Políticas

20/7/1989|274

El “movimiento nacional” ha convertido al Banco Central en sucursal del Citibank

Una de las características principales del gobierno justicialista consiste en que ha repartido oficialmente al Estado entre los distintos grupos y pulpos que conforman el gran capital nacional e internacional invertido en Argentina. Al conglomerado Bunge y Born le tocó en forma integral el ministerio de Economía y hasta la jefatura y sub-jefatura del Servicio de Informaciones del Estado; al monopolio cementero conducido por Amalia Fortabat le fue asignada una embajada itinerante; al cartel alimenticio constituido por la Copal le correspondió nada menos que la secretaría de Comercio Interior; la secretaría de asuntos jurídicos del ministerio de Obras Públicas fue entregada a un abogado de las empresas con juicios contra el Estado, la dirección de Pesca le fue cedida a los pulpos pesqueros y la de petroquímica a un hombre vinculado a los intereses de este sector. En áreas decisivas como petróleo y telecomunicaciones. Frigerio y Julia Alsogaray hacen las veces de representantes de los “capitanes de la industria” interesados en capturar a precio vil el patrimonio y las inversiones de YPF y Entel, al mismo tiempo que los de los pulpos internacionales como Esso, Shell, Siemens o Pecom-Nec (dominado por los japoneses).

Banco Central

De esta manera, el gobierno “nacional y popular” ha librado, no ya al Estado, sino al conjunto de la sociedad argentina a la acción depredadora del imperialismo. Consecuentemente con esto, el decisivo puesto de presidente del Banco Central fue literalmente enajenado al Citibank, el cual no sólo es el principal acreedor de Argentina sino que preside al mismo tiempo el sindicato de los bancos acreedores. Los saqueadores internacionales del país no podían haber recibido mejor garantía de que el conjunto de la nación argentina habrá de ser estructurada de ahora en más en función del pago de la deuda externa y de la deuda interna (que en gran parte está en manos del Citibank), así como de la ejecución de todos los planes que interesan a este monopolio mundial profundamente infiltrado en la industria nacional. El descomunal tarifazo y la no menor descomunal devaluación con que debutó el gobierno de Menem no se explican, así, por una necesidad de superar los llamados “atrasos” acumulados en esos campos, ampliamente desbordados por aquellas medidas, sino por la intención de pagar las deudas financieras (y usurarias) del Estado, mediante la creación de un superávit fiscal y un mega-superávit comercial.

Pero Javier González Fraga, ex funcionario del City y hoy presidente del BCRA, no se ha limitado al cuidado de los intereses estratégicos de la banca mundial. Una reciente circular del Banco Central, que pasó desapercibida para la mayoría de los diarios, constituye una cabal radiografía del control alcanzado por el Citibank sobre las finanzas nacionales y, al mismo tiempo, de la tutela que ejerce sobre la llamada burguesía nacional.

Deuda externa

La mencionada circular autoriza a las empresas que se encuentren en convocatoria de acreedores a pagar sus deudas con títulos de la deuda externa. Para apreciar la monumental ganga que esto significa basta con señalar que los mencionados títulos se cotizan en el mercado internacional al 15% de su valor nominal y que, cuando autoriza su cancelación anticipada, el Banco Central paga por ellos el 50% o 60% de su cotización, es decir cuatro veces más que el precio al que han sido adquiridos. Semejante procedimiento constituye un vergonzoso negociado que se paga con emisión monetaria. El capital en quiebra es rescatado así mediante políticas inflacionarias, de manera que su salvataje corre a cargo del exhausto pueblo argentino. Esta circular tiene el dudoso mérito, por otra parte, de producir la violación en cadena de varias “promesas”: la de Menem, quien declaró proscriptos los “negociados”, en su discurso ante la Asamblea Legislativa; la de Cavallo, quien en varios libros fustigó este método de la conversión de deuda externa; la del ministerio de Economía, que aseguró reiteradamente que se acabarían los subsidios; y, por último, las del conjunto de los charlatanes que peroran sobre el achicamiento del Estado, pero que no vacilan en agrandarlo cuando se trata de salir en socorro de sus propios intereses. En momentos en que se declara inmoral el financiamiento de empresas estatales “deficitarias” (lo cual no quiere decir quebradas), se financia con simple y pura emisión el rescate de capitales que sí están en quiebra.

