El PC se solidariza con el verdugo antiobrero, Honecker
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El Partido Comunista argentino debe tener el “privilegio” de ser de los pocos en el mundo que ha salido en defensa de uno de los verdugos stalinistas más oprobiosos de Europa del Este, el ex-líder de la R.D.A.
El PC reclama la suspensión del juicio contra Honecker que tiene lugar en Alemania Federal “aunque solo fuese por razones humanitarias... Erich Honecker, al borde de la muerte lo ha afrontado dignamente. Nos solidarizamos con él” (Propuesta, 17/12/92, subrayado nuestro).
Honecker, quien escapó de la ex-R.D.A. para evitar que le suceda lo que a Ceacescu, fue cobijado por Gorbachov, con el cual los seguidores de Echegaray, debieran entonces igualmente “solidarizarse”.
El “digno” hombre que pidió antes que nadie la invasión de Checoslovaquia en 1968 y endeudó a la R.D.A. por 250.000 millones de dólares con el capital financiero internacional (ver P.O. No.379, 23/12/92 —), finge una enfermedad terminal —según comprobó una Junta Médica Internacional—, para impedir su juzgamiento. Una cobardía de la cual “Propuesta” no parece haberse enterado. “Propuesta” se refiere al juicio de Honecker, como “algo montado contra el ex jefe de Estado de un país soberano que fuera miembro de la ONU (que) no tiene otro objetivo que condenar toda la historia de la RDA y sus realizaciones y, arrancar de cuajo en su población toda idea de cambio, toda idea de socialismo”.
Solo la ignorancia o el cinismo y la perfidia más abyecta pueden dar lugar a esta reivindicación. La R.D.A. fue una creación estatal artificial, contrarrevolucionaria, hecha a espaldas del pueblo alemán después de la guerra, dirigida a quebrar y dividir al proletariado más importante de Europa, por obra del imperialismo “democrático” y la burocracia rusa. Esta última y sus “títeres” alemanes, Walter Ulbricht y Erich Honecker, los típicos “apparatchnik” del período stalinista, ejecutaron entre 1945 y 1947 una política de “victimización” del pueblo alemán “oriental”. Al “haberse ellos (los rusos) apoderado de tantas propiedades alemanas, incluidas fábricas enteras, obras de arte, cabezas de ganado, etc... colocó enfrente no sólo a las clases medias, sino también a la mayoría de los obreros y campesinos” (Walter Laqueur, Europa después de Hitler). “La tarea más difícil de los líderes de la Alemania Oriental consistía en inculcar un sentimiento de nacionalidad distinta y suya a los súbditos de Berlín Este, la mayoría de los cuales continuaban creyendo que la división de Alemania en dos estados era una cosa artificial que no podía durar” (ídem ant.).
Todo esto llevó, en junio de 1953, a la primer gran huelga obrera después de las impresionantes purgas estalinistas de 1948/49, que rápidamente se transformó en insurrección popular en Berlín, y que tuvo que ser quebrada con la intervención de los tanques rusos. Fue esta acción de las masas, la que llevó al stalinismo a poner un parate al saqueo del país (“Rusia continuaba llevándose de allí mercancías y productos en escala masiva” —id. ant.). La república “democrática” se sostenía en la presencia permanente de 20 divisiones soviéticas, frente al tremendo odio que se habían ganado los burócratas. “Hungría —otro país donde la política de reparaciones de guerra volcó masivamente al pueblo al odio antiruso (y más tarde a otra insurrección). P.O.— ... en comparación con la Alemania Oriental podía considerarse un oasis de libertad cultural” (íd. ant.). Esta situación llevó a un éxodo de alrededor de 2 millones de alemanes “orientales” a occidente, en solo 7 años hasta 1952. “Alemania Oriental —era en el momento de la edificación del muro, acordado entre la burocracia y el imperialismo (1961)— ...el único país europeo cuya población decreció entre 1945 y 1960” (íd. ant.).
Este es el “socialismo” que reivindica el PC. Los “hijos” del verdugo Codovilla, el mismo que organizaba las bandas asesinas de trotskistas y sindicalistas bajo la república española, siguen atados al mismo cadáver.