Políticas

12/6/1997|543

El clero contra la mujer

La jerarquía eclesiástica acaba de protagonizar uno de los acontecimientos más bochornosos y repugnantes de su larga historia reaccionaria.


Movilizó a todas sus huestes en San Juan y puso en juego su ‘influencia espiritual’ sobre el gobierno menemista de la provincia, la Legislatura y la policía, para impedir la realización del XII Encuentro Nacional de Mujeres. Recurriendo a la intimidación física y a los métodos coercitivos, represivos y hasta terroristas, los curas y sus lacayos menemistas y ‘opositores’ se jugaron a muerte para suprimir el derecho a reunirse y a deliberar de las mujeres que marcharon a San Juan desde todos los rincones del país.


La movilización reaccionaria de la Curia terminó en un rotundo fracaso: las mujeres supieron defender su Encuentro a pesar del ‘malón’ policial-gubernamental-clerical. En la noche del domingo, 8.000 jubilosas mujeres marcharon por las calles de San Juan al grito de “¡Qué momento, qué momento, a pesar de todo, les hicimos el Encuentro!”. Frente a ellas, todo el aparato clerical llegó a reunir apenas unos mil ‘fieles’.


La ‘furia’ de los oscurantistas se explica porque, como nunca antes, el Encuentro se convirtió en una caja de resonancia de las grandes luchas que están librando los explotados, y en las cuales las mujeres están jugando un papel cada vez más predominante.


En el mismo momento en que la reacción sanjuanina embestía contra las mujeres, los obispos reunidos en Mar del Plata la emprendían contra los trabajadores en lucha. El cura Raúl Primatesta, titular de la autodenominada ‘Pastoral Social’ , “respaldó las iniciativas del diálogo”. Estas palabras, pronunciadas en presencia del burócrata Daer y del ministro Rodríguez, constituyen un indisimulable aval al acuerdo CGT-gobierno que consagra los ‘contratos precarios’ (es decir, los despidos futuros), los convenios por empresa, la liquidación de la indemnización por despido y la flexibilización laboral. Poco más adelante, el mismo Primatesta declaró que “los cortes de ruta no pueden ser una ley general de los reclamos”.


Como dos más dos son cuatro, toda la prensa interpretó este pronunciamiento como un llamado a terminar con los cortes de ruta y las movilizaciones populares. En Mar del Plata, y también en San Juan, la Curia estableció la estrategia de los explotadores frente al ascenso de las luchas obreras y populares: cerrar filas detrás del gobierno del hambre, de la miseria, de la corrupción y de la impunidad.


Dos caras de la misma moneda, San Juan y Mar del Plata desnudan el papel absolutamente reaccionario que está jugando la Iglesia ante la crisis política.


No se trata sólo de los ‘dinosaurios’ al estilo Quarracino. Uno de los más connotados ‘progresistas’ –el cura Karlic– está a la cabeza de la movilización reaccionaria que impulsa la Curia en Córdoba para impedir el ingreso de las mujeres al Colegio Monserrat.


La Iglesia es la vanguardia de la reacción contra el movimiento obrero, los desocupados, la mujer y la juventud. Su injerencia en los conflictos no es una ‘mediación’, sino una activa intervención en favor de un gobierno que no tiene nada que ofrecer y en el que ningún trabajador confía. Como la burocracia sindical, la Iglesia es un agente de los explotadores en el movimiento de masas y debe ser denunciada como tal.


A pesar de su inmenso poder económico y de contar con una parroquia en cada barrio y en cada pueblo, la intervención clerical tiene pies de barro. Cuando los oprimidos están determinados a imponer sus reclamos, como lo estaban las mujeres reunidas en San Juan, los curas no pueden impedir que los explotados se pongan de pie.


Esta es la gran enseñanza y la gran victoria del Encuentro de las Mujeres sobre la reacción clerical-oscurantista.