El fraude del plebiscito, la quiebra del No y la necesidad del boicot
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Luego de la entrevista de Menem con Angeloz, el oficialismo parece acercarse a la meta de obtener los dos tercios de los votos necesarios para hacer pasar la declaración de la necesidad de la reforma de la Constitución en Diputados. Si la “libertad de voto” que proclamó Angeloz vale para el plebiscito, lo mismo podría valer en la Cámara de Diputados cuando se trate la reforma. Para esta eventualidad ya hay muchos diputados radicales que se han anotado para aprobar el proyecto de Menem.
Evitar el plebiscito
Es indudable que la posición de Angeloz refuerza la política del gobierno en relación al plebiscito; pero por sobre todas las cosas, apunta a rendir a la oposición radical y a que se avenga a un acuerdo con el gobierno que permita evitar el trance del plebiscito. En este caso, la maniobra de Menem habría resultado perfecta, pues le habría permitido ganar la tenida sin necesidad de mostrar las cartas, es decir, los votos que afirma poder reunir en el plebiscito.
El planteo de Angeloz ha acentuado una crisis descomunal en el radicalismo, que se venía perfilando con las adhesiones a la reforma menemista de parte de los gobernadores de Chubut y de Río Negro y de varios diputados radicales. Con este agravamiento podría venir al primer plano la alternativa de una reforma “consensuada”, que últimamente Alfonsín evitó cuidadosamente descartar. Para Alfonsín, lo único que importa es que la respuesta del radicalismo sea “orgánica”, sin que parezca importarle mucho si es por el acuerdo o la oposición. En todo caso, ya no se puede excluir una división del radicalismo para las presidenciales del ’95.
Dime con quién giras
El giro de Angeloz se explica a la luz del giro que también han dado varios sectores reticentes de la burguesía. En el reciente “coloquio” de empresarios, en Bariloche, la mayoría de los representantes del gran capital se pronunció a favor de la reelección. Crece la opinión entre los capitalistas de que sólo una reelección de Menem podría mantener la corriente de capital especulativo hacia Argentina. Un representante de este capital especulativo, el presidente de la Comisión de Valores, Martín Pérez Redrado, advirtió hace un mes que “sin reelección se paran las inversiones”. La dependencia enorme en que ha caído el conjunto de la burguesía argentina respecto a ese capital especulativo (porque de él depende la continuación de los créditos internacionales y el crecimiento artificial de la demanda interna) la obliga literalmente a aceptar el proyecto político reeleccionista de los bancos y de los fondos de inversión internacionales. En este sentido, tiende a cristalizarse en torno a la reelección un frente burgués con intereses altamente contradictorios.
Chantaje
Menem sabía de antemano que la convocatoria del plebiscito no sería del gusto de la gran burguesía, esto por la agitación política que provoca, y más aún en torno a la interpretación de los resultados. Menem, por ejemplo, piensa proclamarse ganador con el 35% de los votos del padrón, en un cálculo que estima una abstención del 40% y un voto del 60% a favor del Sí, sobre el 60% restante. Pero pretender reformar la Constitución a partir de un 35% de la ciudadanía es algo peligroso... Por eso, para Menem, el plebiscito es un arma que debe ser esgrimida para doblegar a la oposición, y que debe ser oportunamente usada para echar la responsabilidad de su realización a la negativa de la oposición para llegar a un acuerdo. Menem está fabricando una crisis para obligar a la burguesía a llamar al orden a los radicales...
Quiebra del No
En estas condiciones, y al menos por ahora, la campaña a favor de concurrir al plebiscito inconstitucional y fraudulento para votar por el No, se encuentra en completa quiebra. La ciudadanía que se opone al menemismo percibe que la oposición agrupada en el No carece, no ya dela posibilidad, sino hasta de la pretensión de derrotar al menemismo. En tal caso, concurrir a votar, no importa que sea por el No, es claramente una convalidación del plebiscito y tiene netas características derrotistas.
Esta línea desmoralizante ya se pudo percibir en la consigna de “vote no, o no vote”, que mostraba a una oposición dedicada a juntar cualquier cosa en su favor, en lugar de fijar una posición clara y de convocar a la ciudadanía a seguirla. Mucho más de la mitad del país desconfía seriamente, o está seriamente convencida, de que luego del plebiscito los “opositores” entregarán los votos necesarios en Diputados a favor de la reforma y de la reelección.
Claro que a esta altura de los acontecimientos, un acuerdo menemo-radical tendría para sus progenitores la desconsolante ventaja del “mal menor”, porque de otro lado desprestigiaría enormemente, a unos y otros, ante la opinión pública. Pero las cosas son así, pues la única forma de evitarlas es ir a un despedazamiento político y a una crisis, que también tendrá repercusiones en el peronismo. Así lo anticipan las agresiones contra Bordón, que ya fue “visitado” en Mendoza, para serrucharle el piso dentro del PJ provincial, y lo ocurrido con el puntano Rodríguez Saá....
Boicot
El planteo del boicot al plebiscito tiene la ventaja de la posición clara y contundente contra una consulta fraudulenta, contra un acto arbitrario y despótico del gobierno, contra una maniobra de claras finalidades reaccionarias. El plebiscito no otorga a la ciudadanía la posibilidad de elegir o decidir nada, ya que las características de la reforma constitucional las determina el Congreso cuando declara la necesidad de la reforma —ni siquiera eso es competencia de la Asamblea que se reúna para concretar la reforma. La función de la Constituyente es puramente instrumental, o mejor, servicial, de la decisión que adopte el actual Congreso.
Frente
Entre la izquierda partidaria del boicot existen posiciones programáticas diferentes, no sólo en torno al tema constitucional sino respecto a la estrategia política en su conjunto. Pero si la consigna del boicot es tomada seriamente, es decir, no sólo en forma propagandística o aleatoria, sino para impulsar la agitación y la movilización, es una reivindicación sólida y justa para efectivizar un frente de izquierda, en primer lugar a partir del FIT. La política del boicot servirá para denunciar claramente el fraude oficial y la complicidad opositora, con lo que prepara el terreno para que las masas próximamente comprendan el acierto de la política de la izquierda revolucionaria.