El gobierno radical-justicialista es una hipoteca contra el pueblo

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Estamos asistiendo a un espectáculo junado y gastado. La derecha desprendida del riñón de la dictadura viene sacudiendo al país a bombazos, y aun golpeando a la opinión pública con el manoseo inmundo de los muertos, y en medio de esta situación el gobierno radical y la "oposición” justicialista son incapaces de tomar una acción efectiva, y hasta peor, aplican la impunidad al aparato de donde sale este terrorismo.
El presidente Alfonsín ha llegado al extremo de denunciar que existe una “campaña de acción sicológica” contra las fuerzas armadas, en el preciso momento en que los que acompañaron al gobierno militar la emprenden contra la seguridad pública de la ciudadanía. Estamos en presencia de una asquerosa labor de apaciguamiento y de encubrimiento por parte del gobierno radical, quien cree firmemente que "la defensa de la democracia” pasa por el entendimiento con los de rechistas armados.
Pero la impotencia y cobardía del justicialismo son aún más imponentes. Los "combativos’’ Ubaldini y compañía y los "poderosos” Miguel y su séquito de burócratas, no encontraron mejor respuesta a la profanación del cadáver de Perón... que convocar a una misa. ¿Cómo no ver en esta conducta la voluntad de fingir una respuesta al atentado, y de evitar cualquier acción mínimamente seria? Los propios asistentes a la “misa” se vieron obligados a despreciar esta puesta en escena de un teatral desagravio, al rechazarlos cánticos religiosos y preferir las consignas políticas.
Argentina está viviendo una escenificación espectral, no porque se profane a los muertos, sino porque los vivos son unos completos cadáveres políticos. En una semana en que más de un pretendido escritor o periodista ha pretendido escarbar por el mundo sombrío de las tumbas, pocos han reparado en el aspecto moribundo que ofrece la política oficial del alfonsino- justicialismo. El Congreso es una enorme lápida a la que concurren con cierta frecuencia los legisladores “de la democracia” a profanar los principios más elementales de la libertad, de la independencia nacional y de la subsistencia cotidiana de las grandes masas.
El lunes, una cena de oficiales retirados, con abundante presencia de militares en actividad, ovacionó al “Carapálida” Videla. El martes, el presidente “democrático” no tuvo el decoro de referirse a esta virtual sedición, pero sí le hizo coro. Los pibes de Ingeniero Budge y de Dock Sud quedaron transformados en la boca de Alfonsín en los artífices de la “acción sicológica” contra las fuerzas armadas. Alfonsín finge no darse cuenta de que, con 1.000 atentados en tres años, una sedición en masa, un atentado contra el propio presidente en una guarnición militar, una impunidad abusiva y miles de provocaciones verbales diarias, no hace falta ninguna "acción sicológica” para poner en el banquillo a la camarilla militar.
Pero es muy probable que estemos ya mucho más allá que de un simple encubrimiento. El apoyo reiterado que los hombres del oficialismo están brindando a la represión en los barrios y en las fábricas, podrían estar tipificando ya una “Isabelización” del alfonsinismo, esto es la complicidad directa.
Todos estos acontecimientos prueban una sola cosa: la defensa de las libertades democráticas solo es posible reagrupando las fuerzas del pueblo contra la burguesía y sus partidos, el alfonsino-justicialismo. Esta burguesía se considera bastante bien servida, dadas las circunstancias, por el régimen democratizante, incluido a los izquierdistas que lo apoyan. Pero no es menos evidente que el fracaso completo del gobierno capitalista para resolver los problemas creados por la crisis mundial, el pago de la deuda externa y el agotamiento mortal del capitalismo, está planteando la necesidad de un régimen “fuerte” contra los trabajadores. Esta es la cuestión de fondo de toda la situación política. A esta cuestión de fondo hay que oponerle un frente de los explotados, bajo dirección obrera, que tire a la basura el macaneo democratizante y se dirija hacia una sistemática preparación de las masas para la lucha.
