acuña, anunció un paro sin fecha cuidándose muy bien de que su eventual realización no coincida con el tratamiento del Presupuesto. Por el lado de la burocracia opositora, que incluye desde Moyano a la kirchnerista Corriente Federal, reemplazó la movilización al Congreso por una misa en Luján el fin de semana previo.


Así, los que se presentan como la barrera de contención al avance derechista en Argentina son los responsables directos de que sus políticas de ofensiva contra las masas avancen, a pesar de la crisis general que ha colocado al gobierno en un cuadro de debilidad. La “unidad peronista” es el camino de la derrota para la clase obrera. La mentada ‘unidad’ incluye a un ala abiertamente bolsonarista -Pichetto, que acaba de correr por derecha a Macri, acusándolo de no apoyar más a las Fuerzas Armadas y reclamando la expulsión de los extranjeros.


La sobrevida de Macri


La aprobación del Presupuesto en Diputados ha representado un triunfo del gobierno, que seguramente refrendará el Senado. Este triunfo, sin embargo, no alcanza ni por asomo a superar la crisis de fondo que recorre a la quebrada economía argentina. Fue el FMI quien se encargó de recordarlo, cuando alertó sobre los niveles de deuda asumidos y reclamó por despidos masivos en el Estado y la imposición de una nueva reforma previsional. Sin embargo, el compromiso de avanzar en este plano ha quedado relegado para después de la campaña electoral del año que viene. El FMI, por ahora, sigue alineado con Macri y sabe que un intento fallido de aprobar una reforma previsional cancelaría la ya cuestionada capacidad del gobierno para lograr su reelección.


La propia estabilidad cambiaria de las últimas semanas está en cuestión, ya que ha sido lograda gracias a una tasa de interés superior al 70%, y un cepo monetario cuya continuidad demanda la acumulación de una deuda del Banco Central que, más temprano que tarde, deberá afrontarse. Son varios los economistas derechistas que advierten que el déficit que acumula el BCRA mediante la emisión de Leliq tiene al final del camino dos alternativas igualmente negativas: o un corralito bancario o una hiperinflación. Este panorama sombrío se agrava con la crisis mundial, que golpea con mayor dureza a los países de la periferia afectados por la fuga de capitales y el cierre de mercados por la guerra comercial que encabeza Trump contra China y Europa.


En el plano político, el gobierno emerge golpeado de la crisis, tras los enfrentamientos con Elisa Carrió, quien embistió contra dos ministros del gabinete y la crisis con los radicales a raíz del último tarifazo. Pero tambiés es relevante la “renuncia” de Vidal -aunque siempre reversible- a la candidatura presidencial, tras la promesa de “compensar” por izquierda los recortes presupuestarios que dieron por tierra el privilegio de la Provincia en el pacto fiscal, basado en la confiscación a los jubilados. El renunciamiento busca apuntalar a un Macri debilitado que anunció su candidatura en Nueva York en plena crisis económica y política. El desdoblamiento electoral en 17 provincias es otra expresión de la crisis política, ante la incertidumbre de la reelección.


El desafío del Frente de Izquierda y del movimiento obrero


El triunfo de Bolsonaro y la sobrevida del gobierno de Macri, que a pesar de su crisis de fondo ha logrado avanzar en una ofensiva contra los trabajadores, responden a un fenómeno político común: la complicidad de los ‘nacionales y populares’ de todo pelaje con esta política ajustadora. Esta complicidad traduce, a su turno, la dependencia de los lulistas, kirchneristas y peronistas con el capital, su régimen y su Estado. La corruptela que envolvió a los gobiernos de estas formaciones políticas tuvo ese contenido social definido, pues fue un instrumento para desarrollar una ‘acumulación originaria’ de las burguesías nacionales a costa del Presupuesto estatal.


A diferencia de lo ocurrido en Brasil, donde la izquierda que se reclama socialista no jugó ningún papel en el proceso político, quedando relegada en la marginalidad; en Argentina, el Frente de Izquierda ha logrado erigirse como una referencia política ineludible. Mientras en Brasil esta izquierda se adaptó al lulismo y al PT, llegando en el caso del PSOL a firmar un acuerdo político con el kirchnerismo de ese país; en Argentina, el FIT tuvo su bautismo de fuego luchando contra el gobierno de Cristina Kirchner. Nuestra valoración severa de la actual situación del FIT por no desenvolver una acción política acorde al nivel de la crisis nacional, tiene como sustrato el reconocimiento del lugar conquistado. Asistimos a una batalla recargada que plantea una única estrategia: más Frente de Izquierda.


En función de esta conclusión hemos planteado en la Mesa del FIT la necesidad de una campaña de conjunto, que destaque la necesidad de derrotar al gobierno y a su ofensiva contra los trabajadores, la lucha por un paro activo de 36 horas, y con un planteo de poder definido: “Asamblea Constituyente soberana y con poder”, para reorganizar el país con medidas de emergencia que eviten una nueva bancarrota nacional y den satisfacción a las necesidades más imperiosas del pueblo, a partir de la irrupción de la clase obrera en el escenario nacional para “derrotar el régimen del FMI y al régimen corrupto de macristas, kirchneristas y pejotistas”. Para ello hemos propuesto que el FIT encabece una campaña política nacional, con actos en todas las provincias y un acto central en las próximas semanas. El tratamiento del Presupuesto en el Senado y la realización del G-20 en la Argentina ofrecen excelentes posibilidades para llevar esta campaña a la práctica. Tenemos el desafío único de enfrentar a la derecha con un ascenso de la izquierda revolucionaria, con el método de la lucha de clases. Ese es el camino.