Políticas

14/7/2020

Deuda: proa al décimo default

Editorial. Argentina conejito de indias de la crisis mundial de deudas soberanas.

La cuarta propuesta argentina de reestructuración de la deuda en dólares con jurisdicción extranjera incrementó, según la consultora ACM, en U$S 16.000 millones el repago de los nuevos bonos de canje respecto de la propuesta inicial. De tal suerte que del valor presente de los bonos en unos U$S 29 promedio pasará a U$S 52,35 según la misma consultora. Es una montaña de dinero que tendrá que salir de las cuentas fiscales y de los dólares del Banco Central en los próximos años.

Recordemos que para llegar a este punto, el período de gracia -o no pago- se redujo a un año respecto de los cuatro iniciales que prometió el gobierno para hacer “sustentable” el pago futuro de la deuda y poder “encender la economía” sin el agobio de su pago. Recordemos también que no hay prácticamente quita en el capital (o sea no hay desendeudamiento) y que los intereses de los nuevos bonos saltaron de un 2,3% a un 5% en dólares promedio, cuando la tasa en el mercado norteamericano está a 0,6%. Estos intereses son mayores a los del fatídico préstamo del FMI a un 4,5% que será la tercera estación de la penosa negociación de este noveno default argentino. Con todo, falta sumar los intereses de “premio” que se dará a los bonistas que acepten ahora, por los cinco meses que van desde el 22 de abril hasta el 4 de setiembre.

Pero aún así, el capítulo inicial de la película no terminó, porque BlackRock y sus socios de los bonistas “más duros”, tenedores de un 32% del paquete de estos U$S 64.800 millones de la deuda en negociación, no aceptaron la cuarta oferta. Vienen por más y se estima que Donald Trump está respaldando el apriete, como represalia al no apoyo argentino al candidato que impuso en el BID. El candidato de Alberto Fernández, Gustavo Béliz, hombre de probado cuño proyanqui, no fue del agrado del Departamento de Estado y los gobiernos de la “patria grande” prefirieron hacer buenas migas con Trump que con el gobierno argentino. El comité de acreedores que lidera el fondo más grande del mundo pretende nuevas concesiones que no habría que descartar.

En este cuadro podría haber un canje parcial que no alcance el 66,67% de los bonistas, que por lo tanto tenga aceptación de las mayorías establecidas en algunos bonos y en otros no, lo que extendería el asunto y colocaría el escenario de nuevas concesiones y una prolongación de esta fase del noveno default argentino. La variante más probable, según Morgan Stanley, es que se abra paso la “redesignación” o umbral mínimo del 50% según la interpretación de Guzmán de la reglamentación de los bonos. Esta sofisticada maniobra muy probablemente vaya a parar a la justicia norteamericana, donde los fallos ya son conocidos.

De inmediato vendrá la segunda estación del calvario de la reestructuración, réplica de este, que corresponde a los bonistas en dólares pero con legislación local, unos U$S 46.000 millones, de los cuales un tercio es con la banca privada. Cada concesión hecha a los primeros vale para los segundos. Pero está mal restar los dos tercios que están en manos de organismos del Estado como la Anses, porque aunque el gobierno obligue a refinanciarlos son patrimonio de esos organismos y por otro lado cotizan en el mercado de deuda, su default dispararía igualmente una nueva crisis de deuda. En este tramo, se adelantó que se ofrecerán bonos en pesos actualizados mediante el CER (inflación). Pero, ¿quién tomará bonos en pesos en lugar de los bonos en dólares, en un país donde hasta el menor ahorrista fuga al dólar para protegerse? Todo hace presumir que se lo enchufarán a la Anses, al Banco Nación y a algún otro bonista “bobo”, descapitalizando a los jubilados y a la banca estatal.

Tras cartón viene la negociación con el mayor acreedor individual, el FMI. A más tardar a fin de año o principios del próximo. Es el peor por muchos motivos, puesto que en el sistema financiero internacional capitalista los llamados “organismos multilaterales” no admiten quitas. Tampoco reprogramación de plazos de pagos. Solo admiten nuevos créditos para afrontar las cuotas y no tener que pagarlas al contado si no están los dólares para hacerlo. Pero claro, como contrapartida ellos discuten “el plan económico”, para ello han diseñado el famoso Artículo IV que impone el monitoreo de esos planes y la condicionalidad de los desembolsos en base al cumplimiento de sus metas, por ejemplo, de superávit fiscal. Recién vendrá como cuarta estación qué hacer con la cuota postergada al Club de París, el oneroso acuerdo de Kicillof, aprobado con nuestro voto en contra en el Congreso, de otros U$S 2.100 en junio del 2021. Las potencias del Club de París quieren primero acuerdo con el FMI.

