El agotamiento del Mercosur
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En el ‘coloquio’ de Bariloche, los grandes explotadores argentinos ‘sorprendieron’ públicamente con sus agudas divergencias sobre el Merco- sur, algo que hasta ahora había sido la ‘prenda de su unidad’.
Para el ‘procesista’ Juan Alemann, por ejemplo, “el Mercosur es más beneficioso para la Argentina que para el Brasil, especialmente en el sector automotor” (La Razón, 28/10).
En la otra vereda, la de las quejas contra el ‘proteccionismo’ brasileño y contra la ‘falta de incentivos’ a los exportadores, la ‘voz cantante’ fue Francisco Macri, para quien el Mercosur ha convertido a la Argentina en una “provincia económica” del Brasil.
Los petroleros se quejaron de que Brasil no permite refinar el crudo argentino en su territorio; los banqueros ‘nacionales’, de las trabas que el Banco Central brasileño puso a la apertura de sucursales de los bancos Galicia y Francés en Brasil; Techint, por su virtual exclusión de la licitación para la construcción de un multimillonario gasoducto que llevará el gas boliviano a Brasil; otros, como Pescarmona (de Impsa), sostuvieron que “las empresas argentinas están perdiendo posiciones como consecuencia de una política equivocada” (El Cronista, 25/10). Lo que todos estos explotadores pasaron por alto, sin embargo, es que como consecuencia de la superexplotación, del alargamiento de las jomadas laborales, de la reducción de salarios y de la derogación de las ‘cargas sociales’, hoy resulta que el ‘costo laboral’ argentino ha caído por debajo del brasileño (ídem).
Las Pymes, por su parte, denunciaron las “trabas burocráticas” que las autoridades brasileñas pondrían a sus exportaciones.
Macri, Techint, Pescarmona, los bancos Galicia y Francés son la ‘flor y nata’ de la burguesía argentina. Entonces, bajo la cubierta de la ‘integración’, lo que tenemos en la realidad es una lucha salvaje entre las burguesías de ambos países.
Ocurre que los explotadores brasileños —que según los argentinos estarían ‘protegidos’ por la política de su gobierno— se quejan, ellos también, de ‘desprotección’ y de la ‘ausencia de una política industrial’. La evidencia más reciente es lo que O Estado de Sao Paulo (10/10) dio en llamar “la guerra de las terminales” alrededor de los aranceles de importación de autopartes y materias primas. La Volkswagen —que armó su propia red de proveedores ‘tercerizados’ brasileños— respalda el reclamo de los autopartistas de elevar del actual 2% al 10% los aranceles para la importación de autopartes y materias primas, a lo que se oponen violentamente el resto de las terminales —en particular Ford y GM— que se proveen de auto- partes y materias primas en el exterior. La reducción de los aranceles para las autopartes causó la masiva quiebra de los autopartistas brasileños y el despido de más de 150.000 trabajadores, en el sector (sobre ocupados hace poco más de cuatro años).
Todo esto ya fue señalado por Prensa Obrera hace ya casi dos años: “estos grupos —decía entonces— ya no están interesados en la protección de los espacios nacionales sino al revés, en la posibilidad de importar libremente partes y unidades completas, esto en función de una división del trabajo dentro de esos grupos en una escala internacional” (1).
Para el ya citado Alemann, la cantidad de nuevas fábricas que se han establecido gracias al Mercosur (en su inmensa mayoría automotrices) es “impresionante”… aunque “las nuevas fábricas suelen desplazar a las viejas, lo que entonces da la sensación de destrucción” (La Razón, 28/ 10). Lo que ha provocado el Mercosur es una concentración monopólica sin precedentes en manos del gran capital internacional.
El Mercosur es un “mercado (más) común”, para unos que para otros. No ha servido para brindarle una ‘salida’ a los industriales argentinos, ya que las exportaciones argentinas al Mercosur se reducen a petróleo crudo, a productos agrícolas y a autopartes y automóviles. Esto ya había sido pronosticado también por Prensa Obrera con mucha anterioridad: “si Brasil impone su pretensión (y lo hizo), y detrás de Brasil está toda la industria automotriz del mundo, los fabricantes de autopartes de Argentina no podrán celebrar el tránsito entre 1995 y 1996. Los planteos de Brasil, es decir de los monopolios automotrices, anuncian la gran, gran, gran crisis metalúrgica de Argentina. A sus patronales no las salvará ya ni la flexibilización laboral, ni el ‘just in time’, ni la ley de empleo … Lo que aparece como perspectiva, entonces, es una crisis muy grande del Mercosur, un fuerte desplazamiento de la burguesía nacional, una mayor crisis industrial…” (2).