Políticas

10/5/2018|1501

El movimiento obrero frente al retorno del FMI

Inmediatas asambleas obreras para fijar un programa y plan de acción

La apelación dramática de Macri al FMI plantea horas decisivas a los trabajadores. El movimiento obrero se debe un debate a fondo del cuadro planteado, para reaccionar de inmediato en todas nuestras filas.



El rescate, que sería de 30.000 millones de dólares, no es al pueblo argentino, sino para financiar debidamente la fuga de capitales, el pasaje de los especuladores de Lebac al dólar, es decir, es un rescate a los banqueros y al repago del descomunal endeudamiento que dejó el kirchnerismo y agravó exponencialmente Macri en estos dos años y medio de gobierno.



Entre este momento y la concreción del rescate mediarán muchas cosas, devaluación, paquetazo, eventual cambio de gabinete para llevarlo adelante, es decir, un golpe económico a las masas del tipo del rodrigazo de 1975 o una combinación con medidas del tipo cavallianas de 2001. En ese punto está Macri tras el fracaso de las medidas post electorales, el pacto con los gobernadores que diseñó la segunda fase de su ajuste, que ha chocado con sus propias contradicciones, tras una resistencia obrera que mostró sus dientes en diciembre, pero no pudo hacerlo retroceder.



Hoy, las paritarias han sido dinamitadas por una inflación que ya marcha al 30% anual, pero que puede todavía dar un gran salto según el valor definitivo del dólar. Recordemos, también, que tarifas y combustibles están atados al dólar (y al precio internacional -en alza- del petróleo).



El gobierno ha sido muy activo contra las masas, ha tenido fuerte apoyo político interno de la burguesía y de los gobiernos imperialistas, pero fracasa, fue castigado por una corrida cambiaria motorizada por sus propios socios.


El FMI tiene un programa



Para el FMI es estratégica una nueva reforma previsional que lleve la edad obligatoria a 70 años y termine con los beneficios de las cajas locales y sectoriales. Con toda seguridad entrará en debate la propia fórmula de actualización, porque el curso inflacionario, al igual que con los créditos UVA, ha sido contrario a lo previsto y la fórmula aprobada es antagónica con la desfinanciación progresiva hasta los 12.500 pesos, libres de aportes en todos los salarios, de aquí al año 2020.



Otro aspecto vital para el FMI es la baja del gasto público, que permita el repago de una deuda cuyos intereses se han ido a las nubes con el alza de la tasa internacional. Obligará también a salir de las Lebac, mediante deuda del Tesoro, lo que multiplica la exigencia de ajuste fiscal. Allí perdemos puestos de trabajo por el recorte en obras públicas por 30.000 millones de pesos de movida, pero también estarán en la mira los planes sociales que ya fueron atacados con el plan Hacer Futuro.



La reforma laboral pasa a ser cuestión de Estado. Lo fue antes y lo será más aún en el futuro inmediato, porque implica empleo joven, precario y barato. En esa línea ya falló la Corte la consideración de legal del monotributo que encubre relación de dependencia. La rebaja de indemnizaciones es también central para facilitar la racionalización de planteles.



El país es y será saqueado como lo han sido los países quebrados de la Unidad Europea, por los planes de ajuste del FMI. Pero en el centro de ese saqueo está el movimiento obrero.



La clase trabajadora fue víctima, a pesar de su formidable resistencia en las jornadas de diciembre, de la reforma previsional y tributaria, basada en el pacto fiscal con los gobernadores que se repartieron los 100 mil millones de pesos robados a los jubilados quienes perdieron 9 puntos porcentuales en el aumento de marzo.


La burocracia sindical y las luchas obreras



La CGT, impactada de lleno por la rebelión obrera de aquellas jornadas, entró en una nueva fase de maniobras y entrega. Por una parte, se apartó del proyecto de reforma laboral que ella misma pactó en todas sus alas, incluido el moyanismo, hoy semiopositor. Pero tejió de inmediato, una nueva ruta de contención: las paritarias al 15% en cuotas y sin cláusula gatillo en el marco de una escalada inflacionaria, la firma de nuevos convenios flexibles por actividad (ferroviarios), la vista gorda a la ola de despidos privados y estatales de estos cinco meses y la reforma laboral fraccionada en varias leyes, con el agregado de una nueva reforma de ART para terminar por completo con toda garantía en accidentes de trabajo.



