El maquinista Córdoba es víctima, no culpable


Entre las sentencias votadas por el tribunal que juzgaba la masacre de Once, donde murieron 52 pasajeros y más de 700 resultaron heridos, figura la del maquinista Marcos Córdoba, que guiaba ese fatídico día el tren chapa 16 que se estrelló contra el ¿paragolpes? (que no funcionaba) del andén 2. Le dieron tres años y medio, con lo que no resulta excarcelable. La gran mayoría de las sentencias recayeron sobre los dueños-concesionarios de TBA y sobre los secretarios y funcionarios ferroviarios que permitieron el desvío de fondos, la degradación del servicio y el aumento de accidentes.


Pero la condena al maquinista Marcos Córdoba es sólo una indicación de clase: no se puede condenar a capitalistas ladrones y funcionarios a su servicio y dejar libre a un trabajador. Este tiene que ayudar a contrabalancear una Justicia de clase de la burguesía.


 


Se acusa a Córdoba de haber entrado con el tren en Once a 26 km por hora, cuando el manual indica que debe hacerse a 12. En el momento del choque, el tren había disminuido la velocidad a 20 kilómetros. Pero el tren no tenía velocímetro, parte de los compresores y frenos no funcionaban y las chapas reparadas en los vagones eran más finas de lo que correspondía, lo que facilitó el encaballamiento de los mismos y el aprisionamiento de los pasajeros, entre otros desastres.


 


Córdoba no estaba borracho ni drogado, ni sufría de sueño blanco ni de epilepsia, sino que venía manejando el tren, aplicando los frenos y quedó aferrado a los controles hasta el choque, quedando aprisionado en la cabina de conducción y su rescate ¡duró horas!


No hubo falla humana. Lo que hubo fue una enorme corrupción.


 


Por eso, las querellas del sector más movilizado de los familiares de las víctimas (Menghini, Rey, entre otros) no pedían condena alguna para el maquinista.


 


La ¿Justicia? tributó la cárcel para Córdoba como compensación a la opinión pública patronal.


 


Lo que llama la atención es la nula intervención de La Fraternidad, sindicato al que pertenecen los maquinistas. Maturano, su secretario general, dejó claro que no iba a hacer nada. Así, rompió con toda tradición de defensa de sus afiliados. Ahora ha declarado que acompañará la apelación, como si ello no constituyera un paso legal obligado.


 


Lo más importante es que la burocracia de La Fraternidad tenía que estar sentada en el banquillo de los acusados, en la figura de su secretario adjunto, Antonio Luna. Este ya había sido acusado en el asesinato de Mariano Ferreyra, por coparticipar con Pedraza en la tercerización fraudulenta de trabajadores ferroviarios y en el armado de la patota asesina.


 


Se ¿salvó? de ir en cana. Pero el accidente de Once lo volvió a encontrar como subsecretario de Transporte: cómplice directo del desvío de fondos y la degradación total del material ferroviario que llevó a estos accidentes fatales (Flores, Once, Castelar).


 


Luna estaba inculpado y debía ser juzgado, pero falleció en mayo de 2015. Esto explica el silencio de Maturano y La Fraternidad.


 


¡Reclamamos la absolución para el maquinista Marcos Córdoba, víctima de la masacre de Once!