Mientras avanza el tifus, la malaria, la fiebre amarilla y la lepra
El cólera y el Citibank en Perú

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La epidemia de cólera que desde Perú ha comenzado a extenderse por toda América Latina, está adquiriendo el contorno de una verdadera masacre. En Perú ya se han registrado más de 1.200 muertes y casi 400.000 enfermos, mientras los especialistas prevén que la enfermedad podría perdurar por años. Los hospitales están abarrotados, al punto que sólo se internan los casos terminales. El resto de los miles de enfermos son enviados de vuelta, a sus viviendas con todo el riesgo de propagación.
La emergencia del cólera tiene un carácter social. El colapso de los servicios públicos y la marginalización de millones de personas, es decir la bancarrota histórica y efectiva del capitalismo, son la causa directa de su propagación fulminante. La sola existencia de agua potable y redes cloacales sería una valla insuperable a la propagación de la enfermedad.
Pero no sólo es el cólera. En las villas limeñas la proliferación de las pulgas hace temer a los sanitaristas una explosión del tifus. En la zona amazónica abatida por el terremoto de principios de abril, se registran casos de lepra, de fiebre amarilla y de malaria, las que a su turno se propagarán por todo Perú y el resto de América Latina. Le Monde denuncia que para frenar estas epidemias en el departamento amazónico peruano de San Martín, no se dispone de quinina, ¡un alcaloide que es extraído del quinaquina, palabra que designa al árbol de origen peruano caracterizado por su corteza amarga! Bajo el régimen social capitalista, América Latina está condenada a retornar a la barbarie más extrema.
Pero la impotencia de los gobiernos capitalistas para enfrentar la epidemia acaba de encontrar en Perú una nueva manifestación, que raya con el crimen social. La corresponsal del diario Le Monde (25/4) informa que unos 700 millones de dólares que el gobierno peruano tenía asignado originalmente para “gastos sociales”, fueron integralmente transferidos al pago de la deuda externa por exigencia de la banca internacional, mientras miles de peruanos morían como moscas.
La corresponsal de Le Monde tuvo que añadir que “no es sino gracias al coraje y a la organización de la población y a los socorros de la Iglesia y de la solidaridad internacional que las pérdidas humanas hayan sido limitadas”.
El presidente de la Organización Mundial de la Salud acaba de lanzar un “llamado desesperado a la comunidad internacional” para evitar que el cólera se propague a todo el mundo. Ya han aparecido casos en Bangladesh después del reciente maremoto y también en el África. Según el presidente de la OMS, sería necesaria “una inversión mínima de 5.000 millones de dólares anuales durante diez años” para proveer a los países atacados por el cólera de instalaciones sanitarias y agua potable. De lo contrario, “teme que entre 90 y 120 millones de personas estarían amenazadas por la epidemia" (Le Monde, 28/4).
¡Pero esos 5.000 millones anuales que reclama el presidente de la OMS son apenas una pequeña parte de lo que los países que hoy están atacados por el cólera pagan anualmente a la banca mundial por la deuda externa! Bastaría con repudiar la deuda externa para comenzar a resolver la epidemia. La verdadera enfermedad no es el cólera, es el capitalismo.
Nada diferencia a Perú ni al resto de América Latina de Argentina ni a Menem de Fujimori. El propio presidente de la OMS afirma que los gobiernos de América Latina declaran el “estado de alerta” (como lo acaba de hacer Menem) sin la menor idea de lo que se podría hacer frente a la carencia de cloacas y de agua potable para el 70% de los argentinos, el hacinamiento, la pauperización creciente de la población y el constante drenaje de divisas a los acreedores.
La catástrofe del cólera ha puesto al desnudo el parasitismo del capitalismo. La expropiación del capital se ha convertido en un asunto de salud pública.