Políticas

12/7/2007|1000

El Movimiento Piquetero

El desarrollo del movimiento piquetero fue impulsado por Prensa Obrera desde sus inicios, cuando señaló que el Santiagueñazo —este “Cordobazo de los ’90”— mostraba “el camino de la huelga general, de la acción callejera, de la ocupación de edificios, de las asambleas populares y del poder” (PO, 22/12/93) En los años siguientes, la clase obrera —con una desocupación del 50% en Tartagal y Mosconi, o Cutral Có y Plaza Huincul— asumió la tarea de “organizar a los desorganizados”, enfrentando la tendencia capitalista a atomizarla y destruirla a través del desempleo. PO indicó que entre los desocupados había “valiosos, experimentados y combativos activistas y delegados sindicales” y que la traición de la burocracia sindical hacía recaer “sobre estos compañeros —y sobre las organizaciones de izquierda y los delegados y activistas antiburocráticos— la tarea de organizar a los desocupados” (PO, 25/7/95).


En debate con las diversas tendencias que recorren el movimiento piquetero, Prensa Obrera llamó a “hacer prevalecer la voluntad colectiva de la clase obrera y los explotados por sobre la de la burguesía”. En 1995, los obreros fueguinos ocuparon las plantas contra los despidos exigiendo la reducción de la jornada y la apertura de un cuarto turno. La CTA y la CCC, en cambio, promovían la reactivación industrial y subsidios a la patronal entendiendo que sólo una tasa de beneficio creciente capitalista acabaría con la desocupación. “Para acabar con el desempleo hay que actuar contra la lógica capitalista, quebrar la política de las patronales de reducir salarios (…) No hay salida económica; sólo la acción extraeconómica (política) de los trabajadores podrá impedir su degradación física y moral” (PO, 25/7/95). Esta perspectiva unía estratégicamente la lucha de ocupados y desocupados. La CTA y la CCC, en cambio, intentaron encorsetar a los desocupados en frentes (multisectoriales) con la Curia y sectores patronales perjudicados por el menemismo. Participaron de los Consejos de Emergencia, que pretendían integrar a las direcciones piqueteras a la “red de contención” del régimen. Prensa Obrera señaló repetidamente el rol de salvataje del régimen político de las multisectoriales, “una política de recambio, de paz social y de derrota de los trabajadores” a la que opuso “la construcción de asambleas populares, congresos de bases y congresos de trabajadores” (PO, 12/12/95).


El 21/6/96, Prensa Obrera titulaba: “El Cutralcazo fue una revolución”. Desnudaba “la contradicción irreconciliable entre las necesidades de la mayoría popular y el Estado capitalista, incluso en su forma democrática”. En septiembre, la primera marcha de desocupados llegó a Plaza de Mayo. Se insiste en “impulsar la convocatoria de un Congreso Nacional de Desocupados” (PO, 12/9/96). Un año después estalla el segundo Cutralcazo, ahogado por la traición de la CTA y una comisión negociadora propatronal. Al mes siguiente estalló Tartagal. La Asamblea exige subsidio al desocupado y “un fondo de reparación histórica” solventado por los pulpos petroleros y gasíferos. “El planteo de los compañeros de Tartagal y Mosconi de meter mano a las petroleras es un acierto descomunal” (PO, 15/5/97). La rebelión no pudo superar las maniobras patronales y de la Iglesia: las puebladas y las asambleas populares “no cancelan la lucha política sino que la exacerban (…) se pone en juego la capacidad de los explotados (y ello depende de que actúen con una política propia) para imponer sus intereses” (PO, 22/5/97). Siguen Jujuy y Córdoba, mientras el movimiento crecía en La Matanza y la zona Sur del GBA ante la descomposición del aparato asistencial duhaldista. “Las manzaneras comienzan a reconocerse como integrantes de la inmensa legión de desocupados y subocupados” (PO, 18/9/97). El temor a una pueblada se tradujo en planes, comida y cooptación: “Tenemos que luchar para que nos den esos reclamos pero sin aceptar la integración al Estado o a los capitalistas (…) Se plantea el camino inverso: afirmar el carácter reivindicativo del movimiento dándole un programa y una proyección políticas” (PO, 7/1/99).


