El "modelo productivo" sufre una crisis "financiera" terminal

La crisis capitalista en Argentina

El ruido de la campaña electoral ha servido, entre otras cosas, para disimular el avance inexorable de la crisis capitalista. El llamado ‘modelo productivo’ se encuentra en un completo impasse en virtud de su crisis de financiamiento, o sea que tiene la misma base de la crisis mundial.

Por medio de los fideicomisos de consumo, cadenas como Garbarino, Frávega o Megatone venden artículos para el hogar en cuotas, a tasas usurarias. O sea que convierten su cartera de créditos en títulos de deuda. Su garantía son los propios electrodomésticos comprados a crédito. El rendimiento “atractivo” de esos títulos, que compran los bancos o fondos de inversión, e incluso la Anses, obedece a los intereses extorsivos que pagan los consumidores en la compra de electrodomésticos. Esta transferencia le permite a las cadenas comerciales reponer anticipadamente el valor de lo vendido y reiniciar una “cadena”, que se sostiene sobre promesas de pago. Se trata de una bicicleta que convierte a la deuda en un título líquido (securitización), el mismo mecanismo que fundió al mercado hipotecario norteamericano.
Aquí también ya ha empezado el estallido. Hace un mes, presentó su concurso preventivo la cadena de electrodomésticos Bonesi, que cuenta con una amplia red comercial en el interior de Santa Fe. Ante la caída en las cobranzas, como consecuencia de las suspensiones y despidos de trabajadores, Bonesi dejó de transferirle a su agente financiero –el Standard Bank– el dinero de las pocas cuotas que cobraba. Esta ‘confiscación’ ocasionó al Standard una pérdida del orden de los 25 millones de dólares; “el mercado de fideicomisos quedó fuertemente golpeado” (Cronista, 17/6). También la cadena Bazar Avenida – socia de la red Megatone–  entraba en cesación de pagos, lo cual la obligó a refinanciarse a una tasa de interés exorbitante.

Pero las evidencias de una ruptura en la cadena de pagos se extienden también al crédito bancario. La morosidad de las tarjetas de crédito y préstamos personales creció un 40% en un año, y ya “se queda con una parte de la rentabilidad de los bancos” (Cronista, 17/6).

Más de lo mismo

La contracción del crédito bancario, sin embargo, ello no hizo mella en los beneficios de los bancos, debido a la escalofriante diferencia de entre el 20 y el 40% entre lo que pagan por los depósitos y lo que cobran por los préstamos. Los títulos de la deuda pública ofrecen a los bancos un rendimiento del 40% más la inflación, en el caso de los bonos en pesos, y de hasta el 35% para los bonos en dólares. “Con estas tasas, para qué prestar plata si comprar bonos es más redituable”, señala un operador bancario a El Cronista (10/6). El gobierno del “desendeudamiento” ha fabricado la más redituable especulación de la historia con la deuda pública. Además, se ha armado “un colchón de liquidez por temor a una corrida” (Crítica, 23/56), que es financiado por el Banco Central a un 20% anual por períodos inferiores a los seis meses.

El estrangulamiento del crédito alienta otras modalidades de financiamiento con consecuencias potencialmente explosivas. Es el caso de la negociación de pagarés y cheques diferidos en la Bolsa, que soportan descuentos de hasta el 25% y que, en caso de una ruptura en la cadena de pagos, propalarían rápidamente un derrumbe financiero. Una variante de este tipo lo ofrece la Bolsa de Valores, que comprará a los proveedores estatales cheques emitidos por provincias o municipios. Pero tratándose de estados en quiebra, se negociarán con fuertes descuentos (intereses), que los contratistas resarcirán a la hora de cotizarle al Estado. Las provincias, por lo tanto, están postergando su quiebra a costa de agravar su dependencia del capital financiero y de la patria contratista.

La Anses banca ¿todo?

La quiebra de los “nuevos” y viejos mecanismos de crédito ha agravado la dependencia de la Anses como fuente casi exclusiva de financiamiento. En el fideicomiso recientemente formado por el gobierno para la ejecución de obras viales, el 90% fue aportado por el Anses, por plazos prolongado. El 10% restante lo aportaron bancos oficiales y privados, para el tramo de vencimiento más “corto”. La garantía de repago de este fideicomiso es el impuesto al gasoil, que hasta ahora subsidiaba al transporte. Precisamente, gracias “a la suba de tarifas del 25% que tuvieron los boletos de colectivo y tren” (Ambito, 15/6), el tributo podrá cambiar de destino. La rentabilidad asegurada para el fideicomiso vial anuncia tarifazos.  
Desde comienzos del año, la plata de la Anses ha servido para comprar “obligaciones negociables” (títulos de deuda) en favor de empresas como Syngenta, Minetti, Emgasud, Aysa, Mercedes Benz y General Motors. El rendimiento que obtiene la Anses por estos títulos oscila en el 14% anual, muy inferior al que se paga por financiamiento bancario o de los fideicomisos. Todo indica, sin embargo, que el recurso a la Anses está encontrando límites claros. Por un lado, las últimas tentativas de armar fideicomisos en favor del sector privado, con plata de la Anses –por caso, autopartistas, curtiembres y ganaderos. Ocurre que los costos administrativos asociados al fideicomiso están inflados por las reservas por incobrabilidad ante las quiebras previsibles. Por el otro, los propios recursos de la Anses se encuentran exhaustos.

Crisis capitalista

Presentado como “novedoso” o “imaginativo”, el fideicomiso es un sistema de financiamiento capitalista vinculado con una situación de bancarrota. Es que se trata de fondos “de asignación específica”, o sea que los capitalistas o el Estado recurren a un financiamiento que prescinde del nivel de su deuda o quebranto de activos, para lo cual atan los préstamos a las tarifas o impuestos en el caso del Estado, y a las ventas futuras en el caso de los capitalistas privados. De ese modo es transferida a los consumidores y a los trabajadores, a través de intereses usurarios, “cargos fijos” o aumentos tarifarios, porque el capital o el Estado quebrados no pueden afrontar la carga del financiamiento con el respaldo de su patrimonio y de la rentabilidad corriente. Así se financió el consumo privado y la obra pública bajo la “Argentina productiva” de los Kirchner.

La bancarrota capitalista es la determinante del ‘voto no positivo’ a los K el domingo pasado. Detrás del default político del gobierno, está el default del régimen de emergencia montado por el kirchnerismo; o sea, la bancarrota capitalista.  

Marcelo Ramal