El campo tiene una salida
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La movilización de los chacareros entrerrianos contra Menem fue todavía más significativa del estado de rebelión que existe en el campo, que el tractorazo del miércoles 21 a Plaza de Mayo. Movilizó a una masa de chacareros que no tienen salida en el régimen actual. Otra cosa representan los que se encuentran ocupados en la exposición anual de la Rural.
El campo se encuentra afectado por una caída de los precios internacionales y por una deuda bancaria de 10.000 millones de dólares. Para muchos pequeños e incluso medianos productores, la situación es terminal y tendrán que entregar sus campos. Hay 15 millones de hectáreas bajo hipoteca y una gran parte podría pasar a poder de los pulpos financieros.
Curiosamente, sin embargo, "el sector de la industria de alimentos y bebidas muestra un dinamismo sostenido", informa El Cronista (22/7). "A diferencia de los primarios, las exportaciones de manufacturas de origen agropecuario crecieron 7,3%; los manufacturados de origen agropecuario lograron saltar la valla de la baja de los precios internacionales".
Es claro, los consumidores no han recibido ninguna reducción sustancial de los precios en los supermercados. La diferencia entre lo que pagan y lo que va al pequeño productor ha quedado en manos del monopolio industrial, los Danone, Nabisco, Mastellone, Sancor. Los terratenientes, en su mayoría, se encuentran asociados a la comercialización e industrialización de sus productos. Para ellos, el mercado libre es una ganga, porque les permite ganar cuando suben los precios del agro (que además trasladan a los precios finales) y también cuando esos precios bajan.
Los terratenientes y grandes capitales agrarios reclaman que se anule el impuesto a la renta presunta y a los intereses, que según Chacho Alvarez son "regresivos" (has recorrido un largo camino, muchacho). Pero es escamoteando su verdadera renta y disimulándola como pago de intereses que los grandes explotadores agrarios realizan una evasión impositiva que, según la AFIP, es del 70%. Si los latifundistas siguieran sin pagar impuestos, la alternativa sería aumentar todavía más los impuestos al consumo (un IVA provincial) como reclama, por ejemplo, el FMI.
Los terratenientes tampoco tienen problemas para refinanciar deudas o acogerse a ‘moratorias’; incluso tienen mayoría en uno de los principales bancos acreedores, el Provincia de Duhalde, y una influencia decisiva en el Nación. Para los chacareros, las tasas de interés o los recargos que les cobran en las moratorias o en la refinanciación de deudas, es impagable.
El Banco Nación ofreció refinanciar la deuda agraria a 20 años, a cambio de un pago al contado del 13,5% de su valor. Pero esta salida ‘de máxima’ es infranqueable para el chacarero, que simplemente carece de la posibilidad de hacer ese pago. Los demás bancos sólo aceptan refinanciar a deudores solventes. Sobre la masa de los chacareros pende claramente el desalojo.
A esta altura, las negociaciones de las entidades agrarias con el gobierno no dan para más, simplemente porque para evitar los desalojos el gobierno tendría que decretar una moratoria unilateral de la deuda y hacerse cargo de la financiación del campo, o sea que debería intervenir a los bancos.
La salida para el campo, precisamente, está ligada a evitar el despojo por los grupos bancarios y financieros y a garantizar un precio adecuado al pequeño productor, lo que significa la intervención estatal en la comercialización. Es decir que hay que nacionalizar los bancos y el comercio agropecuario. Ni qué decir que ninguna entidad agraria aceptaría esta salida, ya que todas, incluso la FAA, está ligada al negocio bancario y a la comercialización, incluida la exportación.
Bajo su dirección actual, la lucha de los chacareros no tiene salida. Tampoco la tiene aislada del resto de las masas explotadas. Junto a la clase obrera, en una lucha de conjunto, la masa de los chacareros tiene una salida.