Políticas

15/1/2015|1347

El marco político para una gran campaña de izquierda


Aunque 2015 recién se pone en marcha, los bloques políticos que se disputan la sucesión presidencial han inaugurado el año electoral con sacudones de fondo. Estos tironeos no pasarán desapercibidos para el electorado y deben ser seguidos con la mayor atención por los luchadores y la militancia de izquierda.


 


La visita de Scioli a los stands de Magnetto en Mar del Plata sirvió para que algunos kirchneristas redoblaran sus ataques contra “el candidato de Clarín en la interna oficial” (Randazzo). Pero el dato más significativo ha sido otro: buena parte del elenco oficial salió a defender a Scioli, desde Berni hasta camporistas como Mariano Recalde. El mensaje es claro: la cicuta se va a beber a fondo, y el kirchnerismo cerrará filas detrás del “candidato de Clarín”. Con las bravatas, los “nacionales y populares” sólo intentan disimular la cuestión de fondo: que van a engrosar las listas de Scioli y que legitimarán su victoria participando previamente de la interna oficial. 


 


En definitiva, Scioli es la garantía verdadera y última que CFK y Kicillof han ofrecido a los “mercados” para llegar a 2015, mientras desvalorizan el salario y permiten que la recesión sea transferida sin atenuantes a los trabajadores, por medio de suspensiones y despidos. Los mismos kirchneristas que le reprocharon a Scioli sus devaneos con Clarín bendijeron en silencio sus maniobras contra la paritaria docente, que el gobernador llevó adelante con la colaboración de otros abanderados del “modelo” (la burocracia sindical del Suteba). El alcance nacional de esta política contra el salario se revela en el acuerdo que firmó esa misma burocracia con el gobierno de Macri. 


 


Los tiroteos en la interna oficialista podrán negociarse en la lista de candidatos. Pero en el electorado oficial la procesión va por dentro: el votante del kirchnerismo debe apreciar que los abanderados del “desendeudamiento” y el combate al “poder concentrado” han parido a un candidato de las corporaciones y del capital financiero internacional. 


 


 


Unen, Massa, Macri 


 


En materia de cimbronazos, la oposición no se quedó atrás. La desintegración de Unen no encuentra un piso, a pesar de los anuncios de Binner y Cobos de que, aun con sus socios corriendo atrás de Macri o de Massa, aguantarán los trapos con una fórmula presidencial propia. Esa tentativa, además de devaluada, es a todas luces fraudulenta. En las elecciones desdobladas, los antimacristas y los promacristas de Unen irán juntos; los primeros, por lo tanto, encubriendo a éstos últimos. Es lo que sucede en Santa Fe, con un “frente progresista” que une a Binner con toda la UCR. O en la Ciudad de Buenos Aires, donde los mismos radicales que postulan a Lousteau para “enfrentar” a Macri son quienes preparan un acuerdo con Macri para las presidenciales. Abonando el terreno, el PRO acaba de retirar a su candidato a la intendencia de Mendoza para apoyar al postulante radical. 


 


Tal como ocurre con el kirchnerismo, las internas y las elecciones desdobladas servirán para que el “progresismo” antikirchnerista disimule su alineamiento estratégico con las candidaturas del gran capital, así como el formidable potencial de desintegración política que entraña ese viraje. Uno de los tributarios de esta disolución es Sergio Massa, que está conchabando a los candidatos radicales a la gobernación de Tucumán, Jujuy y otras provincias para el apoyo a su fórmula presidencial. Este alquiler de referentes locales desnuda, sin embargo, la ausencia de un desarrollo político nacional. La consolidación de la candidatura de Scioli ha contenido a los gobernadores e intendentes pejotistas adentro de la interna oficial. La variante de Massa, que retrocede en las encuestas, ha quedado confinada a la circunstancia improbable de un estallido del frente kirchnerista. Por eso mismo, Massa ha abierto la variante de una interna con el PRO.


 


El macrismo podría ser el beneficiario de este tembladeral político si no cargara con una crisis que ha estallado precisamente en “su” distrito. A pesar de que Gabriela Michetti lleva una ventaja en la intención de voto a jefe de Gobierno, Macri se ha empecinado en la postulación de su actual jefe de gabinete. ¿Cómo explicar esta decisión, sino por la necesidad de defender a muerte a la camarilla que selló los acuerdos con Caputo, con los zares de la recolección de basura o del acarreo de autos? La crisis por la candidatura porteña desnuda a la “nueva derecha” como una claque de negocios, que carga con sus propios Lázaro Báez. En materia de manipulación de la Justicia, de decretazos y de hipotecamiento del presupuesto, el macrismo no tiene nada que oponerle a los K.


 


 


Las perspectivas de la izquierda 


 


Considerado en su conjunto, el escenario preelectoral pone de manifiesto las tendencias a la  disolución política que cruzan a los principales bloques en pugna. El telón de fondo de esta disolución es la bancarrota económica, que el oficialismo pretende manejar pateando hacia adelante el estallido de contradicciones explosivas, que los opositores instan remediar a través de un ajuste inmediato y de una devaluación -una salida en la cual también se anotan Scioli y su pelotón “nac & pop” para después de octubre. Los desdoblamientos electorales crecientes son una expresión de esta disgregación política, al igual que la tentativa de candidatos locales de colgarse de varias boletas presidenciales -algo que el kirchnerismo podría salir a bloquear en las próximas horas. Las camarillas locales se desentienden del destino de una transición política nacional cruzada por la crisis capitalista y por la inconsistencia de quienes se candidatean a pilotearla. 


 


Con seguridad, estos cimbronazos deberán dar lugar a nuevos reagrupamientos y equilibrios precarios. Pero no pasarán indemnes ante los ojos del electorado: apenas despunta el año, los “tres mosqueteros” de la sucesión presidencial -Scioli, Massa, Macri- desnudan su pertenencia al capital financiero y a las camarillas capitalistas que quieren trasladarle la crisis a la mayoría trabajadora. En estas condiciones, se refuerza la necesidad de una enérgica y compacta campaña de la izquierda, que convoque al electorado que defiende banderas progresistas o nacionales a romper con los candidatos del gran capital y a sumar su voto y su esfuerzo al Frente de Izquierda. Para ello, urge dejar de lado el faccionalismo y las dilaciones -que corroen las posibilidades políticas del Frente de Izquierda y hasta su propia función de polo político de izquierda- y salir resueltamente a una campaña común a escala del país y de todos los distritos.