El gran fraude

Lo que ocurre en Córdoba es apenas un botón de muestra, y no seguramente el más representativo.


Cada vez más el fraude constituye un irremplazable método de gobierno para las camarillas capitalistas.


Esto vale también para los Estados más ‘modernos’: no es casual que ni Bush en 2000, ni el mexicano Calderón, el año pasado, hayan aceptado el recuento de los votos.


Tampoco lo acepta Kirchner ahora para Córdoba, pero también lo rechaza la UCR y no lo reclama, para nada, la moralista Carrió.


El fraude, sin embargo, no se limita al propósito de asegurar el monopolio del poder a las camarillas capitalistas; también funciona para impedir el ingreso en los parlamentos de las izquierdas combativas.


En Córdoba estamos luchando para que el fraude no nos arrebate la banca conseguida en las urnas.


El fraude arranca con las ‘encuestas’ que condicionan a la opinión pública y sigue enseguida con la preferencia excluyente que los medios de comunicación otorgan a los representantes que gozan de la confianza de los grandes capitalistas.


Es un método que excluye del debate electoral a la izquierda anti-capitalista.


Las encuestas sirven también para preparar el fraude en las urnas, pues apuntan a justificar los resultados que se amañan el día del comicio.


Cristina Kirchner ya ha montado su campaña con este procedimiento.


Para ello ha salido a pedir la aceptación, sucesivamente, del ‘lobby’ sionista de los Estados Unidos, del rey de España, del Council of the Americas y, el martes pasado, de la cueva de monopolios que se llama IDEA.


“¿Cómo estuve?”, preguntó enseguida, ansiosa por saber si había conseguido el consentimiento de los dueños del país.


Un desfile parecido, aunque más modesto, van realizando los opositores patronales.


La consecuencia de este paseo por las tiendas capitalistas son las fenomenales sumas de dinero que se obtienen para gastar en la campaña electoral.


Que el fraude haya desatado una serie de rebeliones parciales en Tucumán; un principio de crisis en Santa Fe; y una crisis política declarada en Córdoba; constituye un síntoma inequívoco de debilidad y agotamiento del régimen político imperante —en toda la línea.


Recordemos que, antes, había provocado crisis políticas de diverso grado de importancia en Misiones, Jujuy, La Rioja y provincia de Buenos Aires, ante la tentativa reeleccionista de las camarillas de turno.


Seis años después de la rebelión popular de 2001, la clase capitalista sigue siendo completamente incapaz de establecer un régimen de gobierno, sea democrático o transparente.


Es una manifestación contundente de que nos enfrentamos a un régimen político que no tiene salida.


Advertimos que el fraude se aplicará, con todos los medios posibles, en dos provincias con grandes conflictos: Primero, Santa Cruz; segundo, la provincia de Buenos Aires.


Pero el monopolio político del fraude cumple una función aún más importante que todas las señaladas: les sirve a las izquierdas conciliadoras y propatronales para justificar su integración o cooptación a los grandes bloques capitalistas, con el argumento de que no hay otra vía que “pelear desde adentro”.


“El poder popular se construye desde arriba”, pretextan Barrios de Pie y Libres del Sur.


Hay que ‘estar adentro’ “para integrar el conflicto social” —engañó, por ejemplo, días pasados el ‘piquetrucho’ Pérsico.


El seguidismo a la burguesía de turno ha sido la política tradicional del partido comunista, que ahora apoya a Juez, a Filmus, a Binner y, en algunos distritos, a candidatos francamente de derecha.


La polarización electoral entre candidatos patronales es el resultado de la completa capitulación de las burocracias sindicales (CGT, CTA, agrupaciones laderas de la burocracia), de los nacionalistas llanos o de izquierda, de la vieja izquierda como el PC y de la ‘nueva’ como el MST, ante las patronales grandes o pequeñas, y de la completa adaptación de éstas al armado burocrático de la política.


El Partido Obrero advierte acerca de esta situación y señala que las consecuencias están a la vista: los pulpos se enriquecen, las masas se empobrecen y el sistema capitalista en su conjunto va de crisis en crisis, cada vez más profundas, y de guerras y masacres cada vez más criminales y mortíferas.


Damos la batalla electoral en curso contra todas las fuerzas que se apoyan en la organización social existente y que buscan medrar bajo el alero de su régimen político.


Quebrar la polarización política y electoral entre candidatos patronales requiere de una lucha sin cuartel, pero solamente puede ser conseguida si tiene el alcance de un objetivo estratégico.


Las crisis en curso anticipan otras mayores: para que tengan una salida popular es necesario construir una fuerza independiente de los trabajadores.


Llamamos a todos los que luchan y que quieren luchar a participar en la campaña electoral del Partido Obrero, para desarrollar una fuerza socialista poderosa.