El menemismo terminó sitiado por las luchas, en virtual cesación de pagos y con 4 millones de desocupados. Para entonces, municipales, docentes, petroleros, la CGT de San Lorenzo, el pescado de Mar del Plata, el Turbio eran parte del movimiento piquetero. La CTA, impulsora y pata sindical de la Alianza, llamó a “confiar” y a “esperar”. El PCR acompañó esta política. Era apremiante constituir “un polo de real carácter clasista que quiera sustituir las burocracias de los sindicatos y no colaborar con ella” (PO, 12/8/99). Esa convocatoria dio origen al Polo Obrero.


La Alianza debutó asesinando trabajadores en Corrientes. “El progresismo pequeño burgués ha caducado completamente (…) Para cumplir con sus mandantes capitalistas no ahorrará sangre del pueblo”, alertó Prensa Obrera (23/12/99). Entre fines del ’99 y mayo de 2000, Tartagal y Mosconi reabrieron un ciclo de ascenso. “El corte es diferente al del ’97. Tiene un programa obrero. No hay multisectorial, se ha prohibido la palabra a los partidos en repudio a los punteros de la Alianza y el PJ. También se prohibió por asamblea, la intervención de la Iglesia” (PO, 23/12/99). Esa nueva dirección convocó a un congreso de trabajadores “para que las puebladas no tengan sólo un contenido reivindicativo sino político” (PO, 25/5/00). Ante la renuncia de Chacho Alvarez, la prensa tituló “Chacho se va para que De la Rúa siga” (12/10/00), y anticipó una crisis que terminaría con la bancarrota general del capitalismo y del Estado. La consigna era “Fuera De la Rúa-Cavallo”.


El 9/12/00, el Primer Congreso del Norte de Salta sesionó “Por una salida de los trabajadores a la crisis”. Sus resoluciones fijan un programa de clase y un camino. “En contraste con la política de tregua están los desocupados de todo el país, pero también los compañeros de Aerolíneas, los ferroviarios, y tantos otros (…) Hace falta un Congreso Nacional Piquetero para unir las luchas y dotarnos de un programa común y una política propia frente al hundimiento del gobierno, para echar a De la Rúa-Cavallo e imponer que el poder pase a una Asamblea Constituyente libre y soberana…”. El gran corte de La Matanza (octubre/noviembre de 2000) fue saboteado por IU, que lo califica como “una lucha de aparatos, asistencial y al servicio de burócratas como Luis D’ Elía” (PO, 27/12/00).


En la Asamblea Nacional Piquetera en La Matanza (24/7) confluyeron 2.000 delegados: desocupados, ferroviarios, gráficos, aeronáuticos, el Turbio, las CTA de Santa Cruz y Neuquén. La Asamblea “es por sobre todo la expresión de la veloz maduración del movimiento piquetero y de la tendencia a convertirse en un factor político” (PO, 19/7/01). Prensa Obrera analizó exhaustivamente los dos informes introductorios, a cargo de Jorge Altamira y de Claudio Lozano (CTA). La propuesta de Lozano de “shock redistributivo” constituyendo un Frente Nacional contra la pobreza, junto con las Apymes y la banca cooperativa, “no fue considerada por la asamblea, volcada al plan de cortes de ruta progresivos”. Altamira puntualizó que la Asamblea “convertía al movimiento piquetero en un factor, ya no parcializado sino de conjunto en la situación nacional, y por lo tanto en una alternativa popular frente a los explotadores y su Estado”. “Ante el derrumbe capitalista y de su Estado, la cesación de pagos y la situación sin salida del régimen político en su conjunto”, Altamira planteó “la sustitución del gobierno nacional y de las provincias por Asambleas Constituyentes soberanas, o sea con todo el poder para ejecutar un programa profundo de cese de pago de la deuda externa, nacionalización bajo control obrero de los bancos y AFJP, un impuesto extraordinario a los grandes intereses, el reparto de las horas de trabajo, un mínimo salarial de 600 pesos por una jornada de ocho horas”. Esta posición “pretendía abrir una discusión en el marco de un plan de lucha común”. Las resoluciones de la Asamblea fueron “una declaración de guerra política al gobierno y al régimen” (PO, 26/7/01), que sería desalojado por las masas cinco meses después.