El ’89 de Alfonsín y el 2009 de Kirchner

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Los macaneos que se dijeron en ocasión del fallecimiento del ex presidente seguramente impidieron a los especialistas reconocer la analogía entre el ocaso político del radical y el de Kirchner. Las elecciones adelantadas que decidió el oficialismo guardan varias semejanzas con las igualmente tempranas que Alfonsín convocó para mayo de 1989, cuando la asunción estaba prevista para el mes de diciembre siguiente. Al final, Alfonsín no sólo adelantó el comicio sino que tuvo que adelantar también el abandono del cargo.
2009 tiene en común con 1989 (y con 2001) la marca de una bancarrota económica. El anuncio de la UIA de que la producción industrial cayó en febrero por encima del 12 por ciento es una confirmación rotunda de la crisis. Alfonsín selló la suerte de su candidato, Angeloz, y la de su gobierno, cuando en febrero de aquel año devaluó el peso y desató una descomunal inflación. De la Rúa, de modo parecido, selló su derrota electoral en octubre de 2001 y la de su gobierno cuando ungió a Cavallo como ministro para que repita la recesión de 1995, pero en dosis caballar. Para evitar el mismo desenlace, los K acaban de obtener un refuerzo de yuanes por parte de China - un recurso devaluado, al punto que la banca Morgan acaba de ofrecerse para cambiarlos por dólares (jugosa comisión de por medio). Redrado, el del Banco Central, intenta repetir la operación chinesca con la Reserva Federal de Estados Unidos. Como una confirmación de que los caminos del Señor son insondables, los K acaban jugando su supervivencia a la banca norteamericana. Pero los yanquis no son tan fáciles de seducir, por eso le recomiendan al matrimonio que se dirija al FMI. El FMI, sin embargo, no les daría dólares sino patacones (perdón, "derechos especiales de giro"), una moneda de cuenta o cuasi moneda, que serviría como pretexto para imponer un congelamiento de los salarios y de los gastos sociales del Presupuesto. Algo de esto ya se está haciendo, porque mientras Moyano liquida las paritarias, el jefe de Gabinete utiliza recursos de la seguridad social para tapar el agujero fiscal.
El destino de la campaña electoral, sin embargo, depende, por sobre todo, del desarrollo de la bancarrota económica y de las limitaciones insalvables que tiene el gobierno para hacerle frente. Nuestra advertencia de hace un mes, de que estaba "esperando la cosecha", se ha confirmado. Los exportadores venden dólares y su precio baja. Pero recién estamos en los primeros escarceos. El capital sojero va a mover el grano al compás de la campaña política. Los K han decidido, por este motivo, meter presión, y retacean las devoluciones de impuestos a los exportadores, porque han descubierto, al cabo de seis años, que subfacturan las ventas y las triangulan pasando por los paraísos fiscales. Pero todo esto es precario. El capital mundial está manteniendo el aliento por el temor al derrumbe conjugado de Europa Oriental (incluida Ucrania) y los países del Báltico, lo cual mandaría a la lona a una tanda de bancos suecos, austríacos, italianos y alemanes - además de comerse los patacones que se dispusieron para el FMI.
Una campaña política auténticamente socialista debe poner de manifiesto esta situación y denunciar los planteos distraccionistas de los políticos patronales, pero en especial de los centroizquierdistas, porque los centroizquierdistas intentan vender gato por liebre y ofrecer como válidas sus viejas recetas de retoques parciales al capitalismo, cuando éste se despeña a escala mundial. La salida del capitalismo a la crisis consiste en la liquidación del salario y del empleo y de las conquistas elementales de los trabajadores. En oposición a este desenlace histórico planteamos la nacionalización del gran capital, sin compensaciones, para defender las necesidades y derechos del mundo del trabajo.