Especulación y miseria

El Citibank sale beneficiado con esta operación simplemente porque ella le permite convertir los títulos de la deuda externa argentina que tiene en su poder, a un precio varias veces superior al de su adquisición en el mercado mundial. El muy informado “The Economist” acaba de señalar (1/7/89) que los bancos acreedores (cita en especial el Citibank y el Chase Manhattan) han estado acaparando estos títulos, seguramente aprovechando su baja cotización. Como resultado de esto, las transacciones de esos títulos aumentaron un 20% en los primeros cinco meses de 1989. ¡La Banca internacional estuvo acumulando bonos de la deuda externa latinoamericana precisamente en momentos en que las finanzas de los países latinoamericanos se derrumbaban al punto de la hiperinflación! No debe haber seguramente otro ejemplo más contundente de especulación fundada en la ruina de economías y naciones enteras. Cuando se tiene en vista todo esto, se percibe el verdadero desatino en que caen columnistas como Carlos Abalo (“Sur”, 10/7), Jorge Schvarzer (Pagina 12, 6/7) y Horacio Verbitsky (ídem, 16/7), cuando coinciden en caracterizar al plan B.B. como un planteo que pondría fin a la patria financiera e iniciaría la “normalidad capitalista” (sin reparar que el capital es absolutamente “normal” cuando especula, ya que la especulación es una característica inherente al capitalismo en todas sus formas).

Para que cese la especulación referida a la deuda externa y a las finanzas públicas sería necesario abolir la primera y emancipar a la segundada la dominación del capital. Que la cesación de pagos por parte de naciones enteras, lejos de haber abatido la especulación, la haya acentuado, debería enseñar que lo único que puede poner fin a ese flagelo es la expropiación del capital.

Los clientes del City

El jugo de la circular del Banco Central no se agota, sin embargo, con lo dicho. Ocurre que la principal beneficiaria de ella es la empresa Celulosa; ¡la cual a pesar de encontrarse en quiebra ha visto subir la cotización de sus acciones en la Bolsa! Esta “normalidad capitalista” sólo puede explicarse por el conocimiento anticipado que los especuladores bursátiles tenían de la sanción de la circular mencionada, y en primer lugar el conocimiento que tenía de ella el Citibank. Porque resulta que es el Citibank quien interviene en la renegociación de las deudas de Celulosa, en especial las contraídas con el Banade (Clarín, 9/7/89). Celulosa depende fuertemente del Citibank, como lo demuestra el papel que éste juega en el financiamiento de la planta de Celulosa de Puerto Piray. Todos los hilos del proceso económico nacional, desde la cotización de la deuda externa hasta los proyectos industriales, pasan por el Citibank, razón por la cual Menem y los “capitanes de la industria” han considerado como muy natural entregarle el Banco Central. Esto desmitifica por completo la pretendida “autonomía” que se pretende otorgar al BCRA, con la obligación de velar por el valor de la moneda, porque lo que en realidad se hace es ponerlo bajo la tutela de la banca internacional, que utilizará la moneda para asegurar el pago de la deuda externa y los “negociados” con sus clientes “nacionales”.

El gobierno “nacional y popular” libra de este modo al Estado y a la sociedad argentinos al saqueo más violento que haya conocido la historia nacional. Pero al despojar al Estado de cualquier pretensión de representante del “interés general” o “nacional”, y al obligar a la sociedad a defenderse por sus propios medios, el menemismo no solamente certifica el derrumbe capitalista sino que se convierte en un agente violento que obra en favor de su destrucción.