El desenlace plantea una cuestión de poder
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Fue necesaria solamente una semana para que quedara confirmado todo el acierto del planteo político del Partido Obrero en la reciente campaña electoral. En efecto, el “desenlace de la crisis” es inminente y el único interrogante que se plantea es quién la va a pilotear. Es precisamente en esto que consiste toda la crisis política. Se encuentran en danza la salida de Cavallo; la caída de De la Rúa; la formación de un gobierno aliancista-peronista; el adelantamiento de las elecciones del 2003. Como telón de fondo, la perspectiva de una salida popular, democrática y de alcance revolucionario, o sea de una Asamblea Constituyente que se haga cargo del poder político.
Desesperación
El derrumbe que está anunciado en el “viaje secreto” de Cavallo a Washington, ha sido determinado por la deuda externa, ni más ni menos. Es que cuando parecía que podía emerger como salida la última tentativa de ajuste, eliminando el piso de la coparticipación de las provincias y pagando la deuda del gobierno nacional con ellas en “bonos basura”, los bancos patearon el tablero, al negarse a aceptar una quita de intereses sobre los créditos usurarios que tienen contra los estados provinciales. Se pudo conocer que gran parte de la deuda provincial estaba pagando tasas de interés que llegaban a un rango del 27 al 35% anual.
Las “explicaciones” de Cavallo no alcanzaron para que los bancos redujeran los intereses al 7%, a cambio de una mejora en las garantías de esa deuda. Un “consultor” llegó a explicar que un canje de esas características podría resultar beneficioso para los banqueros, porque un alivio de la carga representada por esos intereses mejoraría la cotización de los restantes títulos que tienen en su cartera. Pero fue en vano, esto por una razón muy simple: ningún “canje” de títulos tiene la capacidad para superar una quiebra que alcanza a toda la organización social y económica del país. La crisis industrial ya ha adquirido características descomunales y la desocupación declarada se aproxima al 20%. La crisis nacional no se reduce a la cesación de pagos; por el contrario, ella es la punta del témpano de la quiebra de la organización capitalista de Argentina.
Bajaron el pulgar
La inminencia de la quiebra (precisamente lo que solamente el PO denunciara en la campaña electoral) ha sido destacada por las consultoras internacionales, que han rebajado la calificación de la deuda argentina al “cuasi-default”; por editoriales de la prensa norteamericana e inglesa (The Washington Post, del 16/10, tituló “Argentina on the rocks”) y hasta por el gobierno norteamericano, que prohibió a sus organismos cualquier préstamo a Argentina que no fuera a cortísimo plazo. A diferencia de Turquía, ha escrito repetidamente el Financial Times en los últimos diez días, “Argentina no debe ser rescatada”. Es decir que, tal como lo viniéramos denunciando desde hace un año, el Tesoro de los Estados Unidos trabaja por la declaración de quiebra de Argentina. A partir de esta quiebra, pretende imponer una ley de garantía de la deuda; la liquidación de la coparticipación federal; la privatización del Nación y del Provincia, con sus carteras agropecuarias; la firma de un tratado de libre comercio; alternativamente, la dolarización monetaria. El rescate de la deuda externa y una mejora futura de su cotización, ya no pasa por el cumplimiento de los pagos sino por la declaración de quiebra y la consiguiente renegociación bajo la supervisión política de los Estados que reúnen a la mayoría de los acreedores.
(Sin embargo, los intereses comerciales vinculados al Mercosur también promueven el “default” para sacar de aquí una devaluación y una futura armonización de políticas monetarias con Brasil. Hay que decir, no obstante, que el mayor temor de los especuladores internacionales es que una cesación de pagos de Argentina lleve a una declaración similar a Brasil.)
Crisis de poder
La bancarrota ha dejado al desnudo la irrelevancia de los planteos de la “oposición” a Cavallo, favorables a una “reprogramación” (“voluntaria” o “consensuada”) de la deuda. Porque es esto precisamente lo que acaban de rechazar los bancos en relación a la deuda provincial. Sin embargo, esta “reprogramación” con las provincias había sido puesta como la condición insoslayable para una “reprogramación” general de la deuda externa.
Que ruede la cabeza de Cavallo sería el precio más barato que debería pagar la burguesía por el “default”. A principios de la semana pasada, el embajador de los Estados Unidos le pidió a Duhalde que De la Rúa pueda terminar su mandato (Clarín, 16/10). Duhalde ni siquiera quiere hacerse cargo de la presidencia del Senado, porque ello lo colocaría en el primer lugar de la línea sucesoria. Se discute a lo sumo la posibilidad de que un peronista ingrese como ministro coordinador. El peronismo ingresa al período del derrumbe del gobierno aliancista, debilitado por los resultados electorales y por su división interna (derrumbe de sus administraciones provinciales). Duhalde habría necesitado tiempo para convertir al peronismo en un factor de reestructuración política del Estado, pero tiempo es lo que menos tiene. Es a partir de aquí que emerge la posibilidad de un adelantamiento de las elecciones e incluso de la Asamblea Constituyente.
Cuando se considera el conjunto de la crisis, se pone en evidencia la confusión que ha revelado el votoblanquismo de las elecciones recientes, pero por otro lado el empuje y la radicalización del pueblo que se manifiesta en el derrumbe de los partidos tradicionales y en el crecimiento de la izquierda (aunque el resultado de esta última es contradictorio en su contenido, por el “movimientismo” de la izquierda democratizante, o sea su falta de un planteamiento independiente de poder). De otro lado, se pone en evidencia en estas circunstancias explosivas la importancia del debate abierto en el movimiento piquetero y en otras organizaciones de activistas, acerca de la crisis de poder planteada por el Partido Obrero y la importancia de la Constituyente.
Salida
Frente al derrumbe que nos acecha el Partido Obrero plantea:
• Desconocimiento de la deuda externa.
• Nacionalización, bajo control obrero, de la banca y de las AFJPs, sin indemnización (ocupación de los bancos y financieras para combatir la desestabilización financiera y económica).
• Control de cambios, apertura de los libros de los grandes pulpos y control obrero generalizado de las operaciones económicas.
• Convocatoria a un congreso de delegados de trabajadores para establecer un plan de prioridades económicas; participación de los representantes obreros de los países del Mercosur y de América Latina.
• Cese del gobierno, no solamente de De la Rúa, sino de los gobernadores e intendentes, y su reemplazo por Asambleas Constituyentes en los municipios, las provincias y la Nación.
• Por un Congreso obrero y campesino de unidad de América Latina.