El Banco Central no para de perder reservas. En enero, la autoridad monetaria tuvo un saldo negativo de U$S 192 millones, y, en lo que va de febrero, las ventas netas del BCRA llegan a U$S 367 millones. El gobierno, que prometía que el destino prioritario de los dólares iba a ser la producción, terminó reforzando el cepo a las importaciones y dilapidando las divisas para financiar la corrida y pagar deuda usuraria.

En primer lugar, desde que entró en vigencia el nuevo sistema de importaciones (SIRA) no solo se aletarga el plazo de acceso a los dólares para cancelar las compras en el exterior, sino que existen demoras para obtener las autorizaciones. Según una encuesta publicada a principios de febrero 2023 por la Cámara Argentina de Comercio, el 76% de las empresas consultadas respondió que en los últimos dos meses había recibido la aprobación de menos del 25% de las solicitudes SIRA. Lo anterior contiene efectos recesivos que se ven nítidamente en el Índice de producción industrial manufacturero, que mide el Indec, el cual cayó 1,2% en diciembre respecto al mes anterior.

El endurecimiento de las trabas para importar es el resultado de la crisis de reservas del Banco Central, la cual encuentra sus causas en el drenaje constante de divisas por medio de distintos mecanismos de fuga, bajo el amparo de todos los gobiernos. Una vez disipados los efectos del dólar soja de diciembre, el BCRA comenzó el 2023 con saldos en rojo.

Por un lado, a raíz de la sequía, el ingreso de dólares por exportaciones de trigo se desplomó. A su vez, los sojeros volvieron a retener la cosecha ni bien finalizó el beneficio del dólar soja; se calcula que conservan sin vender 7,7 millones de toneladas del ciclo pasado para presionar por un nuevo tipo de cambio preferencial y una devaluación abrupta. Como vemos, intentar solucionar la crisis de reservas a partir de otorgar concesiones a los capitalistas es completamente inconducente.

Por otra parte, los compromisos de deuda en dólares también erosionaron las reservas en los primeros meses del año. Según los datos de la Oficina de Presupuesto del Congreso, en enero se pagaron U$S 1.202 millones en concepto de intereses a los bonistas privados que ingresaron al canje de 2020 y U$S 334 millones (entre capital e intereses) a organismos multilaterales y bilaterales que no son el FMI. A comienzos de febrero, se pagaron intereses al FMI por U$S 691 millones (con sobretasa ultrausuraria incluida) y a lo largo del mes restan cancelar intereses por U$S 40 millones a los acreedores privados y por U$S 46 millones a otros organismos multilaterales. Finalmente, la prioridad del gobierno está puesta en el rescate de la deuda usuraria y fraudulenta, convalidando una práctica de saqueo nacional perpetrada por el capital financiero.

A su vez, fruto de la desconfianza en la deuda en pesos y las expectativas devaluatorias, los especuladores optan por dolarizarse, lo que explica el alza de las cotizaciones paralelas. El Banco Central, con la intención de contener el precio de los dólares MEP y Contado con Liqui, interviene en el mercado financiero malvendiendo parte de las reservas, y, de esta forma, termina financiando la corrida en curso. Como parte de estas operaciones, Massa se aprestó a recomprar bonos de deuda argentina por U$S 1.000 millones, para lo cual ya lleva gastados U$S 374 millones sin haber logrado achicar la brecha cambiaria.

La única forma de detener esta sangría, fuente de innumerables desequilibrios económicos que paga el pueblo, es nacionalizando bajo control obrero la banca y el comercio exterior, repudiar la deuda ilegítima y romper con el FMI. De este modo podremos destinar el ahorro nacional al desarrollo del país y a la satisfacción de las necesidades sociales.

 

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