El “pensamiento crítico”, más devaluado que el real y el peso
"Economistas de izquierda" reunidos en Buenos Aires
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Hace dos semanas, desde estas mismas páginas llamamos la atención sobre una declaración firmada por los representantes de los Economistas de Izquierda (EDI), reunidos en Caracas, que proponía enfrentar la crisis mundial… con una reunión cumbre de los gobiernos capitalistas del continente y que ofrecía un menú de rescates financieros, incluida, ¡entre otras!, la nacionalización de los bancos sin indemnización1.
En esos mismos días también tenía lugar, esta vez en Buenos Aires, un encuentro abierto, convocado por la denominada Sociedad de Economía Política y Pensamiento Crítico Latinoamericano, Sepla (los EDI latinoamericanos). La Sepla no insiste con la propuesta de una reunión cumbre pero también plantea enfrentar la crisis en el cuadro de los regímenes políticos existentes: no cambiar el sistema sino “transformarlo”. Por eso mismo elogia a “los gobiernos que, sin necesariamente plantear una ruptura completa con el sistema de capital, intentan encontrar una política capaz de enfrentar de manera distinta las inevitables consecuencias de la crisis mundial en sus países”. Sería entonces una ‘tercera posición’ entre la expropiación del capital y su rescate por parte del Estado.
La declaración de la Sepla de Buenos Aires repite el menú de la “urgente intervención, control o nacionalización sin indemnización de la banca privada”, dejando la elección al gobierno de turno. Por ejemplo, el Barclay’s Bank se queja del intento de ‘intervención’ por parte de Brown, pero ha ido a buscar la de un jeque del Golfo. Sarkozy pareció, la semana pasada, desilusionarse con la ‘intervención’, por lo cual amenazó a los bancos con un ‘control’ para forzarlos a prestar el dinero que reciben del gobierno. En Islandia, el Estado se quedó con algunos bancos, sin pagar indemnización, porque ya es suficiente con la cantidad de deudas con las que se queda. En definitiva, la Sepla ha llegado tarde y mal -y a la rastra del ‘mainstream’, como se llama en inglés a la corriente ‘moderada’.
La Sepla no plantea la acción directa de los trabajadores ni se le ocurre hacer un planteo de poder ante la mayor crisis histórica del orden capitalista: se reconoce así como un cónclave de ‘economistas’, no de críticos de la economía. Y es por eso que proponen “un conjunto de medidas económicas” que deberán ser ejecutadas por los gobiernos de turno, cualesquiera sean ellos. En un mundo en ‘default’ o cesación de pagos propone una moratoria de deudas, pero no dicen por qué sería superior a lo que hacen la mayoría de los capitalistas, que es refinanciarlas con descuento. Kirchner, por ejemplo, está comprando deuda a 15 centavos del valor que tendría a su vencimiento. ¡Es más económico que lo que propone Sepla, pues al vencimiento de la moratoria habrá que pagar el cien por cien! La Sepla propone también “políticas de protección e incentivo al mercado interno”, con lo cual traicionan sus convicciones keynesianas, que postulan la reactivación concertada de la demanda entre todos los países. De otro modo, en América Latina reforzaríamos la balcanización en lugar de marchar hacia la unidad política. “La inversión pública juega un papel fundamental”, agrega la declaración, pero eso sólo podría ser así si el Estado reuniera una masa crítica de capital en sus manos, lo que no ocurre con los regímenes políticos de turno. Sorprende que la Sepla se sienta responsable por ofrecer salidas, mientras desconoce las contradicciones de las que propone.
La declaración de la Sepla no propone la unidad de los obreros y campesinos latinoamericanos, pero se preocupa en reivindicar la “integración regional”; es decir, no se meten en la política revolucionaria porque son economistas, pero sí en la política oficial, precisamente porque lo son. Las vagas referencias a reclamos de los trabajadores -“recuperación de los salarios reales”, “seguro de desempleo”- son concebidas como “una pauta de política económica social”, donde el obrero aparece alienado en su condición fetichista de consumidor. La justificación es que se trata de una “respuesta inmediata al drama social que impone la crisis”. Que lo necesario debe dejar paso a lo urgente es un viejo recurso argumental del conservadurismo. En una situación aún más urgente, Lenin escribió la “catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla” para hacer lo contrario del Sepla: explicar las peculiaridades que vuelven a un país ultra-atrasado en maduro para el socialismo. En las dos últimas palabras de la declaración se hace profesión de fe de un “horizonte socialista” como una “meta hacia la cual avanzar”; un objetivo siempre inalcanzable… el horizonte. Es un broche correcto para un planteo de filantropía como el que formula la Sepla. Cuando titula pomposamente su declaración “salvar a los pueblos, no a los bancos”, lo único que se desprende de sus planteos es que postula el rescate del capital financiero con el objetivo de proceder al salvataje de la economía popular. Pero es invocando el mismo punto de vista que han sido elaborados todos los “paquetes” de rescate en el planeta.
El “pensamiento crítico” se ha devaluado más que el real y el peso, lo que demuestra que ciertas superestructuras no pueden escapar a sus infraestructuras. No obstante, un dirigente de la Izquierda Socialista – José Castillo- acaba de señalar en el diario pampeano La Arena que el Sepla sostiene un “programa revolucionario”. Claro que ya en el pasado el mismo Castillo se declaró como un confeso admirador del keynesianismo.
(1) Ver Prensa Obrera Nº 1.060, 23/10.