Políticas

7/11/1996|518

El agotamiento del Mercosur

En el ‘coloquio’ de Bariloche, los grandes explotadores argentinos ‘sorprendieron’ públicamente con sus agudas divergencias sobre el Merco- sur, algo que hasta ahora había sido la ‘prenda de su unidad’.


Para el ‘procesista’ Juan Alemann, por ejemplo, “el Mercosur es más benefi­cioso para la Argentina que para el Brasil, especialmen­te en el sector automotor” (La Razón, 28/10).


En la otra vereda, la de las quejas contra el ‘proteccionis­mo’ brasileño y contra la ‘falta de incentivos’ a los ex­portadores, la ‘voz cantante’ fue Francisco Macri, para quien el Mercosur ha convertido a la Argentina en una “provincia económica” del Brasil.


Los petroleros se quejaron de que Brasil no permite refinar el crudo argentino en su territorio; los banqueros ‘na­cionales’, de las trabas que el Banco Central brasileño puso a la apertura de sucursales de los bancos Galicia y Francés en Brasil; Techint, por su virtual exclusión de la licitación para la construcción de un multimi­llonario gasoducto que llevará el gas boliviano a Brasil; otros, como Pescarmona (de Impsa), sostuvieron que “las empre­sas argentinas están per­diendo posiciones como consecuencia de una políti­ca equivocada” (El Cronista, 25/10). Lo que todos estos ex­plotadores pasaron por alto, sin embargo, es que como conse­cuencia de la superexplotación, del alargamiento de las joma­das laborales, de la reducción de salarios y de la derogación de las ‘cargas sociales’, hoy resulta que el ‘costo laboral’ argentino ha caído por debajo del brasileño (ídem).


Las Pymes, por su parte, denunciaron las “trabas bu­rocráticas” que las autoridades brasileñas pondrían a sus exportaciones.


Macri, Techint, Pescarmo­na, los bancos Galicia y Francés son la ‘flor y nata’ de la bur­guesía argentina. Entonces, bajo la cubierta de la ‘integra­ción’, lo que tenemos en la rea­lidad es una lucha salvaje entre las burguesías de ambos paí­ses.


Ocurre que los explotadores brasileños —que según los ar­gentinos estarían ‘protegidos’ por la política de su gobierno— se quejan, ellos también, de ‘desprotección’ y de la ‘au­sencia de una política in­dustrial’. La evidencia más reciente es lo que O Estado de Sao Paulo (10/10) dio en llamar “la guerra de las termina­les” alrededor de los aranceles de importación de autopartes y materias primas. La Volkswa­gen —que armó su propia red de proveedores ‘tercerizados’ brasileños— respalda el recla­mo de los autopartistas de ele­var del actual 2% al 10% los aranceles para la importación de autopartes y materias pri­mas, a lo que se oponen violen­tamente el resto de las termi­nales —en particular Ford y GM— que se proveen de auto- partes y materias primas en el exterior. La reducción de los aranceles para las autopartes causó la masiva quiebra de los autopartistas brasileños y el despido de más de 150.000 tra­bajadores, en el sector (sobre ocupados hace poco más de cuatro años).


Todo esto ya fue señalado por Prensa Obrera hace ya casi dos años: “estos grupos —de­cía entonces— ya no están interesados en la protec­ción de los espacios nacio­nales sino al revés, en la posibilidad de importar li­bremente partes y unida­des completas, esto en fun­ción de una división del tra­bajo dentro de esos grupos en una escala internacio­nal” (1).


Para el ya citado Alemann, la cantidad de nuevas fábricas que se han establecido gracias al Mercosur (en su inmensa mayoría automotrices) es “im­presionante”… aunque “las nuevas fábricas suelen des­plazar a las viejas, lo que entonces da la sensación de destrucción” (La Razón, 28/ 10). Lo que ha provocado el Mercosur es una concentración monopólica sin precedentes en manos del gran capital interna­cional.


El Mercosur es un “merca­do (más) común”, para unos que para otros. No ha servido para brindarle una ‘salida’ a los industriales argentinos, ya que las exportaciones argenti­nas al Mercosur se reducen a petróleo crudo, a productos agrícolas y a autopartes y auto­móviles. Esto ya había sido pro­nosticado también por Prensa Obrera con mucha anteriori­dad: “si Brasil impone su pretensión (y lo hizo), y de­trás de Brasil está toda la industria automotriz del mundo, los fabricantes de autopartes de Argentina no podrán celebrar el tránsito entre 1995 y 1996. Los plan­teos de Brasil, es decir de los monopolios automotri­ces, anuncian la gran, gran, gran crisis metalúrgica de Argentina. A sus patronales no las salvará ya ni la flexibilización laboral, ni el ‘just in time’, ni la ley de empleo … Lo que aparece como perspectiva, entonces, es una crisis muy grande del Mercosur, un fuerte despla­zamiento de la burguesía nacional, una mayor crisis industrial…” (2).