[Editorial] La crisis política en las vísperas de la campaña electoral

Para el macrismo, el camino a las elecciones de agosto-octubre se ha transformado en algo peor a un via crucis. El derrumbe económico acentúa la disgregación del oficialismo y acelera todas las operaciones políticas para construir un relevo ante un escenario donde todos los días crecen las chances de derrota. La información que comenzó a ser divulgada por los medios oficialistas de que el PRO le cedería a la UCR la candidatura a la vicepresidencia parece a esta altura una maniobra desesperada. El objetivo confeso sería evitar una ruptura de Cambiemos y el pasaje directo de la UCR a una alianza con Roberto Lavagna. Si esta propuesta se concreta, tendría todos los elementos de una paradoja: los campeones de la nueva política estarían atando su futuro al deshilachado y debilitado aparato de punteros del radicalismo. Así y todo no está claro que la propuesta llegue a tiempo. Aunque sea regalado, nadie acepta el pasaje para un barco que se hunde.


La propuesta a la UCR para que nomine el vicepresidente no apuntaría sólo a evitar la ruptura de la alianza Cambiemos. Antes que eso, buscaría disciplinar a la mesa chica del PRO que, por lo bajo, sigue alimentando la versión de que María Eugenia Vidal podría reemplazar a Mauricio Macri en la cabeza de la lista presidencial. Los choques palaciegos están en el orden del día. A Vidal y Horacio Rodríguez Larreta los une el espanto a la derrota. Pero no ya la de Macri, sino las suyas propias. Al haber pegado las elecciones de sus distritos con la presidencial, el retroceso de Macri impactará inevitablemente en los dos distritos más importantes que dirige el PRO. Por las dudas, Larreta aún no puso la fecha a las elecciones de la Ciudad. Sin margen ya para despegar las primarias y las generales, estaría por anunciar que el balotaje local se haría en una fecha diferente al nacional.


Lavagna y el neo-macrismo


La disgregación del oficialismo es directamente proporcional a los intentos de poner en pie la candidatura de Lavagna. Es que detrás de su posible postulación se están concentrando todos los elementos de la crisis política. Para un sector importante del aparato radical, la candidatura de Lavagna debería apuntar a sustituir al macrismo en decadencia. La base de sustentación para ello serían los grupos empresariales que apoyaron al macrismo y que hoy plantean modificaciones en la política económica. Dentro de estos grupos económicos está la burguesía industrial, la Cámara de la Construcción, y podrían estar también los sectores del agro y los bancos. Es que aunque los bancos estén ganando fortuna con las tasas de interés que reciben por las Leliqs, saben que se trata de un negocio sin futuro.


Lo prueba el hecho de que el aumento de sus ganancias en pesos vaya de la mano de la caída de sus acciones en Wall Street. Quienes apuestan a que Lavagna termine relevando a Macri, avizoran un balotaje del ex ministro de Duhalde y Néstor Kirchner contra Cristina Kirchner, dejando al actual presidente en tercer lugar.


El reclamo de los gobernadores pejotistas y de Massa para que Lavagna se presente en una Paso del Peronismo Federal apunta en otra dirección. El pejotismo quiere imponer sus propias condiciones y eventualmente ganarle al propio Lavagna las primarias para fortalecer una candidatura propia. Por esta vía, el pejotismo espera desalentar una presentación propia de Cristina Kirchner, incorporando en las listas del peronismo a algunos de los dirigentes del kirchnerismo. Se trata de una maniobra compleja, que sólo puede prosperar con una tirada de chancleta de Cristina Kirchner, que sigue siendo quien, por amplitud, supera en las encuestas a todos los otros candidatos del peronismo.


El planteo de Lavagna de una lista de “unidad nacional” busca hacer un equilibrio entre ambos bloques. El reclamo de que el PJ lo acepte como candidato sin Paso y que además ceda lugares en sus listas a sectores de la UCR y de la centroizquierda suena, por el momento, a que son demasiadas exigencias para quien en las encuestas no supera el 10% de los votos. Así las cosas, la candidatura de Lavagna puede naufragar antes de que haya visto la luz. La salida a la actual crisis política se ve condicionada por una crisis más estructural del sistema de partidos que hizo eclosión en 2001 y nunca pudo ser recompuesto.


