El Argentinazo,dos años despues
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Que el movimiento piquetero, en las vísperas del segundo aniversario de la rebelión popular de diciembre de 2001, se encuentre en el centro del escenario y del debate nacional es, por sí mismo, un testimonio irrefutable de la vigencia y actualidad del Argentinazo. Las jornadas históricas del 19 y 20 de diciembre son las hijas revolucionarias del movimiento piquetero, forjado en una década de puebladas, de marchas, de cortes de ruta, de huelgas generales y de luchas que recorrieron los confines de todo el país. Fueron las Asambleas Nacionales Piqueteras de ese mismo año 2001 las que levantaron la consigna Fuera De la Rúa y Cavallo. Los piquetes, retomando una tradición histórica, se transformaron en una suerte de marca nacional. Así, no fue el Argentinazo el que parió a la Argentina piquetera sino que que fue esta última la que parió la insurgencia del pueblo, cuando la clase media porteña se sumó, con sus cacerolas y en masa, a las calles, a las plazas y a los centros de poder.
La vigencia del movimiento piquetero, al que la burguesía trató y trata por todos los medios de echar atrás, es, entonces, la actualidad del propio Argentinazo. ¿No es notable que en el medio de una furibunda campaña para aislar a los piqueteros, la clase media haya salido la semana pasada a hacer un piquete masivo frente a la comisaría del barrio porteño de Villa Urquiza, acusada de complicidad con los recientes asaltos a restaurantes? Cuando más crece la campaña a favor de la “seguridad” en las “calles” más se apropian las masas, que son el objetivo de esa misma campaña, de los “métodos piqueteros”.
Es un dato objetivo, más allá de la batalla por manipular la subjetividad popular. La pedagogía del piquete se ha convertido en una escuela nacional. No hay reclamo que no acabe en la calle, en el escrache, en la acción directa. No olvidemos que De la Rúa preparó su propio derrumbe cuando perdió su batalla por separar a los “saqueadores” de la pequeña burguesía, apelando al estado de sitio que acabó “metiéndose en el culo”. Es la misma batalla que perdió Duhalde cuando fracasó la provocación criminal de Puente Pueyrredón.
Gobierno Kirchner, centroizquierda e izquierda
Dos años después, sorteada la “transición”, comienza su gestión definitiva el régimen que es la contracara del “que se vayan todos”.
Como parte de este operativo político ha subido al poder la izquierda del régimen. La clase capitalista no fue desplazada del poder, sus diversas fracciones se reacomodaron y los “progresistas” aparecen como su mascarón de proa. El Presidente y su elegante señora esposa no vacilan en asociarse a la generación de los desaparecidos en busca de una cosecha política entre las llamadas organizaciones de derechos humanos que, a su manera, se han transformado en una correa de transmisión del propio poder (Hebe de Bonafini ha invitado a su “Marcha de la Resistencia” a Evo Morales, una suerte de émulo de Kirchner del Altiplano que acaba de declarar su apoyo al presidente Mesa y a su gabinete patronal-“neoliberal” heredero del gobierno Sánchez de Losada).
La centroizquierda y la izquierda que la apaña (si tenemos en cuenta que la integra una parte entera de la denominada Izquierda Unida), que usaron de parapeto a De la Rúa, parecen hoy consumar su objetivo. Chacho Alvarez ha vuelto como mentor intelectual de su resurgimiento para señalar que “Kirchner ha tomado en sus manos el 100% de nuestra agenda” (Clarín), y los detritus devaluados del Frepaso se han reciclado en los puestos oficiales en búsqueda de una nueva oportunidad.
¿Y por qué no? Lo esencial es que el programa no ya de Kirchner, sino de la pata centroizquierdista que se integró a su gobierno, pretende por enésima vez un capitalismo “honesto” y “nacional” adaptado a la era de la “globa lización”. Pero la “burguesía nacional” que Kirchner quiere reconstituir reclama “sueldos” de planes Jefes y Jefas para reactivar la producción y hasta una relación privilegiada con el imperialismo norteamericano, más allá del Alca. Es, por lo tanto, un callejón sin salida. Con Lula, el programa de asociación con el imperialismo y de salvataje de los intereses sociales que sostuvieron el “neoliberalismo” alcanzó en estos dos años una dimensión continental. El gobierno del PT se presentó sin disimulo como el programa del “anti-argentinazo”. La “popularidad” de la izquierda ha quedado como el último cartucho para desarmar políticamente las tendencias revolucionarias que anidan en las masas latinoamericanas.
Piqueteros, ¡carajo!
Parafraseando a un nacionalista de izquierda de la década del ‘60, el movimiento piquetero se ha transformado en el “hecho maldito del país burgués”. Su fuerza se vincula a una lucha histórica, pero deriva y se alimenta de la incapacidad de los representantes “centroizquierdistas” de la burguesía por dar una salida al empantanamiento del orden social capitalista. Se revela en el hecho de que el Estado y las instituciones cuya autoridad Duhalde y Kirchner vinieron a reestablecer, se desangran en una lucha de clanes y capillas que está minando la capacidad de acción del aparato represivo, que es el núcleo duro de la dominación capitalista, cualquiera sea su signo.
Mediante Duhalde y Kirchner, la burguesía logró retomar la iniciativa política al imponer una salida electoral. Todos los “analistas económicos” coinciden en señalar la ventaja del repunte de los precios internacionales de las exportaciones argentinas (soja y petróleo), que hicieron las delicias de los pulpos (que pasaron del menemismo al kirchnerismo con el mismo entusiasmo) y permitieron retomar los pagos al FMI, el pacto con Bush y los subsidios tanto a la burguesía argentina pesificada como a los bancos.
Pero no es lo que importa decisivamente. Con la colaboración del progresismo y la izquierda, se impulsa un intento por echar políticamente atrás al movimiento piquetero y armar inclusive una base propia en su interior. Son maniobras de corto alcance, cuando ninguna reivindicación fundamental de los trabajadores y el pueblo ha sido satisfecha y el “ajuste” se descarga inclusive sobre las bases de la burocracia sindical más adicta (Ate, docentes).
El porvenir del movimiento piquetero está indisolublemente vinculado a esta nueva experiencia política por superar a la izquierda del propio sistema. No se trata de un cambio en el “modo de hacer política”, ni de los “métodos de representación”, ni de la “honestidad del funcionario público” que deje intacto el contenido social del régimen. Se trata sí de plantear la confiscación de los responsables de la miseria popular (la banca y el gran capital), de un plan de reconstrucción productiva y social en manos de los trabajadores, de un gobierno de sus organizaciones. Un programa que requiere la independencia política de la clase obrera, un agrupamiento propio, una lucha estratégica… una organización de partido. Una tarea que progresará de manos de la propia lucha y de la descomposición inevitable del poder oficial, atrapado en su propio laberinto que no es otro que la inevitable descomposición capitalista.
Por eso convocamos a sumarnos al movimiento piquetero que llama a ganar la Plaza de Mayo este 20 de diciembre, para recalmar “Fuera el pacto Kirchner FMI, por otro 19 y 20, por el gobierno de los trabajadores y el pueblo”. El “fantasma” del Argentinazo, que está vivito y coleando.