Políticas

14/12/2017|1486

El kirchnerismo y la masacre de la Amia

Los archivos no dejan mentir

¿Cuáles son los intereses que guiaron la política de los gobiernos K en la cuestión de la Amia?


En 2004, Néstor Kirchner puso al frente de la causa al fiscal Alberto Nisman y colocó como su mano derecha al espía Antonio Stiusso, de la Side y ligado a los servicios norteamericanos e israelíes. Fue quien proporcionó las “pruebas” aportadas por el FBI, la CIA y el Mossad respecto de la supuesta participación de funcionarios iraníes, y que en 2006 Nisman convirtió en un dictamen, cuya única función fue apuntalar los objetivos de la diplomacia norteamericana en Medio Oriente.


En 2006, el rabino Israel Singer, titular del Congreso Judío Mundial, se comunicó con Néstor Kirchner para plantear “la importancia de lo realizado por la Justicia argentina para responsabilizar a Irán y al Hezbollah por el atentado a la Amia (lo que) coloca a Argentina en un lugar significativo de la lucha contra el terrorismo” (La Nueva, 2/11/06).


En 2010, con CFK como presidenta, el Congreso yanqui produjo un documento “aplaudiendo al gobierno de la Argentina por sus continuos esfuerzos en la investigación del atentado a la Amia” (Ambito Financiero, 8/7/10). El saludo no estaba vinculado con los logros de la investigación –nulos-, sino a la sintonía de la política del gobierno argentino con la diplomacia yanqui que, en ese momento y junto a Israel, tenía en la lista de sus enemigos fundamentales al régimen iraní, considerado “el eje del mal” en la “guerra con el terrorismo”. Esto, en particular desde que Irán anunció su disposición a llevar un plan independiente de energía atómica -antes, en 2006, Hezbollah, con el auspicio de Irán, había derrotado a Israel en la “Guerra de Julio”.


De la pista siria a la iraní


El seguimiento ciego a la política yanqui explica que “el fiscal Nisman, en sintonía con el gobierno (CFK), empezara investigando la pista siria para luego de tres años volver a la pista iraní” (Clarín, 8/7/10). ¿Por qué el cambio? Siria acababa de pronunciarse en favor de los acuerdos de paz con Israel, en sintonía con la línea de Estados Unidos en Medio Oriente. Los cables de la Embajada norteamericana en Argentina, dados a conocer por Julián Assange, revelaron que “Nisman recibía órdenes directas de la Embajada estadounidense de no estudiar la pista siria y la conexión local, y dar por cierta la culpabilidad de los iraníes… que Nisman le anticipaba sus dictámenes y los fallos del juez Canicoba Corral a la Embajada (norteamericana) con varios días de anticipación” (Santiago O’Donnell, Argenleaks, 2011).


El armado de la “investigación” trajo consigo la subordinación de las fuerzas de seguridad argentinas a la CIA, la DEA y el Mossad. En esto no estuvo sólo CFK. Mauricio Macri declaró, en una reunión con las cúpulas de la Amia y de la Daia, que había nombrado a “Fino” Palacios, admitido destructor de pruebas del atentado a la Amia, al frente de la Policía Metropolitana “por recomendación expresa de la CIA y el Mossad” (La Nación, 4/7/20).


Viraje y continuidad


Hasta fines de 2010, CFK acusó al gobierno de Irán por encubrir a los culpables del atentado a la Amia. En 2011 pegó un viraje, planteando a Irán la formación de una comisión llamada a desentrañar lo ocurrido. Este giro fue otro monumento a la impunidad, pues excluyó al conjunto de la trama mafiosa estatal -“conexión local”-, no obligó a las partes a nada y murió al momento de nacer. De cualquier modo, jamás rompió con la estrategia diplomática y política del imperialismo norteamericano que, por aquellas fechas, iniciaba las tratativas que conducirían al acuerdo nuclear con Irán. El Memorándum vino a coincidir con el ascenso de Rohaní, cabeza política del cambio de frente de la burguesía iraní, orientada al acuerdo con el imperialismo y a ser parte, junto con el gobierno de Putin y Estados Unidos, del plan de recambio “ordenado” (fallido) en Siria.


A esta altura nadie puede desconocer la filiación proimperialista de la diplomacia de ambos gobiernos K que, como los anteriores, encubrieron las responsabilidades del atentado terrorista contra la Amia, dejando hacer a los servicios de espionaje.


El gobierno de Macri vuelve a transitar ahora la misma senda, acompañando otro viraje del imperialismo: la línea de confrontación bélica de Trump con Irán, en total sintonía con el sionismo.


El juicio y castigo en el “caso” Amia plantea, como primer paso, abrir los archivos de la ex Side y de todas las fuerzas de seguridad sobre el atentado, y exigir la apertura de los archivos de todos los Estados y servicios involucrados. Néstor Kirchner prometió abrir esos archivos, pero jamás lo hizo (sólo los guardados en la presidencia, un manojo de recortes inútiles), quizás a conciencia de que esto podría sacar a luz que los autores materiales de las masacres estaban bien cerca, entre los miembros de los servicios de inteligencia, jamás depurados de los “grupos de tareas” de la dictadura. La oposición se niega a plantear este reclamo porque comparte la política de encubrimiento. La caída de la impunidad revelaría una estructura mafiosa con un conjunto de protagonistas: Estados Unidos y la CIA, los gobiernos argentinos desde Alfonsín hasta los K, los gobiernos y servicios de Israel, Irán y Siria, las dirigencias de la comunidad judía…