Políticas

15/12/1994|434

El acuerdo automotriz del Mercosur inicia una crisis industrial

Apenas se anunció que Sevel, del grupo Macri, sería absorbida por la Fiat, señalamos en Prensa Obrera (17/11) que “lo especial de la caída de Macri es que también anuncia un verdadero tembladeral con respecto al Mercosur y a la industria autopartista argentina. Tal como se anuncian las cosas, la crisis industrial del 95 será para alquilar balcones”.


La semana pasada, en efecto, las patronales autopartistas y Macri salieron a viva voz a criticar el acuerdo automotriz firmado por Domingo Cavallo con el ministro brasileño Ciro Gomes.  Según lo acordado, Argentina considerará como componente nacional de los automotores que se fabrican en su territorio, a las autopiezas de origen brasileño, pero su importación deberá compensarse con exportaciones de valor equivalente a cualquier lugar del mundo, aunque hacia Brasil, por cada dólar  exportado, se podrá importar 1,20. “Es injusto, modifican el régimen de compensación para beneficiar con un 20% a los autopartistas brasileños”, se quejó Mauricio Macri, quien, además de Sevel, controla muchas empresas autopartistas. El acuerdo golpea al grupo Macri y al conjunto de las patronales de autopartes que no están integradas a las grandes fábricas automotrices imperialistas.  Para éstas, en cambio, el acuerdo es auspicioso, porque les permite una penetración mayor, así como de sus autopartistas asociadas establecidas en Brasil.


El acuerdo favorece a las grandes terminales imperialistas, que podrán comprar  las autopiezas en cualquier país del Mercosur, quebrando la reserva de mercado que tenían las autopartistas.  Esto deberá reducir los beneficios de la industria autopartista existente y desvalorizar su capital, lo que llevará a la quiebra estimada de la mitad de las empresas.


Las terminales instaladas en la Argentina podrán importar todos los autos que deseen desde Brasil con arancel cero, sin cupos. Aunque deberán compensar estas compras con ventas a Brasil por 1 dólar por cada 1,20 de importación; esto difícilmente lo cumplan porque el auto producido en Argentina no es competitivo. Aunque podrá exportar libremente a Brasil el llamado auto económico, incluso recibiendo exenciones impositivas, “hasta ahora la Argentina no produce vehículos con motores de menos de 1.000 cc como para poder ingresar en el mercado del auto económico brasileño…” (Ambito,12/12). Es decir que Argentina se queda afuera del pregonado boom de compra de autos en Brasil.


Las terminales son las verdaderas autoras del acuerdo, porque ya no están interesadas en la protección de los mercados nacionales,  sino en poder importar libremente unidades completas,  en unos casos, y partes y subconjuntos en otros, esto en función de una división del trabajo de sus empresas a escala internacional.


Cuando Macri, quien nunca dejó de ser un testaferro de  licencias extranjeras (Fiat, Peugeot), vio venirse el desplome del régimen automotriz argentino, se apresuró a proponer la venta de  Sevel a la Fiat.  Sin embargo, la Fiat ya estaba al tanto de los cambios, por lo que ahora Macri deberá malvender la empresa,  porque perdió la llave del negocio, que no era otra cosa que el protegido régimen automotriz.


Brasil, donde el control de las autopartistas por  los intereses automotrices son  mucho más fuertes, hizo de punta de lanza para el desmantelamiento del régimen argentino, mandando a la lona a los Macri y prontamente a los Antelo (Ciadea). Lo que por supuesto no desaparecerán son las prebendas del gobierno a la nueva industria concentrada, porque Carlos Magariños, secretario de Industria,  ya adelantó que “estamos mejorando los reintegros de exportación  de nuestros propios autopartistas. Gana Brasil, pero también gana la Argentina”.


De este modo, el Mercosur se revela como una creación artificial de beneficios adicionales a través de una política de reembolsos financiada con el dinero recaudado de los impuestos al consumo, o sea, a los trabajadores.


La burocracia de José Rodríguez salió a apoyar el acuerdo, diciendo que “no afectará las fuentes de trabajo”, con el argumento de que Brasil tiene un déficit de producción de autos con relación a la demanda y “nosotros un mercado que está llegando al máximo de su capacidad” (Río Negro, 10/12), es decir, un excedente. Pero si el intercambio tiene que ser compensado con un 20% en favor de Brasil, es evidente que no se visualiza que Argentina vaya a cubrir el déficit de demanda brasileña. Y esto es así porque Argentina  no tiene competitividad ni capacidad de producción. El déficit de oferta en Brasil va ser cubierto por las importaciones de afuera del Mercosur.


Lo fundamental es que Rodríguez admite el fin del boom automotriz  argentino y que Magariños “estimó que este sector (autopartes) deberá afrontar un período crítico hasta 1998, para afrontar la reconversión que le permita abordar los acuerdos sellados el viernes” (Diario de Río Negro).


Se ha abierto un proceso de desmantelamiento  del sector autopartista y de mayor concentración de la industria automotriz, en beneficio de las grandes multinacionales.


El movimiento obrero de los países del Mercosur entra, con sus organizaciones entregadas a las patronales, a un proceso que ha de significar mayores ritmos de trabajo, flexibilidad laboral y caídas del salario.  Justamente por eso despertará resistencias en el movimiento obrero y será un factor decisivo en la crisis política de la región y en el movimiento sindical.