Políticas

10/12/2021

El gobierno desregula la exportación de carne mientras suben los precios

A pedido de la Sociedad Rural, en detrimento del bolsillo popular.

Tras la reunión que mantuvo el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, con la Mesa de Enlace, se resolvió liberar aún más las exportaciones de la carne, cuyos precios se han disparado en el mercado interno. Como vemos, el gobierno prioriza complacer al capital agrario antes que impulsar una política en favor de “la mesa de los argentinos”.

El oficialismo, a pedido de la Sociedad Rural, habilitó la apertura total desde el 1º de enero de las exportaciones para las vacas categoría D, E y F con destino a mercados emergentes. A su vez, descartó de plano las amenazas de Feletti sobre aumentar las retenciones al sector. Y, por otra parte, anunció el lanzamiento de una línea de créditos por $100 mil millones a tasa subsidiada para la producción ganadera. A cambio de estas prerrogativas, los frigoríficos dedicados a la exportación se comprometieron a aumentar la oferta de carne en el mercado interno.

Así las cosas, los únicos cortes de carne que no se podrán vender al exterior siguen siendo el asado, la tapa de asado, vacío, el matambre, la falda, la paleta, nalga y cuadrada. “Las partes destacaron que, pese al cepo establecido este año, se cumplieron todos los compromisos internacionales de exportación de carne argentina: las cuotas Hilton y 481 a la Unión Europea y las de Israel, EE.UU., Chile y Colombia” (Diario Ar, 10/12).

A todo esto, el precio de mostrador de la carne vacuna aumentó un 71% entre octubre 2020 y octubre 2021, casi 20 puntos por encima de la inflación general. Si bien la suba mensual se desaceleró entre julio y octubre de este año a partir de las restricciones a la exportación, los precios volvieron a escalar en noviembre (alrededor de un 7%), una vez que el gobierno decidió flexibilizar la medida permitiendo la reanudación de las ventas a China.

Por un lado, podemos decir que las regulaciones estatales, además de aisladas e insuficientes, llegaron tarde, una vez que el golpe al bolsillo popular ya se había consagrado a través de los sucesivos aumentos de la carne. No obstante, ahora el gobierno se dispone a desmantelarlas, premiando así a estos capitalistas formadores de precios, y sin tomar ninguna medida para contener el encarecimiento de la carne, más allá de sostener el anodino programa de “cortes cuidados” que no ha movido el amperímetro de absolutamente nada desde su aplicación.

Sucede que la prioridad gubernamental radica en incentivar a las ramas de exportación, generadora de divisas, con el objetivo de contar con los dólares suficientes para pagarle al FMI; sin reparar en las penurias que atraviesa la población trabajadora al momento de hacer las compras. De esta manera, el oficialismo profundiza su orientación al servicio de la fuga de capitales que erosiona las reservas del Banco Central y da lugar a la brecha cambiaria existente y a las presiones devaluatorias que están detrás de la escalada inflacionaria.

Por otra parte, Alberto Fernández busca evitar a toda costa una confrontación con el empresariado. Sin ir más lejos, en mayo de este año salió a la luz que 15 compañías se dedicaban a exportar ganado de manera ilegal, vendiéndolo por fuera de los canales oficiales al dólar contado con liquidación. El gobierno dejó que prosperara en el tiempo esta maniobra destinada a fugar divisas y evadir impuestos, conocida como el “rulo cárnico”, que era moneda corriente y que impactaba de lleno en los precios locales. Recién este año se dio por enterado, sin embargo, los protagonistas de dicho fraude no recibieron a cambio ninguna penalidad.

A su vez, mantuvo intacto el control privado del comercio exterior del país, lo cual allana el camino para que el alza en los precios internacionales de los productos que exporta Argentina, en este caso de la carne, se traslade rápidamente al mercado interno. Algo que la suspensión temporaria de las exportaciones lejos estuvo de revertir. Restricciones que, cabe destacar, no afectaron al sector, ya que el acumulado de octubre da cuenta que las exportaciones cárnicas cayeron un 4,5% en términos interanuales pero la facturación creció un 0,7% en divisas, comparado con el mismo periodo del año pasado, debido a la tendencia alcista de los precios internacionales.

Tampoco el oficialismo movió un dedo para revertir la huelga de inversiones en el campo, que se tradujo en una reducción en la oferta -y consiguiente encarecimiento-, ya que muchos productores decidieron no llevar a cabo el engorde de los últimos cuatro meses del ganado, conocido como proceso de terminación. A su vez, permite que los frigoríficos vendan el grueso de su ganado en el exterior aprovechando los altos precios, provocando así una merma en el mercado local. Ahora pretende revertir la caída en la oferta otorgándoles mayores prebendas a los empresarios del sector, sin ningún tipo de garantía.

Otra práctica habitual que incide en una mayor demanda en mercado de Liniers, generando una suba en los precios, es la compra de novillos y terneros como reserva de valor, dejándolos sin faenar a la espera de una devaluación. Mientras tanto, el gobierno actúa con displicencia frente a semejante andamiaje especulativo en beneficio de la clase capitalista.

Si bien algunos voceros oficiales denunciaron la concentración económica de la industria frigorífica, nada cambió desde entonces: el 65% de las exportaciones de carne permanece en manos de diez frigoríficos, todos pertenecientes al Consorcio ABC, lo cual favorece la formación de precios.

Solo los trabajadores están dispuestos a desarmar cada uno de estos negociados para que la carne deje de ser un “bien suntuario” y vuelva a ser accesible para las mayorías. La única clase social capaz de nacionalizar bajo control obrero el comercio exterior, reorganizar el campo sobre nuevas bases y abrir los libros de la cadena cárnica, a fin de evaluar los costos reales, y establecer precios acordes a las necesidades populares. A su vez, es necesario recomponer el ingreso popular por medio de un salario mínimo igual a la canasta familiar, paritarias indexadas a la inflación y trabajo genuino. La ruptura con el FMI y el repudio de la deuda usuraria forman parte de este programa de salida.