Políticas

31/7/2003|811

El año en que todos vivimos felices

Vilma Ripoll, del Mst-Izquierda Unida, escribió un pequeño texto en Página/12 (11/7) para reivindicar “la segunda y definitiva independencia”, que culminaría la tarea inconclusa de 1816. Un texto pequeño pero muy esclarecedor.


Para demostrar que “las circunstancias para pelear (por la independencia) son menos difíciles que hace 187 años”, dice que “cayó el tabú de que ‘no se puede vivir sin el Fondo’…”. ¿Y cómo cayó? ¿Por la “moratoria” del peruano Alan García? O, más cercanamente, ¿por la declaración de “no pago” de Rodríguez Saá? El Mst apoyó en su momento a Alan García y más tarde a Rodríguez Saá por sus “moratorias”, que eran simplemente una estafa: bajo Rodríguez Saá primero, y bajo Duhalde después, Argentina siguió pagando puntualmente la mitad de su deuda externa ( incluso utilizando para ello las reservas del Bcra).


No solamente esto. El reemplazo de Remes Lenicov por Lavagna restableció el sistema de “acuerdos con el FMI”, que fue el instrumento principal del gobierno de Duhalde para conservar el apoyo del capital internacional. La frase “podemos vivir sin el Fondo” fue inventada por los economistas capitalistas del “Grupo Fénix” (Aldo Ferrer) para apoyar la política pro-exportadora (y antiobrera) de Duhalde-Lavagna.


Ripoll ignora que la devaluación que nos habría llevado a “romper el tabú” y “vivir sin el Fondo” fue impuesta por el Fondo, que la reclamó, al menos, desde mayo del 2001.


“Vivir sin el Fondo” significa que no ingresan capitales del exterior sino divisas vía exportación. ¡”Viva la patria exportadora”!


La salida obrera obrera a la bancarrota capitalista no es “vivir sin el Fondo” sino la revolución proletaria.


El año 2002 no es para jactarse, porque cuando supuestamente “vivíamos sin el Fondo” (lo cual es falso) el poder adquisitivo cayó un 60% y la desocupación aumentó al 32%. Ripoll reclama “un frente de países deudores”, es decir, un frente con las burguesías nacionales y los gobiernos latinoamericanos, o sea, la “unidad nacional” con los explotadores nativos… contra el FMI. Olvida, simplemente, que una parte no menor de la deuda externa latinoamericana se encuentra en manos de las propias burguesías locales: cuando éstas se oponen al “no pago” de la deuda externa no sólo están revelando su cobardía frente al imperialismo; están defendiendo, también, sus propios intereses de clase.


Ripoll reivindica a San Martín pero no debería olvidar a Trotsky. Hace dos siglos, durante el proceso de la independencia latinoamericana, la clase obrera era inexistente. En los dos siglos que pasaron, asistimos a un poderoso desarrollo de la clase obrera y sus organizaciones en todo el continente. El temor de la burguesía a la acción independiente de la clase obrera y la defensa de su derecho a compartir con el imperialismo la explotación de “sus” clases obreras, es el elemento dominante de la actualidad. Confundir los inevitables roces de las burguesías nacionales con la posibilidad de una revolución antiimperialista dirigida por la burguesía es condenar a los trabajadores a la subordinación política ante los explotadores nacionales.


Vilma Ripoll dice en su texto que “a diferencia de los gobiernos, todos los pueblos de América Latina (…) están demostrando su enorme voluntad de terminar con el sometimiento a Estados Unidos y a sus órdenes”. Debería explicar por qué apoyó con todo el ascenso de uno de estos gobiernos, el que Lula formó con la burguesía y terratenientes brasileños, previo acuerdo con el FMI. No es a Lula o al PT que apoyó Izquierda Unida, sino a los explotadores del Brasil.


Ripoll reivindica “el decisivo empuje de San Martín”, una frase que podrían suscribir el 100% de los políticos patronales proimperialistas de la Argentina. Pero lo que un socialista debe decir es que las campañas de San Martín sirvieron para instalar a las oligarquías chilena y peruana en el poder en Santiago y en Lima. Ni en Chile o Perú, ni tampoco en Argentina, la independencia alteró las relaciones sociales existentes; sólo sirvió para traspasar el poder de un sector de los explotadores (los españoles) a otra fracción de los explotadores, las oligarquías locales y, principalmente, el naciente imperialismo inglés.


La liberación nacional de Argentina no vendrá de “otro 9 de julio” sino de “otro 19 y 20 de diciembre”, que complete las tareas que el del 2001 dejó inconclusas.