Políticas
17/9/2021
El cristinismo se autoincrimina
Las tareas de los trabajadores y la izquierda.
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La carta de Cristina Fernández y los audios de Fernanda Vallejos representan, antes que nada, una autoincriminación, que el conjunto de los trabajadores, pero también la base electoral e incluso militante del kirchnerismo, deben leer y escuchar con mucho detenimiento y, por sobre todo, críticamente. Es que con independencia de la interna feroz que se procesa al interior del Frente de Todos -y las culpas echadas a Alberto Fernández, al ministro de economía Martín Guzmán, al jefe de gabinete Santiago Cafiero y al vocero presidencial- la carta y los audios de Cristina y Vallejos representan una autoincriminación del cristinismo y una tentativa de autoencubrimiento.
Las declaraciones de ambas funcionarias son contundentes. Cristina Fernández, en su carta, admite haberle señalado al presidente que el gobierno “estaba llevando a cabo una política de ajuste fiscal” y que eso “iba a tener consecuencias electorales”. Lo mismo admite Fernanda Vallejos, cuando señala que “la política económica se debía subordinar a la política sanitaria, no a la reducción del déficit fiscal y a cumplir con el mandato del Fondo Monetario Internacional”. Vallejos continúa señalando que “el presupuesto 2021 partía de la premisa que en marzo concluía la pandemia, una mentira que todos sabíamos que era una mentira”. Pero Cristina y Vallejos fueron cómplices de las mentiras y “partícipes necesarias” de semejante ajuste. La primera presidiendo la Cámara de Senadores y la segunda integrando el bloque oficialista en Diputados.
De hecho, todo el cristinismo lo fue, incluidos los diputados provenientes del ámbito sindical. En el “mentiroso” Presupuesto 2021, que el diputado nacional y secretario general de la CTA Hugo Yasky apoyó, se estableció una pauta inflacionaria del 29%, que fue superada solo en los primeros siete meses del año. Esa proyección sin asidero en la realidad tuvo como objetivo fundamental imponerle un techo a los aumentos salariales, para consagrar un cuarto año consecutivo de pérdida de los salarios reales. Es esclarecedor contrastar la intervención de Vallejos, en aquella sesión de octubre de 2020, con la intervención de Romina Del Plá. Mientras la primera elogiaba al presupuesto que hoy tilda de “mentiroso”, afirmando que “este presupuesto presenta previsiones racionales y prudentes también en lo que refiere a la inflación y al nivel del tipo de cambio”, Romina Del Plá lo desenmascaraba como un presupuesto de ajuste contra el pueblo hecho a la medida de los requerimientos del FMI.
Es necesario llamar la atención de que las denuncias autoincriminatorias de Cristina y Vallejos, en torno a la orientación ajustadora del gobierno nacional, solo llegan después de que se consume la derrota electoral. A Cristina le importan los votos, no los padecimientos del pueblo. Esto queda muy claro cuando en su carta explicita que avala al actual ministro de Economía, que es quien negocia el nuevo acuerdo con el FMI, y cuando propone como jefe de Gabinete a Juan Manzur, quien fue uno de los gobernadores peronistas que sostuvo el ajuste macrista y que acompañó fervientemente la reforma previsional que desató las grandes jornadas de lucha del 14 y 18 de diciembre de 2017. En definitiva, el “relanzamiento” del gobierno que Cristina propone en su carta no busca un cambio de orientación, sino que busca una lavada de imagen de cara a las elecciones generales de noviembre. La orientación fondomonetarista, desde el punto de vista de CFK, debe seguir intacta.
La gigantesca crisis política abierta al interior de la coalición oficial arroja conclusiones claras. No existe ningún campo progresivo en la disputa abierta en el Frente de Todos. Son todos cómplices y “partícipes necesarios” del ajuste en curso, incluido el cristinismo y su pata sindical. Pero el reconocimiento explícito de la existencia de un ajuste tan agudo interpela al conjunto de la clase trabajadora y el pueblo. En oposición a la subordinación política de los trabajadores a una de las camarillas oficialistas en disputa y a la parálisis de las burocracias sindicales, es necesario promover la irrupción de los trabajadores por sus propias y más acuciantes reivindicaciones: por el salario, el trabajo, las jubilaciones, etc. Es una tarea que recae en los sindicatos, delegados y agrupaciones clasistas del movimiento obrero. Es lo que acaba de hacer la Unidad Piquetera el pasado 16, el mismo día que se conocía el audio de Vallejos y la carta de Cristina, movilizando a decenas de miles de trabajadores desocupados y precarizados por alimentos para los comedores y por trabajo genuino.
El Frente de Izquierda Unidad tiene una enorme oportunidad pero, por sobre todo, una gran responsabilidad. La extraordinaria elección realizada por el FIT-U debe servir como un punto de apoyo para organizar la lucha contra el ajuste. La realización de un Congreso del FIT-U, como venimos insistiendo desde el Partido Obrero, no solo serviría para motorizar y reforzar la pelea de los trabajadores por sus reivindicaciones inmediatas, sino que le ofrecería a la vanguardia obrera y juvenil un canal de estructuración política independiente ante la crisis y el derrumbe electoral del peronismo. La incorporación de una amplia vanguardia a la discusión de un programa y un plan lucha, en un Congreso del Frente de Izquierda, no solo potenciaría la performance de la izquierda en noviembre, sino que serviría para capacitar a los trabajadores en la lucha por su propio gobierno.
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