La burocracia sindical


En este cuadro de disgregación, el principal soporte que tiene por el momento la candidatura de Lavagna es la burocracia sindical. Aunque ésta milita mayormente en el pejotismo, el planteo de un gobierno de “unidad nacional” le da mayor fuerza para enfrentar a los trabajadores, además de una mayoría parlamentaria que le permita viabilizar su programa. Este acuerdo de unidad nacional debería tener la bendición de la Iglesia, lo cual supone archivar el reclamo de la legalización del derecho al aborto.


La Nación ha dado conocer puntillosamente el programa de gobierno que aplicaría Lavagna. Los tres temas centrales son los mismos que Macri quiso y no pudo llevar adelante luego de su triunfo electoral de 2017, y que debió archivar luego de las jornadas de lucha del 14 y 18 de diciembre. Se trata de la reforma laboral, previsional e impositiva. Aunque esta última se aprobó en parte, la crisis posterior obligó al gobierno a reponer impuestos a las patronales que había eliminado. En relación con la reforma previsional, el objetivo es reducir el cálculo inicial para los haberes, elevar la edad en forma obligatoria y eliminar las pensiones, invocando que éstas fueron creadas cuando las mujeres no trabajaban. Sobre la reforma laboral se invoca el discurso de siempre, que una reducción de los costos laborales serviría para blanquear a trabajadores en negro y atraer inversiones. El resultado de las reformas laborales en los últimos treinta años en la Argentina refuta esta tesis. ¿La burocracia sindical aprobaría un programa tan furiosamente patronal? En realidad, ya lo hizo en diciembre de 2017, cuando el triunvirato ya disuelto de la CGT firmó este paquete de leyes a Macri. Agreguemos que esta continuidad de las llamadas “reformas de Macri”, coinciden en un todo con las exigencias del FMI a todo gobierno capitalista que asuma.


La “unidad nacional” que pregona la burocracia sindical va acompañada de una tregua cada vez más intensa con el gobierno macrista. Desde el paro de septiembre del año pasado, la burocracia sindical ha pasado a cuarteles de invierno, mientras arrecian los despidos, las suspensiones, el cierre de plantas y la desvalorización del salario como resultado de paritarias firmadas por debajo de la inflación. La movilización del 4 de abril fue convocada dejando en claro la negativa a decretar un paro nacional y sobre la base de un programa de reivindicaciones en favor de las patronales.


La lucha es ahora


La política de la burocracia sindical, incluida la que milita en el campo del kirchnerismo, es mantener la tregua con el gobierno, dejando pasar los ataques patronales que están golpeando duramente a los trabajadores. Unos, en nombre de la candidatura de Lavagna y, otros, en nombre de la candidatura de Cristina Kirchner, llaman a los trabajadores a deponer toda lucha en función de que la salida a la crisis debe darse por el camino de las elecciones. Pero esto es falso por partida doble. Primero, porque los trabajadores necesitan pelear ahora por sus reclamos y, segundo, porque en las elecciones la burocracia quiere apuntalar a los candidatos que defienden programas capitalistas y antiobreros. La política de freno y contención es patrimonio común de todas las alas de la dirigencia sindical, pero no ha evitado una nueva vuelta de tuerca en la fractura de la burocracia. El moyanismo y el kirchnerismo han decidido hacer rancho aparte y convocará al 4 por cuerda separada. En este contexto se realza aún más la convocatoria a marchar a Plaza de Mayo, al centro del poder político, del Plenario del Sindicalismo Combativo, que reúne a sindicatos, comisiones internas, seccionales, cuerpos de delegados y agrupaciones combativas y clasistas, que denuncia el carácter de ambas marchas, su programa propatronal y su propuesta de unidad con los ajustadores, y llama a lanzar un inmediato paro activo nacional.


Para el Frente de Izquierda, la tarea es desenvolver la lucha para enfrentar la ofensiva capitalista ahora, impulsando las acciones de resistencia de los trabajadores y presentando un programa de salida para que la crisis la paguen los capitalistas. Nuestra propuesta de alcanzar de inmediato un acuerdo integral de candidaturas y programa, y sobre esa base se convoque a un Congreso del FIT, apunta a transformar la campaña electoral en un factor de movilización política de los trabajadores, las mujeres y la juventud.