El FMI los pone y los saca
El otro aspecto relevante de la política de los últimos siete días fue la renuncia del justicialista Lavagna a la secretaría de Industria. El “economista” fue puesto en el gobierno por el FMI cuando éste exigió al soberanismo Alfonsín la puesta en marcha del plan austral.
¿Y por qué se va Lavagna ahora? Si se tiene presente que el ex secretario despreció en su momento la disciplina partidaria por un plato de lentejas, lo que hoy lo aparta del gobierno no son los principios. Lavagna simplemente sabe que la crisis de la política económica es completa.
No es por lo tanto mera coincidencia que la crisis en el gabinete coincida con la firma de otro acuerdo con el FMI. La banca internacional recién ahora aceptó liberar los créditos pactados hace tres meses, y cuyo desembolso tendrá que esperar aun dos meses más. La razón de todo esto es que el imperialismo exige que Argentina acepte sin chistar el sistema de "capitalización de la deuda”, el cual consiste en pagar anticipadamente la deuda externa mediante la entrega de empresas estatales, pozos petroleros de rentabilidad comprobada, exención de impuestos para inversiones y una infinidad de negocios más. El año pasado, Canitrot y Sourrouille juraron que jamás aceptarían este sistema; a principios de este año juraron un poco más bajo que solo lo aceptarían por un monto de dos mil millones de dólares en cinco años; ahora ya están dispuestos a vender a su madre. La pequeña burguesía gobernante es una verdadera burocracia de cipayos.
El acuerdo con el FMI significa un recorte brutal de todos los sistemas de “promoción" industrial con el que el Estado ha inflado los negocios capitalistas sin que los patrones pongan un peso. Ahora, toda la “promoción”, o lo principal de ella, tendrá que pasar por la “capitalización de la deuda externa.” El imperialismo ha muñequeado bonito para cobrarse su deuda usurera, mientras los “lúcidos" demócratas del centro y de la izquierda desconocían el contenido proimperialista del régimen actual y declaraban bobamente que la deuda es "impagable” (como si la explotación imperialista tuviera un límite aritmético y ese único límite no fuera la lucha de los trabajadores) Con la renuncia de Lavagna se disipa el sistema del negociado “nacional” (del que se aprovecharon por sobre todo los monopolios imperialistas), en beneficio del negociado manejado por la banca internacional y sus socios nativos.
El salario es el villano
Una vez más la carestía se dispara “grosso" con los salarios congelados, y una vez más este hecho no impedirá a los impostores; decir que los aumentos de salarios son la causa de la inflación.
Lo que importa esta vez es que el aumento del 8 % del costo de vida en junio pone al descubierto el significado de la “emergencia económica” dispuesta por el dúo Sourrouille-Ubaldini. Pues bien, como lo ha declarado el mismísimo Alderete, no habrá “reposición” del salario perdido. Esta también es una exigencia fundamental del FMI, sin cuyo cumplimiento no se hubiera liberado un dólar para pagar los intereses de la deuda externa.
Está a la vista que el justicialismo y la burocracia sindical están en el gobierno en calidad de agentes peronistas del imperialismo. Pensamos que es un error suponer que la salida de Lavagna marca la agonía del gobierno de coalición; al contrario, ha servido para redefinir los ¡imites de acción de esta coalición y las obligaciones que tiene para con el imperialismo. Llegará el momento de la quiebra del unipartidismo radical—justicialista, pero ello recién ocurrirá en un estadio más agravado de la crisis política.
En esta situación política el Partido Obrero llama a los trabajadores a repudiar el lavado de cerebro ideológico radical-justicialista, apoyado por la derecha e izquierda democratizantes, en el sentido de que los trabajadores deben resignarse a sostener a este régimen en espera de tiempos mejores. El Partido Obrero llama a luchar por- un salario y jubilación mínimos de 700 australes, por el no pago de la deuda externa, por el desconocimiento de la “danza de los títulos” y de los créditos usurarios contra la pequeña producción, y por la inmediata expropiación de la banca, bajo control obrero.
Enterremos al régimen patronal y a sus partidos, pues son cadáveres que descomponen las posibilidades nacionales.