Ni Palazzo ni aceiteros resolvieron desplegar la fuerza de sus gremios esta vez para romper los topes paritarios mediante la huelga general, como lo hizo aceiteros años atrás durante el kirchnerismo. Al contrario, aceiteros ha firmado sin poner como condición los 46 despidos de Cargill en la mesa de negociación.



El “éxito” del plan de contención que abarcó transversalmente a la burocracia sindical, desde Cavalieri hasta Palazzo, pasando por Víctor Santa María, el ongarismo y el moyanismo, no alcanzó, sin embargo, para evitar nuevos golpes, sino para facilitarlos.



No han faltado luchas decididas contra los despidos masivos, como las del Inti, el Turbio o ahora el Senasa y más atrás Fanazul y su pueblo, entre otras. Pero el aislamiento, y las maniobras desmoralizantes de sus direcciones sindicales centrales, las van debilitando.

En el plano salarial resaltan la huelga general de los docentes neuquinos y los fuertes paros de la docencia universitaria. Pero son excepciones, porque en la educación Ctera se ha plegado al bloqueo de las tendencias huelguísticas que, por ese motivo, fueron mucho menores que el año pasado en la docencia media y primaria.



Hoy, se suceden renovados ataques a convenios emblemáticos como el de Luz y Fuerza de Córdoba y el Turbio.



La subordinación más o menos directa a la política de “hay 2019” del pejota, en todas sus alas, orienta a las fracciones opositoras de la burocracia sindical. Incluso, ante la crisis del régimen macrista, giran hacia ese espinel los burócratas mayores, que ahora posan de opositores y hasta consideran un paro para descomprimir, ante el veto a una eventual ley opositora de cuotificación del tarifazo.



Se impone una respuesta excepcional ante un momento excepcional. Pero partimos de esta distancia abismal entre las necesidades y disposición combativa de la clase obrera y la política de las distintas corrientes que atraviesan el movimiento sindical.


El programa de los trabajadores y las tareas del clasismo



El clasismo tiene por delante una soberbia lucha política que tenemos que acompañar desde la acción socialista del Partido Obrero y el Frente de Izquierda. Hay que contribuir a la descomunal deliberación y conmoción que atravesará a las organizaciones obreras. La Coordinadora Sindical Clasista viene trabajando en esta dirección, pero las tareas se aceleran, se hacen urgentes.



Promovemos un programa de urgencia para que ante todo despido masivo se ocupen los lugares de trabajo con apoyo zonal y gremial. Para promover la reapertura de paritarias, por aumentos inmediatos de emergencia, por cláusulas gatillo. Por la duplicación inmediata de la jubilación mínima. Por el rechazo a los recursos preventivos de crisis. Por la defensa de los convenios colectivos. Por la elección de paritarios en asamblea y mandatados. Por la defensa del cuerpo de activistas. La lucha por el aborto legal, junto a los derechos de la mujer trabajadora.


Este programa inmediato entre el activismo que despierta a la política, hay que acompañarlo con la comprensión que forma parte de una salida de conjunto y, por lo tanto, con la elaboración de un programa obrero de salida a la crisis. Un real congreso del movimiento obrero, mandatado, preparado, no podría eludir la discusión de un programa de poder, como ocurrió en los ‘60/’70 y en los ’80. Pero no se trata, como ha planteado la dirección aceitera, de traer a colación los programas de colaboración de clases con la burguesía nacional, del tipo de la CGT de los Argentinos o del ubaldinismo, que hoy sería con los Techint, los Bulgheroni y los Macri, sino de establecer una continuidad con el clasismo del Cordobazo: nacionalizaciones, control obrero, banca pública única, monopolio del comercio exterior, control de cambios, pero como parte de la gestión obrera de la economía -es decir, como parte de una batalla estratégica por la independencia política de la clase obrera.


En esta comprensión hemos dejado planteada desde la tribuna del 1° de Mayo, la convocatoria de plenarios locales y un plenario nacional del clasismo y las luchas, para acortar distancias en la lucha por el paro activo nacional y el plan de lucha. Que no deja de ser un reclamo a todas las centrales, CGT y CTA, pero que tiene su mayor fuerza motora, justamente en superar el freno de sus direcciones mediante un congreso de delegados mandatados desde abajo.


Ahora es cuando.

 


Foto: Sebastián Baracco