Políticas

21/11/2002|781

El derrumbe del trueque

La llamada “red del trueque” se derrumba: cerró más del 40% de los “nodos” (clubes) donde se realizaban los intercambios y la cantidad de socios cayó de un millón a 500.000. La causa de esta estampida es la hiperinflación que llevó el precio de la botella de aceite de 6 a 1.500 “créditos” (un aumento del 25.000%) o el jabón de tocador de 2 a 1.000 “créditos” (un aumento del 50.000%).


La desvalorización de los “créditos” se debe a la emisión y la falsificación indiscriminada de esta ‘moneda’, que alcanzó “en la mayoría de los nodos al 90% del circulante” (Clarín, 17/10). La magnitud de la falsificación, tanto en los montos como en la extensión de los nodos falsificadores, ponen al descubierto una organización mafiosa de grandes dimensiones.


Todo esto confirma las denuncias que este periódico viene haciendo desde hace tiempo. Guillermo Kane (Prensa Obrera, 11/4) denunció “los abusos con los ‘créditos’, cuya emisión no conoce ningún tipo de regulación y que, contra los supuestos reglamentos del trueque, son cambiados por dinero por los ‘punteros-coordinadores’. Miguel Vittone, dirigente de la Coordinadora de Desocupados de Berazategui y del Polo Obrero, iba más lejos cuando denunciaba una “guerra de mafias” en la emisión de los “créditos” para monopolizar el negocio del trueque (Prensa Obrera , 14/3).


Este derrumbe pone fin a un mito, difundido por los punteros y respaldado por los “economistas de izquierda” (ver recuadro). La llamada “Red Global del Trueque” no era más que un circuito mercantil, basado en una moneda-basura (el “crédito”); como es una economía monetaria, obligadamente debía reproducir todas las características y las lacras de la economía mercantil: la inflación (desvalorización de la moneda), el “arbitraje” entre “créditos”, pesos y los distintos bonos y hasta la aparición de verdaderos “banqueros” y prestamistas en créditos. Esta circulación, naturalmente, producía “una ganancia mercantil que es monopolizada por los organizadores de las redes” (Prensa Obrera, 11/4).


Esta hiperinflación es una gigantesca confiscación de los trabajadores que participan en el trueque. Esta confiscación se manifestó de dos maneras, ambas anticipadas en Prensa Obrera.


La primera, los precios exorbitantes de los artículos de primera necesidad, de origen industrial, que “entraban” al circuito del trueque de la mano de mayoristas y grandes comerciantes. “La pretensión de que el pueblo puede encontrar una salida a la crisis empeñando sus bienes o vendiendo alguna comida casera es ridícula. Porque ni los trabajadores expulsados de las fábricas ni los participantes de las redes de trueque tienen acceso a la grandes fábricas ni a las hectáreas de los terratenientes. Sólo tienen para ofrecer en el trueque lo que compran en los mercados, que remarcan sus precios al ritmo de la inflación y el desabastecimiento. Esto, claro, da lugar a acciones especulativas comprando al por mayor productos que escasean en el trueque y colocándolos a precios abusivos” (Prensa Obrera, 11/4).


La segunda es la fenomenal explotación del trabajo, denunciada por Vittone: “Es brutal el nivel de explotación de la fuerza de trabajo que se ofrece en los nodos, desde profesionales (dentistas, médicos, maestros mayor de obras), hasta obreros (de jardinería, plomeros, mecánicos, etc.) cuya ‘entrada’ promedia los 200 créditos mensuales, donde 1 kilo de harina vale 3 créditos, y un atado de cigarrillos truchos 5 créditos, y una garrafa hasta 30 créditos” (Prensa Obrera, 11/3). Eso es lo que muchos meses después recoge la prensa: Roberto Banegas, herrero de obra, cuenta que “me pidieron una escalera y se tarda entre 7 y 8 días en hacerla, con ayuda. Por eso pedí 1.100 créditos. El comprador me dijo que intercambiaba vino y jabón en polvo (…) pero el pack de vino se cobra a 450 créditos y el kilo de jabón en polvo suelto a 115 créditos” (Ambito Financiero, 6/9). Lo confirma Marta Boskovic, profesora universitaria: “la hora y media (de clase) la estaba cobrando 15 créditos (…) pero la botella de aceite de 1,5 litros cuesta 2.500 créditos” (ídem). Haciendo los cálculos, resulta que la jornada de trabajo del herrero equivale a 1/3 de pack de vino o a 1.300 gramos de jabón en polvo; la hora de clase de la profesora universitaria equivale a ¡6 centímetros cúbicos de aceite! En ambos casos, la fuerza de trabajo se “cotiza” a menos de ¡10 centavos la hora!


El derrumbe del trueque es otra manifestación del hundimiento político del peronismo y del carácter mafioso y confiscador de sus grupos de punteros, que fueron los primeros organizadores de las “redes de trueque”, como denunciaba Vittone, en junio de 2001: el gobierno municipal de Berazategui –escribia– está “impulsando, en la mayoría de las sociedades de fomento, las casas del trueque con el objetivo de impedir la organización de los desocupados y la lucha por sus reivindicaciones. Nos quieren remontar a la Edad Media, a una economía precapitalista…” (Prensa Obrera, 21/6/2001). Como Vittone, Kane denunció que “los punteros de cada barrio intimidan a los vecinos para que no participen en las asambleas de las organizaciones piqueteras y les plantean que se sumen al trueque, que es –dicen– ‘una salida inmediata’…” (Prensa Obrera, 11/4).


En medio de estafas, corruptelas y una consciente confiscación de los trabajadores, el derrumbe del trueque pone en evidencia que para la clase obrera, ocupada y desocupada no hay salida al margen de la organización con sus iguales y de la lucha contra el capital y su Estado.