Políticas

28/6/2019

El acuerdo Mercosur – Unión Europea, entre el “humo” y la entrega

Los funcionarios del gobierno nacional anunciaron con bombos y platillos, desde Bruselas, la firma de un acta acuerdo entre el bloque del Mercosur y la Unión Europea, celebrándolo como “un hecho histórico”. En realidad, se trata de una cortina de humo para intentar mostrar algún logro en una campaña electoral marcada por la recesión económica, la precaria situación financiera del país y las penurias que padecen cotidianamente los trabajadores.


La calificación de lo firmado como “un avance estratégico en el posicionamiento argentino en la escena internacional” (según el canciller argentino Jorge Faurie) es simplemente una farsa. Lo que firmaron hoy representantes de ambos bloques es un acuerdo político, más parecido a una declaración de intenciones, que patea finiquitar los aspectos comerciales para dentro de al menos seis meses. Muy lejos está aún un tratado de libre comercio, el cual para concretarse deberá navegar en las turbulentas aguas de la guerra comercial que domina el mercado mundial.


Sin embargo, a pesar del manijazo de campaña que es realmente, la firma de un acuerdo plantea problemas no menores. Un sector de la clase capitalista ha salido a cuestionarlo, porque a pesar de no conocer el texto suscripto, sí estaba claro que la UE no cedería en los aspectos más importantes que traban el tratado desde hace 20 años. Considerando esto, más que un acuerdo es una capitulación.


Capitulación


De movida, un tratado de libre comercio entre dos bloques económicos con una desproporción evidente serviría para reforzar la injerencia del bloque imperialista sobre el otro semi colonial. Por este motivo, el anuncio despertó el recelo de un amplio sector de los capitalistas sudamericanos.


El aspecto central es la cuestión arancelaria. Hoy en día, las exportaciones argentinas pagan al entrar a Europa aranceles de 4 o 5%, mientras que el promedio del gravamen que pagan los productos europeos que ingresan a Argentina es del 20%, y en Brasil es del 27%. Es por esto que varios analistas económicos aseguran que con la eliminación de las barreras arancelarias se facilitaría el ingreso de productos de la UE, pero no incentivaría nada las exportaciones sudamericanas.


En este sentido alzaron la voz distintos sectores de la burguesía local. La Corporación Vitivinícola encendió el alerta ante la posibilidad de que esto incentive la importación de vinos franceses, italianos, portugueses y españoles, los cuales contarían con la ventaja de subsidios millonarios de sus estados. Las autopartistas también se quejaron por la eventual reducción de los aranceles (hoy en el orden del 18%) y cuestionan las exigencias de la UE sobre las normas de origen, que consisten en que alcance con un 50% de componentes locales en los vehículos para que sean considerados europeos, por más que utilicen la otra mitad de las autopartes de países como China.


El sector automotriz, en especial carioca, buscaba fijar un límite a las importaciones de automóviles, pero ello no habría sido incorporado por la negativa de Alemania. Paralelamente, tampoco estaría contemplado un aumento en la cuota de carne vacuna que se exporta a Europa, por la oposición del gobierno francés a ceder en perjuicio de los productores galos. Similar límite pesaría sobre los productos agrarios, que significan la mayor parte de los productos que se venden a Europa. Los laboratorios nacionales también ven el tema con preocupación, ya que la igualación de las reglas de propiedad intelectual favorecería a la industria farmacéutica del viejo continente, que tendría mejores condiciones para imponer la protección de sus patentes.


El fracaso de la burguesía nacional


La claudicación de los gobiernos argentino y brasileño, urgidos por mostrar algún progreso en sus países -surcados por profundas crisis políticas y económicas-, es una muestra más de la incapacidad de la burguesía nacional en desarrollar autónomamente a la región y lograr una ubicación más favorable en el mercado mundial. Ese fracaso es agudizado por la guerra comercial y la contracción del mercado a nivel global.


El descontento de un sector de la burguesía nativa intentará ser capitalizado por los Fernández, que con un discurso seudo nacionalista buscan emblocar a los trabajadores detrás de la defensa de la “producción nacional”, es decir de las patronales que pujan por la reforma antilaboral. El planteo en pos de una nueva devaluación, que Alberto trasmitió al FMI en la reunión donde volvió a asegurar que pagará la deuda, apunta a congraciarse justamente con los exportadores que advierten sobre el atraso cambiario que genera contener al dólar a fuerza de tasas usurarias y la fuga de divisas.


El nacionalismo burgués latinoamericano de los Chávez y los Kirchner, de todas maneras, carga en sus espaldas con el fracaso de la tan patrocinada integración regional, habiendo convertido al Mercosur en un compendio de acuerdos aduaneros y cláusulas de flexibilización laboral en distintos sectores de la industria, y en paraguas de los negocios de los sojeros y el capital financiero en la región, sin avanzar en desarrollar ninguno de los proyectos que se había trazado como el Banco del Sur o el Gasoducto del Sur.


El desarrollo independiente de América Latina y una verdadera integración regional solo podrán ser obra de un plan económico elaborado y dirigido por la clase obrera, en dirección a erigir una federación de repúblicas socialistas de Lationamérica.