Políticas

20/8/1997|553

El ‘Parazo’: Ascenso de la clase obrera

El paro del 14 de agosto reveló un ascenso en la clase obrera y ha reforzado la confianza de los trabajadores en su conjunto. El elevado cumplimiento de la huelga fue debido a la organización del activismo en piquetes en las líneas de transporte, en plantas metalúrgicas y de la militancia de los docentes, que se ocuparon de explicar pacientemente a los padres y a los pibes la importancia de la huelga, para que nadie pisara la escuela el día de paro. En numerosas líneas de transporte, delegados y activistas formaron una verdadera muralla a la salida de las terminales, logrando el paro más masivo en muchos años (en líneas claves como la 96 en La Matanza, o Transportes del Oeste en Morón-Merlo, la huelga rozó el 100% de efectividad). No hay compañero metalúrgico que no destaque la fuerza del paro y la acción de los piquetes.


El paro conjunto y masivo de los docentes, los choferes y los metalúrgicos hizo que zonas enteras del Gran Buenos Aires quedaran inmovilizadas al nivel de las grandes huelgas generales. En este movimiento de lucha, el peso de las grandes concentraciones obreras fue decisivo; las líneas que agrupan a más de mil choferes llevaron la voz cantante en los plenarios de delegados zonales de la UTA y en la organización de la huelga, y lo mismo ocurrió con el paro masivo y los piquetes en Siderca y otras plantas ‘de peso’ en la industria metalúrgica.


En todos los casos, la huelga se sostuvo sobre los hombros del activismo y el mínimo compromiso de las burocracias de la UTA y de la UOM. Estas convocaron a plenarios de delegados en los que llamaron a desactivar los cortes de ruta y las ‘ollas populares’, fruto de la adaptación política a la Alianza seudopositora, pero debieron dar vía libre a la organización de los piquetes para garantizar el paro.


En la deliberación y el armado de la huelga jugaron un papel de primer orden los despidos y los convenios negreros en las líneas de transporte, fruto de un proceso de feroz concentración capitalista; la ‘flexibilización’ y el trabajo contratado en masa en las plantas metalúrgicas, pero también el salario. Este reclamo estuvo presente en el debate de los choferes y los metalúrgicos y en las escuelas. No se puede dejar de lado que el propio Duhalde ‘legalizó’ el reclamo salarial planteando la recuperación de los haberes a abril del 91, inicio de la ‘convertibilidad’, lo que plantearía 405 pesos de básico para el maestro que se inicia, sólo por este concepto (sin contar la ‘productividad’, con grados cuyo promedio ha pasado de 25 a 35 pibes). La FEB ha anunciado un paro de 24 horas para el 21 de agosto, reclamando el aumento del salario docente.


El paro del 14 reveló que, fuera de la gimnasia de aparato de la burocracia docente, la CTA le dio la espalda a la huelga. Desactivó los reclamos para organizar lo mínimo y elemental: un plenario de delegados, una asamblea. Por esta razón, salvo el esfuerzo meritorio del activismo en algunos casos, la huelga en ATE se quebraba sola si no hubiese sido por el paro del transporte. La ausencia de una mínima voluntad en los dirigentes de ATE para garantizar la huelga ha abierto una deliberación en el activismo, porque en ningún sindicato como éste se hizo patente la política de la Alianza UCR-Frepaso.