Sobre llovido mojado, la jueza que reemplazó al fallecido y fatídico Griesa, la señora Loretta Preska, ha fallado contra Argentina por U$S 224 millones y se prevé otro remanente de los viejos canjes de otros trescientos palos verdes. A esta montaña se le suma la deuda en pesos que tiene vencimientos por casi un billón hasta fin de año. O se refinancia a las altas tasas vigentes o se paga con emisión, como se hizo hasta ahora.

Con todo, esta deuda externa general de 335.000 millones de dólares no es la única que debe ser considerada en el horizonte argentino. La semana pasada, tras el fin del período de cura, entró en default Río Negro, la segunda Chubut. Otras grandes provincias como Córdoba y especialmente Buenos Aires esperan la reestructuración nacional con bonos defaulteados en este último caso. Las deudas provinciales en su conjunto suman otro diez por ciento del PBI y deben ser agregadas.

Otro rubro del endeudamiento argentino son las deudas corporativas, las de las empresas. Suman otros U$S 80.000 millones. Y deben ser sumadas porque al igual que el resto de las deudas solo pueden ser pagadas mediante el fruto de la riqueza producida por los trabajadores argentinos, una parte va al Estado vía impuestos, otra se queda en manos del capital. Esas deudas indican que medio país es Vicentin. Lo cual está corroborado porque se estima que en mayo la morosidad bancaria está llegando al 15%, un porcentaje enorme, el cuádruple de lo que había en marzo. La morosidad de la deuda con entidades no bancarias ($112.000 millones) es directamente sideral, un 36% de la cartera (mutuales, cooperativas, electrodomésticos, fintech, etc.). Llevado a la economía familiar, el 87% de las familias están endeudadas.

Insustentabilidad a mediano plazo

En este cuadro, la deuda que se está comprometiendo no es “sustentable” al menos a mediano plazo. El mundo registra una caída vertical del comercio, la economía ha entrado en depresión, con tasas de desocupación y caída del PBI del tipo de la crisis del 1929 que abarcó una década. No está en el horizonte una reactivación económica como la de 2003/2007, ni tampoco una recomposición de los precios de las materias primas. La deuda empujará ajustes brutales, regresión laboral, desocupación masiva, destrucción del sistema previsional y del resto de las conquistas sociales e igualmente lo más probable es que nos conduzca al décimo default.

El apoyo de Wall Street y del FMI a la propuesta de Guzmán recoge una preocupación internacional de capital financiero. No debían admitirse en Argentina cláusulas que complicaran otras renegociaciones como Ecuador y Líbano, por eso dieron por tierra con las pretensiones del ministro de crear un caso líder de reestructuración algo más favorable a los deudores. Se estima que 80 países estarán con problemas de deudas soberanas. Se trata de una canje que ha llevado casi al doble el valor presente de los títulos y que dejó atrás las pretensiones de “sustentabilidad” del repago. Primaron los balances actuales de los fondos especulativos sobre las posibilidades futuras de que Argentina pague puntualmente los vencimientos, no obstante lo cual se la hará sangrar para honrar sus compromisos.

En oportunidad del pacto con los fondos buitre, bajo el gobierno de Macri, señalamos en el propio debate parlamentario que se iniciaba un nuevo ciclo de deuda que nos conduciría al noveno default. Cuando llegue el debate del tramo en dólares de legislación argentina, que tiene que pasar por el Congreso, señalaremos que la reestructuración iniciará un ciclo de ajustes y de crisis que nos llevarán, por el camino adoptado, al décimo default de la historia argentina, más tarde o más temprano. Pugnaremos para que la intervención de los trabajadores abra una salida para que la crisis la paguen los capitalistas. Al servicio de esa perspectiva estratégica y como parte de un programa de conjunto, planteamos el no pago de la deuda.